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LOS COMBATIVOS REQUENENSES /Víctor Manuel Galán Tendero.

                Las situaciones difíciles han requerido personas curtidas, capaces de enfrentarse a graves riesgos. El imperio español luchó con enemigos tan preparados como peligrosos en frentes de guerra muy dispersos. En el siglo XVII se vio inmerso en una verdadera contienda global, la de los Treinta Años, que no solo se disputó en el corazón de Europa. En el Brasil y en la moderna Indonesia se las vio con los holandeses, que demostraron ser tenaces adversarios. Aquella guerra se libró en condiciones muy adversas: agotamiento humano y económico de Castilla, el puntal del imperio; descontento y rebelión abierta de varios Estados de la Monarquía hispánica; aumento de los compromisos debido a la entrada en guerra de nuevos enemigos, pues los suecos tomaron el relevo de los daneses y cuando dieron signos de cansancio irrumpieron los franceses, más tarde auxiliados por los ingleses; y enormes complicaciones logísticas a la hora de desplazar tropas entre unos dominios asaz dispersos.

Los tercios que tanta fama lograron en la lucha contra los otomanos y en la interminable guerra de Flandes carecían del atractivo del pasado. Los españoles, sus más valorados integrantes, ya no acudían a sus banderas con la misma facilidad. Las pagas llegaban cada vez más tarde y no se sustanciaban en la buena moneda de oro del ducado, convertido cada vez más en una unidad monetario contable. Otros oficios y destinos resultaban más atractivos y menos peligrosos que servir en el ejército. Los nobles, que debían dar ejemplo de marcialidad, adoptaban un estilo de vida cada vez más alejado del ejercicio de las armas. Los que añoraban los buenos tiempos de Felipe II, muchos de los cuales formaban parte del círculo del conde duque de Olivares, ambicionaban disponer de hombres con mayores cualidades militares, a la altura del embrollo imperial, si bien se tuvo que echar mano cada vez más de las detestadas levas, tan lesivas para localidades como Requena.

Los pobres desafortunados a los que les cayó encima el honor de combatir por el rey trataron de escapar de todas las formas posibles de semejante pesadilla. Las justicias del reino dedicaron sin fruto muchas jornadas en darles alcance y en frenar la deserción que convertía en puramente nominal las listas de los soldados de muchas compañías, algo que conocen bien todos aquellos que han pasado por el servicio militar.

No obstante, los dirigentes de la Monarquía, en la que el rey lucía tanto como carecía como hombre de Estado, no se resignaron a no tener una tropa de elite, que inspirara a los tibios. Ni la caída de una fuerza de la naturaleza como Olivares los arredró, ya que la necesidad era muy grande.

Un 29 de marzo de 1651 se leyó en el ayuntamiento requenense una petición del sobrino del susodicho, don Luis Méndez de Haro, más sibilino que su antecesor en el valimiento. Requirió del corregidor y de los caballeros regidores que colaboraran con eficacia en el reclutamiento del regimiento de la Guarda. Se trataba de una unidad de elite que acompañaba en teoría al rey en campaña, con toda la responsabilidad que conllevaba su seguridad. Sus orígenes lejanos se han remontado a la Banda de Castilla de tiempos de Fernando III el Santo, gran conquistador. En 1634 el conde duque abogó ante la junta de defensa que se fortaleciera su protagonismo como freno contra los enemigos. En varias campañas, desde Centroeuropa a Cataluña, demostraron su valía profesional e hicieron honor a sus compromisos. Tales son los orígenes del regimiento de infantería inmemorial del rey nº 1.

El de Haro escudó su petición sosteniendo que su tío ya la había formulado, aunque los requenenses no tuvieron constancia de tal. En favor de los requenenses se debe decir que en las conservadas actas municipales, siempre tan elocuentes, de 1637 a 1650 nada se constata sobre el particular. Y ya se sabe que no registrar una carta de un ministro tan principal no era de recibo.

Los requenenses acudieron con timidez a la llamada, pues la escasez no inducía a servir a muchos hermanos mayores y padres de familia con más de un hijo a sustentar. Ser soldado ejemplar no se encuentra al alcance de todos por mucho que luzca en los cronicones.

Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Libro de actas municipales de 1650 a 1659, nº. 2740.

               

                

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