EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIÁN SÁNCHEZ
Tras escenificar cierto suspense – como viene a ser costumbre en el personaje -, el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas firmó por fin, el pasado lunes, el decreto de convocatoria de las elecciones catalanas del 27 de septiembre. Será, con ésta, la segunda vez consecutiva que Mas requiere unas elecciones anticipadas en un clima de convulsión política en Cataluña a cuenta del pretendido proceso soberanista. Todo ello, tras haber fracasado en su intento de celebrar una consulta legal sobre la independencia.
El decreto que Mas firmó, no recogió en espacio alguno cualquier referencia al carácter plebiscitario sobre el sentido independentista que el presidente catalán pretende otorgar a los comicios. Con ello pretende evitar una impugnación por parte del Gobierno, el cual insiste en el carácter autonómico y ordinario de estos comicios. La pretensión de Mas mediante esta estrategia, radica en la esperanza de que el resultado del apoyo popular mediante una mayoría sólida a la candidatura de unión independentista que encabeza Raül Romeva, fuerce una intervención europea de apoyo a su planteamiento en el litigio catalán.
El nacionalismo ha decidido ahora jugarse su proyecto a todo o nada. Convergència, ya sin Unió, se presentará por primera vez con un programa nítidamente independentista, aunque lo hará sin sus siglas. CDC y ERC comparten la candidatura “Junts pel Sí”, junto a las principales asociaciones independentistas que desde la propia Generalitat se impulsaron.
Unió, en una posición a mitad de camino de uno y otro bando, ha advertido de que de ninguna de las maneras votará la hipotética investidura de Mas y tampoco a quien sea “hostil” a los “intereses legítimos” de Catalunya, rechazando con ello la posibilidad de unirse al bloque propuesto por García Albiol.
En consecuencia, los antiguos y otrora incombustibles socios, se presentan como dos equipos corriendo en una misma carrera por itinerarios distintos, con los independentistas lanzando el guante a la CUP y a “Catalunya Sí que es Pot/Podemos” para un hipotético gobierno de concentración. Frente a ellos los constitucionalistas tratando de cerrar filas en parecido lenguaje o, lo que viene a ser lo mismo, asumiendo todos la pretendida idea plebiscitaria de Artur Mas para los comicios del 27-S, otorgando con ello, aún sin pretenderlo, razones jurídicas a la organización Manos Limpias para la presentación de una querella contra el Presidente de la Generalitat.
Pero últimamente por Cataluña se ha extendido el rumor de que ERC podría estar tratando de configurar un plan B, mediante la instrumentación bajo cuerda de un pacto con la versión catalana de Podemos, destinado a apartar a Artur Mas de la presidencia de la Generalitat, caso de ganar las elecciones, a pesar de que el acuerdo suscrito entre él y Oriol Junqueras, líder de la formación republicana, establece que el número cuatro, o sea, el propio Mas, haya de ser el candidato a la presidencia tras las elecciones del 27S, en lugar del número uno de la candidatura el ex miembro de iniciativa Raül Romeva.
A este efecto, si se diese el caso de que la candidatura independentista no llegase a cubrir las expectativas tras los comicios, el denimonado plan B consistiría en alcanzar un pacto con otras formaciones, entre las que se encontraría el PSC, con intención de llegar a un acuerdo sobre el llamado “federalismo asimétrico” que defiende la formación socialista que otorga derechos y el espacio suficiente para mantenerse dentro de la familia de las minorías nacionales aunque, para ello, sea imprescindible reformar el artículo 138 de la C.E.
Pero el catalán viene a ser un negocio en el que no participamos desde nuestra comarca, pero cuyas consecuencias sí que pueden afectarnos considerablemente, caso de producirse el caso de que las pretensiones soberanistas de Cataluña llegasen a efecto. Con la puesta en marcha de la primera fase de la operación tras la convocatoria de las elecciones “plebiscitarias” del 27/S, caso de que supuestamente desembocase dicho proceso con la consolidación del estat catalá, la segunda fase del proyecto habría de completarse mediante la culminación del evento mediante la expansión de esa Cataluña a la que se conoce como “els Països”, cuya extensión, según delimitaciones establecidas por sus inspiradores, comienza en el Rosellón francés y concluye en Pilar de la Horadada, parando por la agregación de las Islas Baleares.
Pero, esta aspiración, que agrega a unos, también segrega a otros, por lo que, en consecuencia, atañe muy directamente a la Comunidad Valenciana que queda partida en dos segmentos, dejando fuera de la pretensión a las importantes zonas de interior de Castellón, Valencia y Alicante, entre las que concurre nuestra propia comarca, la cual debería verse obligada a volver, sin apelación ninguna posible, a su integración en la zona conquense de Castilla la Mancha.
Esta pretensión que apoya y defiende Compromís, que recordemos integra el tripartito de gobierno en nuestra Comunidad junto con PSPV y Podemos, y que no se ha preocupado en disimular en momento alguno, debe de concienciarnos en la idea de que desde la propia Generalitat Valenciana se pueda jugar, en un momento dado, con nuestro estatus social y territorial, así como con la voluntad de muchos ciudadanos expresada en su momento libre y democráticamente, alumbrando voluntad de pertenencia a una comunidad como es la Valenciana a la que nos vinculan profundos lazos de afinidad y sentimientos. En consecuencia, supongo que habría de ser bueno que los partidos políticos democráticamente constituidos, así como el resto del tejido social organizativo instituido en nuestro ámbito comarcal, comenzasen a tomar posicionamientos ante lo que posiblemente pudiese acaecer a este respecto.
La estrategia la tienen perfectamente diseñada, que no nos coja desprevenidos o podríamos quedar desnudos y sin pañales en cuanto decidan llevarla a cabo sin más, toda vez que éstos no suelen pararse en consultas, habida cuenta que el talante democrático de esta gente deviene un poco peculiar. Suelen ser como Clint Eastwood en la película “El bueno, el feo y el malo”, que primero disparan y después preguntan. Y si no lo creen, que le inquieran a la alcaldesa de Sueca a quien preguntó para llegar a la conclusión de ordenar a las bandas suecanas que no interpretasen el himno de España en las procesiones. El próximo paso supuestamente podrá ser suprimir la procesión y así ya no va a hacer falta ni la propia banda.
Julián Sánchez