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Requena (06/09/19) La Bitácora-JCPG

Ya no llevaban carros, sino tractores. No tractores grandes, como los de ahora, sino máquinas pequeñas, denominadas “viñeros”. La tecnología aplasta cualquier cosa. No sabemos lo que nos espera del lado tecnológico: es un universo que lo arrastra todo.

Llegaban con sus carros repletos de uva. La verdad es que los llenaban pronto. Nada que ver con los gigantescos remolques actuales. Ahora las vendimiadoras los llenan relativamente pronto. La maquinaria adorada ha simplificado una tarea ardua. Una alegría inmensa era, es, la vendimia. Las razones, más que evidentes. Algunos siguen sin comprender cómo podemos tener tanta felicidad cuando vendimiamos, sobre todo si uno hace la vendimia manual.

Es trabajoso hacer la vendimia tradicional. No hablo ya de la mecanizada, que, con su metodología, exige otro tipo de esfuerzos. La tradicional era exigente. Los riñones se resentían, pero hasta los más viejos estaban dispuestos a agacharse y volverse a agachar, una cepa y luego otra y otra.

Muchos necesitan unas cuantas semanas vendimiando. Madrugando. Aganchando lomos. Esforzándose. Sacrificándose. Pero las máquinas han llegado para evitar todo esto.

Escribo esta columna mientras tiene lugar la tractorada. Y es oportuno realizar algunas reflexiones al respecto. Quede claro que son apreciaciones personales, abiertas al debate y que, en modo alguno pretenden llegar a un punto de desembocadura cerrado.

El pedrisco. Un mal sueño para los agricultores. Un fantasma indeseado que asoma cada vez que una nube aparece en el horizonte. Este año Los Ruices y Los Isidros han conocido sus efectos devastadores.

 

  1. Hemos vivido unos cuantos años de cierta bonanza. No llegaría a afirmar que de gran expansión, porque se ha hecho dinero, pero también muchos agricultores han afrontado niveles de endeudamiento e inversión muy potentes. Lo créditos hay que pagarlos.
  2. Los que venimos de la tierra y llevamos tierra en nuestras venas conocemos bien las penurias y sacrificios que nuestros padres han realizado durante décadas. Años de recoger raspajos después de un pedrisco. Años y más años de mal vender un vino que apenas permitía sobrevivir. Años de sacar dinero a crédito para simplemente comer. Han sido tiempos malísimos los que superamos; nos han modelado como individuos, porque hemos vivido en la austeridad y seguimos viviendo en ella aunque hoy tengamos ingresos saneados. Algo de esta civilización rural de lo sencillo sigue viviendo en nosotros.
  3. La comarca ha realizado transformaciones profundas en los métodos de trabajo. Máquinas, regadíos avanzados, espalderas. Son los elementos visibles. Algo menos visible ha sido un cambio de mentalidades profundo. Aunque el agricultor pasa por ser un ser conservador, realmente no lo es, como lo demuestra su apuesta por estos cambios. Algún día habrá que entrar a fondo en este tipo de cambios antropológicos, que van más allá de lo puramente superficial y perceptible.
  4. La apuesta por nuevas variedades ha sido muy positiva. Pero lo del macabeo se veía venir. Se ha visto venir siempre, pues lo que seduce a las masas acaba tirado por lo suelos. Así el descenso de precios. ¿Una apuesta más rotunda por variedades propias, tradicionales, como la tardana, y por unas variedades más diversas, no daría a nuestra gente mejores armas para defenderse?
  5. El mundo del cava se agita. En Cataluña viven situaciones similares, aunque los precios allí son más altos. Las empresas catalanas no han hecho sino variar su piel y anidar en otros tejados. Están presentes en nuestra tierra, y de forma extraordinariamente potente. La relación con el mundo mercantil catalán es antigua y no la vamos a cambiar ahora, no sólo por interés sino porque forma parte de una tradición secular, incardinada en las entrañas de esta España agitada. El futuro está en estas grandes empresas, pero necesitamos que las bodegas pequeñas cojan vuelo. Las relaciones cooperativismo-bodegas deben profundizarse.

Los tractores en la explanada del Instituto viejo. Pensar que entre esos agricultores y la institución educativa hay un lazo invisible y real: muchos de sus vástagos pasamos por ahí para desviarnos del camino agrario.

  1. Es evidente que el regadío ha hecho mucho por el tejido agrícola de nuestra sociedad. Sin esta bendita agua muchos agricultores habrían fenecido hace tiempo. Pero ha de comprenderse que no lo es todo; en otras palabras, ¿no puede entrarle en la cabeza a muchos que cuando ha llovido sufiente, regar es absurdo y reduce la calidad del producto? Esto tan obvio, parece que hay muchos que se niegan a reconocerlo. Saben de qué va el tema, pero rehuyen todo examen de conciencia porque lo único que desean es incrementar la producción.
  2. ¿No residirá el futuro en un uso más adecuado del agua y en un empleo menos agresivo de los productos químicos?

El futuro es una tierra sumida en la niebla, apenas podemos atisbarlo. Pero hay que trabajarlo, y la calidad es una meta deseable. La calidad no es sólo una buena labor enológica, sino una crianza natural, sin mucha ni poca agua. Un equilibrio deseable.

Los tractores han montado una buena en Requena. Se ha levantado la voz. Algunos medios han trasladado adecuadamente la noticia, otros ya conocemos hacia donde tiran. Es igual. El futuro está en las raíces; las raíces han hablado; igualmente deberían alzar la voz cuando se trata de erosionar los pilares culturales de nuestra tierra, y no sólo los económicos. Después de todo, el entramado social y mental de una tierra es la base del futuro.

En Los Ruices, a 5 de septiembre de 2019.

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