CUADERNO DE CAMPO/ LA NATURALEZA EN REQUENA-UTIEL
Requena(05/01/16)
Ya ha llegado el fin de año a Requena. El ambiente navideño es evidente cuando uno recorre el entramado urbano durante estos días. Las calles iluminadas con alegorías festivas, los balcones adornados con gusto y los escaparates de los comercios con sus belenes y otros motivos al efecto. Las gentes ultimando sus compras, sus regalos y pensando en qué ágapes preparar para los comensales que esperan en esos días tan señalados en nuestro calendario.
Y a mí también me gusta pasear por el pueblo durante estos días, la verdad. Y no sólo para disfrutar de esa bonita estampa navideña sino también para fijarme en los grandes dormideros de aves, que acuden cada atardecer desde hace semanas para pasar la noche al refugio de los principales espacios arbolados del pueblo.
Grupos de numerosos gorriones comunes, de estorninos negros y pintos, e incluso de córvidos como urracas y grajillas se instalanen los plátanos de sombra de avenidas como la del Arrabal o la de Lamo de Espinosa, o en los grandes pinos de la Glorieta o de la piscina municipal. Allí, como ocurre en otras poblaciones grandes y en muchas ciudades, las aves encuentran un mayor resguardo que lo que tendrían en los campos de cultivo de los alrededores. Seguramente será por dispensar una temperatura algo mayor debido a la capacidad que tienen las urbes de amortiguar los fríos y heladas de las noches invernales, tan acusadas aquí en nuestra comarca. Además, estas aves se benefician del comportamiento gregario que se va incrementando conforme aumentan los rigores térmicos en estas fechas y que les permite disponer de una mejor defensa ante el eventual ataque de sus predadores habituales o, incluso, de cara a la coordinación en la búsqueda y detección de recursos tróficos al partir por las mañanas hacia los medios agrarios donde se alimentan.
Especialmente significativo es el caso de los estorninos que duermen en bandos considerables en Requena y, que de manera coloquial, son conocidos por el paisanaje local como “tordos”. Y de eso, precisamente quería hablar hoy en este Cuaderno de Campo.
Pero no es lo mismo un tordo que un estornino; por lo menos eso es lo que un ornitólogo, a priori, podría pensar. Y miren que esa confusión de términos la vengo oyendo aquí desde mi más tierna infancia, cuando ya mostraba mis primeras curiosidades por el mundo de las aves.
Para aclarar tal aspecto lo mejor es recurrir a los nombres usados en la práctica científica para tordos y estorninos. Los nombres científicos, tal y como hoy los conocemos, los planteó para la Biología un investigador sueco llamado Carl Von Linneo allá por el siglo XVIII. El objetivo fundamental que buscaba fue la denominación universal de cada una de las especies que por aquel entonces conocía en base a una nomenclatura binomial, es decir, proponiendo un nombre formado por dos palabras, y que hacían referencia al género y a la especie, respectivamente. Y la lengua elegida para ello fue el latín. De esta manera no prevalecía un idioma actual sobre otro. Pues bien, para el caso del estornino su denominación científica es Sturnus, y para el caso del tordo es Turdus; palabras de las que claramente derivan los nombres que dan título al artículo de hoy.
Hoy, y siguiendo los nombres propuestos por la Sociedad Española de Ornitología en su Lista de las Aves de España, en la versión de 2012, comprobamos curiosamente que la denominación tordo no se da para ninguna de las especies del género Turdus. Se confirma, sin embargo, que para nombrar a este tipo de especies se recurre a las palabras zorzal o, incluso para dos casos concretos, a la acepción mirlo.
Consultando una obra de referencia en cuanto al origen de los nombres populares de las aves en España, el Diccionario de nombres vernáculos de aves, del maestro y padre de la ornitología en España, don Francisco Bernis Madrazo, se puede confirmar que lo que yo mismo pensaba que era una confusión de términos entre los tordos y los estorninos tiene su explicación.
Ambos términos se han utilizado desde antiguo para designar a unas mismas especies (del género Sturnus; a los estorninos, pues). Estas aves tienen en España dos grupos de vernáculos: uno en torno a estornino (Sturnus) y otro en relación al tordo (Turdus). Según Bernis, el primer grupo debió de ser de uso general en Iberia hasta fin o casi fin de la Edad Media; en cambio, el segundo grupo se impone en el área de habla castellana a partir del siglo XIII para designar a nuestro estornino negro (Sturnus unicolor), trocando en esta zona el el tradicional sentido de turdus para especies del género.
Hay que recordar que Requena, y la mayor parte de su comarca actual, a excepción de Sinarcas, Chera y la porción de terreno que circunda la pedanía requenense de Casas del Río, ha pertencido en la mayor parte de su historia reciente a la Corona de Castilla. De hecho formaba parte administrativamente de la provincia de Cuenca hasta 1851. Se sabe, por ejemplo, que ya se nombraba tordo a los estorninos en el famoso Libro del Caballero, de don Juan Manuel en 1326. En muchos libros posteriores también aparece la denominación tordo para designar al estornino en infinidad de localidades de Aragón, y en las dos castillas, con referencias incluso a la provincia de Cuenca, donde se encontraba por aquel entonces Requena.
Por tanto, parece de lo más probable que la antigua denominación de tordo para lo que en realidad es un estornino sea aplicable, por lo que cita Bernis, también a nuestra localidad. Y aún, a día de hoy, los requenenses lo siguen haciendo.
Pero hablemos de los estorninos en nuestra demarcación. Son unos pájaros que muestran una clara tendencia poblacional positiva en la comarca en las últimas décadas. El estornino negro (Sturnus unicolor) es un reproductor habitual y abundante en la práctica totalidad de pueblos y aldeas de la zona, lo que contrasta con su estatus mucho más escaso hacia mediados del siglo XX, a tenor de comentarios de muchos paisanos de la zona. Por su parte, a nivel nacional se confirma una rápida expansión demográfica y territorial experimentada en las últimas décadas desde su área de distribución original en el sudoeste peninsular. Pasada la época de reproducción los estorninos negros se congregan en bandos muy numerosos y así permanecerán durante el resto del verano, y sobre todo en otoño y en invierno, épocas en que se juntan con los numerosísimos estorninos pintos recién llegados desde latitudes más norteñas.
Para el estornino pinto (Sturnus vulgaris), pasa algo similar. Es una de las aves más abundantes de todo el continente europeo. En la Península Ibérica se presenta principalmente como especie invernante en todo su territorio, especialmente en áreas litorales donde se llega a congregar en bandos de miles de individuos. En Cataluña y en la cornisa cantábrica se ha instalado recientemente como reproductora y su población presenta una tendencia al alza. Se diferencia del estornino negro por su plumaje más vistoso, con bellos reflejos violáceos y salpicado de motas blancas o amarillentas.
En cuanto a las especies del género Turdus en la comarca de la Meseta de Requena-Utiel, existen cuatro especies de zorzales, con diferentes grados de abundancia y presencia fenológica: viscivorus (zorzal charlo), philomelos (zorzal común), iliacus (zorzal alirrojo), pilaris (zorzal real); y dos de mirlos: merula (mirlo común) y torquatus (mirlo capiblanco).
Las dos únicas especies que crían aquí de manera habitual y en cierta abundancia son el mirlo común y el zorzal charlo. El primero de ellos es un pájaro de plumaje negro y bien conocido por cualquiera ya que es muy fácil verlo merodear por parques urbanos o jardines. Además se distribuye por montes, campos y sotos donde llega a ser un ave extraordinariamente común.
El zorzal charlo, o tordancha como he llegado a oir de boca de algún cazador local, sin embargo, no es tan confiado con la presencia humana. Habita pinares, montañas y mosaicos agroforestales, pero siempre en números más modestos que para el caso del mirlo. Hacia mediados de otoño, su población indígena se ve reforzada por la arribada de migrantes procedentes del centro, norte y este de Europa. Es el mayor de los zorzales requenenses y su identificación en el campo no ofrece ninguna duda cuando alza el vuelo por sus colores claros que muestra bajo las alas y el reclamo característico que emite al salir.
Las otras especies de zorzales son claramente invernantes en nuestra comarca, aunque hay indicios de que para el más abundante de ellos, el zorzal común, haya podido criar puntalmente en algunas temporadas en determinados lugares apropiados para ellos. Parece que en ciertas localidades de la provincia de Valencia, como en distintos términos municipales de la Ribera Alta, por ejemplo, está mostrando una tendencia reproductora positiva en ambientes que podrían resultar, cuanto menos que, sorprendentes, como son las plantaciones de naranjos.
De un tamaño similar al zorzal común, tenemos al alirrojo, quizás el más bonito de todos ellos. Típico habitante de los bosques de coníferas del norte de Europa, el tordo royo, como recogía el famoso naturalista de Titaguas Simón de Rojas Clemente en su libro Nomenclator ornitológico, se presenta en nuestros campos y montes cuando ya entrado el otoño las bajas temperaturas se agudizan en sus cuarteles de cría boreales. Hay que decir que, al hilo de lo comentado anteriormente para el origen de los nombres de tordos y estorninos, en Titaguas (población del interior valenciano pero adscrita durante siglos al Reino de Valencia, a diferencia de Requena) y según Rojas Clemente, se conocían a los estorninos con la denominación de estornels, de clara relación con el vernáculo latino Sturnus y no de tordo.
Mucho más raro por aquí es el zorzal real, ave bien distinguible de las del resto del género por presentar la cabeza y las partes inferiores del manto de un bonito color gris azulado, y por su tamaño, claramente mayor que en comunes y alirrojos. Es una especie de presencia más irruptiva que el resto de sus congéneres en la Meseta de Requena-Utiel. Esto es porque hay años en que su aparición es muy numerosa y condicionada por la dureza de los inviernos en sus localidades de origen y hay otras temporadas, la mayoría, en que no se llega a ver ni un solo individuo, invernando el grueso de la población en otras regiones más septentrionales.
Para terminar con esta miscelánea del genero Turdus en la comarca cabe citar al mirlo capiblanco, ave de presencia migrante e invernal en las principales sierras de su ámbito territorial. No es un pájaro común, ni mucho menos, pero se detecta regularmente en áreas de montaña hacia los meses de octubre y principalmente a partir del mes de noviembre, cuando ejemplares procedentes del norte de las islas británicas, de Escandinavia o de los principales sistemas montañosos del centro y sur de Europa recalan aquí para pasar los meses más fríos del año. Es un ave muy parecida al mirlo común pero del que se distingue entre otras cosas por la presencia de una mancha blanca en el pecho en forma de media luna.
En fin, espero que esta pequeña contribución ornitológica sobre los distintos integrantes de aves de los géneros sturnus y turdus haya servido para aclarar algo más el estatus, quizás confuso, de estas especies en nuestra comarca. Y qué curioso y gratificante poder hacerlo recurriendo a recursos tan dispares como la Navidad, la taxonomía de Linneo o la investigación nomenclatológica de Bernis o de Rojas Clemente. Cosas que a uno le vienen a la cabeza cuando se entretiene observando las llegadas de cientos y cientos de tordos a las arboledas de Requena, en esas fechas en que la gente va con prisas y pensando en otras cosas. És lógico y normal. Es Navidad.
¡Felices fiestas y que disfruten de un 2016 cargado de curiosidad y amor hacia la naturaleza!