Requena (24/10/17) LA HISTORIA EN PÍLDORAS /Ignacio Latorre Zacarés
En vísperas de “Tosantos” de 2017
Efectivamente, para el gregueriano Ramón Gómez de la Serna todas las pompas eran fúnebres y así pasó en su propio entierro que fue realizado con todo el boato posible de la
España de 1963 tras haber endosado su viuda el “fiambre” desde Argentina a la embajada española para que se hiciera cargo el Estado como “cadáver nacional” que era. Contrastan los fastos de última hora con la vida de penurias económicas del singular D. Ramón. Como se dice en la comarca: “Muerto el burro, cebá al rabo”.
En “Todos Santos” (como se escribía en 1558 y que ahora apocopamos como “Tosantos”) ya no bajan por las veredas comarcanas los pastores al reino de Valencia. Los que ahora bajan por “Tosantos” son todos esos ridículos “halloween” a los que anualmente les dirijo mi particular diatriba.
De pompas fúnebres también sabemos en la tierra donde celebrábamos los felices partos de príncipes e infantas, los casamientos reales, las coronaciones de monarcas, pero también las exequias de nuestros reyes, pues forman parte del ciclo de esta fugaz vida.
Un 21 de septiembre de 1558 fallecía en el monasterio de Yuste, por la picadura de un infausto mosquito que le inoculó el paludismo, nada menos que Carlos primero de España, quinto de Alemania y no sé cuántos de Catalunya, Roselló y la Cerdanya. En Requena se enteraron un mes después y el 20 de octubre el Concejo decidió realizar las demostraciones pertinentes en aras de expresar el “sentimiento y solemnidad que se quiere” ante “la muerte de tan gran señor”.
Decidieron hacerle las vísperas, oficios y misas el 30 de octubre, construir un “bulto”, efigie o figura de madera, y un tablado. Además, se ordenó tomar cera para las hachas o antorchas. La costumbre era vestir de luto y se adquirieron veintidós paños con tal finalidad. Al regidor Martín Zapata se le encargó avisar a los clérigos para que estuvieran prestos. La ceremonia se debía realizar “a costumbre de la localidad y de Castilla”, tal como marcaba el acuerdo municipal.
Siete días después las órdenes fueron más precisas y conminatorias. Se mandó celebrar exequias para el domingo y lunes siguientes y que se pregonara el día de San Simón y San Judas Tadeo que es el 28 de octubre y se celebra para ambos apóstoles porque juntos parecían ir a todas partes (y si juntos estaban, para que separallos). Además, se especificó que las mujeres debían ir vestidas con tocas negras y si no fuera así la perderían en beneficio del alguacil. Los hombres también deberían ir de luto bajo una pena seiscientos maravedíes y diez días de cárcel (bromas las precisas).
Pero las cosas se complicaron, porque en diciembre del mismo 1558 por un capítulo de Cortes, Felipe II ordenó que no se debían gastar más de dos mil maravedíes en los lutos y, sin embargo, los requenenses ya habían sobrepasado largamente esta cantidad en las lobas y capirotes. Por cierto, las lobas no eran las hembras de los lobos (que también las había en la comarca), ni señoras con propensión a la capacidad genésica. Más bien, era una especie de sotana que utilizaban los civiles. Así pues, los regidores requenenses decidieron tomar los paños hasta los dos mil maravedíes permitidos y el resto venderlos bajo la intermediación del sastre Hernán Ximénez.
Los gastos del concejo en las exequias reales eran considerables y en 1600 Requena pidió al rey realizar una dehesa para ingresar algo de dinero, pues se había gastado mucho en las honras fúnebres a Felipe II, en el coronamiento de Felipe III y su no visita a Requena (ya pildorada) y en los gastos de la visita de Carlos II de Estiria y María Ana de Baviera, archiduque y archiduquesa respectivamente.
Por cierto, que tal como nos explicó Eduardo Fernández Merino en la revista Oleana, el luto que actualmente arropa las imágenes de las vírgenes dolorosas como la de Requena viene de un hecho coetáneo a los relatados. Hasta el siglo XVI, las dolorosas vestían de vivos colores, hasta que se propagó una imagen de bulto elaborada por Gaspar Becerra que era ataviada con vestidos de Dª María de la Cueva, condesa viuda de Ureña y camarera mayor de la Isabel de Valois, tercera mujer de Felipe II. Su vestido y toca de luto de viuda castellana tuvo éxito y desde entonces se reprodujo en todas las dolorosas hasta hoy (¿nos podríamos hoy imaginar una Virgen de los Dolores profusamente colorida?).
En fin, si ustedes van a visitar las últimas moradas de sus ancestros no creo que tengan las facilidades que dio el alcalde de Requena en 1942 que fijó en un bando el horario de apertura del cementerio desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche, aunque el arreglo y adorno de las sepulturas sólo estaba permitido hasta las doce del mediodía. Pasada dicha hora, sólo se podían renovar las luminarias. Ahora nos dedicamos al infame “truco o trato” (y así nos va).
Píldora breve como breve es la vida.