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LA HISTORIA EN PÍLDORAS.Ignacio Latorre Zacarés

Tres años de “píldoras” y cuando principia el mes de febrero (Muestra del Embutido) parece que todo concuerde para que entre los papeles me salga un “chino” (“Chino: Dícese en la Meseta de Requena-Utiel y zonas colindantes del mamífero artiodáctilo del grupo de los Suidos, que se cría en domesticidad para aprovechar su cuerpo en la alimentación humana y en otros usos” según acepción manipulada de la RAE). Pues sí, un sesudo investigador está en la mesa de consulta y, de vez en cuando, masculla: “vaya con el cerdo”. El archivero aguza el oído y enseguida vincula: actas del ayuntamiento —- cerdo —-febrero— Muestra del Embutido— “píldora” habemus. “¿Qué pasa con el cerdo?” inquiere el archivero al investigador y aquí comienza el thriller del cerdo que casi monopolizó por unos días los plenos del Ayuntamiento y que, como en todos los thrillers, el desenlace se encuentra el final.

Empezaba 1934, en pleno bienio negro, rectificador o conservador (como Uds. gusten) y en el pleno del 4 de enero ya salta la “liebre” (más bien el “cerdo”). Un concejal pregunta qué es lo que había ocurrido con la muerte de un cerdo en el matadero dos días antes. Se le contesta que el 2 de enero el conserje del matadero había comunicado que un cerdo cuyo dueño era un forastero había muerto repentinamente a la hora de pesarlo, inquiriendo el atribulado conserje que se le dieran órdenes para proceder con el difunto “chino”. El alcalde dijo que se diera noticia del hecho al veterinario para que ordenara qué hacer con el cerdo. El veterinario mandó enterrar el puerco súbitamente muerto. Pero… el concejal tiene la mosca detrás de la oreja (el cerdo es mucho decir) y duda de los hechos y de que el cerdo fuera enterrado, así pues, el Ayuntamiento acuerda formar una comisión para que realice una inspección ocular con asistencia de concejales, comisión del matadero, etc.

¿Qué pasó en la inspección ocular? De momento aún no sabemos qué ocurrió, pero en el pleno siguiente del 11 de enero al conserje del matadero ya se le había impuesto un severo correctivo de suspensión de empleo y sueldo de 30 días y se le amenazaba con ampliar la suspensión a destitución según propias palabras del pleno: “aún a su pesar, como obligación ineludible”. El conserje pidió que se le retirara el correctivo, pero el pleno rechazó la reforma del acuerdo tomado. ¿Qué había hecho el conserje para que se le expedientara? Aún no lo sabemos, pero los plenos se sucedían y el cerdo volvió a entrometerse entre los asuntos de nuestros munícipes requenenses.

Por el acta del 15 de febrero sabemos que el asunto del “chino” ya estaba en el Juzgado de Primera Instancia de Requena y nos enteramos de un detalle clave: cuando la comisión acudió al matadero el 5 de enero (tres días después de la defunción con solemne enterramiento del puerco), se desenterró al cerdo y ahí comprobaron atónitos como al finado le faltaban piezas de su rica anatomía. ¡Ostras! Pero esperen que aquí no acaba el asunto.

En el pleno del 22 de febrero del mismo año de 1934 nos enteramos de que el correctivo no sólo se había impuesto al ya descorazonado conserje del matadero, sino también al veterinario y se pedía igualar ambas penas. ¿Qué había pasado? ¿Connivencia entre ambos funcionarios? ¿Quién se había comido lo que faltaba del cerdo? El Ayuntamiento no entró en este asunto, pues dijo al Juzgado que desconocía quién sustrajo las piezas porcinas. Así que para finalizar el thriller quizás haya que llamar al inspector nórdico Wallander o al mediterráneo Kostas Jaritos (más bien a éste que conoce mejor la picaresca sureña), aunque el responsable no andaría muy lejos. Que Uds. degusten bien las viandas que nos garantiza esta próxima Feria del Embutido. ¡Gloria al cerdo!

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