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EL OBSERVATORIO DEL TEJO / JULIAN SANCHEZ

Que la socialdemocracia ha vuelto a ser reivindicada como ideología de moda por parte de la mayoría del elenco electoral muy pocos pueden negarlo, hasta un marxista súper ortodoxo y autoproclamado como Pablo Iglesias aparenta encontrar la solución a la crisis y la reparación a sus víctimas en las propuestas económicas dimanantes de la ideología proveniente de las tesis aportadas por Eduard Bernstein. En España últimamente todo el mundo parece reclamar como propio el territorio ideológico de centro socialdemócfrata en la precampaña electoral más larga de la historia.

De lo que no cabe duda es de la evidencia propia en que la parte publicable del programa económico de Podemos (que ya ha sido modificada substancialmente al menos en un par de ocasiones), no es la primera vez que se oye en España, en consecuencia nadie tiene idea real de qué política económica llegaría a aplicar Iglesias caso de que llegase a ostentar el poder con  suficiente mayoría, como consecuencia de que, en realidad, la capacidad de maniobra de los gobiernos democráticos en Europa es menor de la que él cree. Pero lo que sí han quedado blanco sobre negro, vienen a ser las ideas expuestas por él mismo cuando trataba de abrirse camino en la fronda política y largaba sin reparo alguno sus postulados estrictamente socializantes, como propugnaban los comunistas de toda la vida.

El pedigrí socialdemócrata no se adquiere de la noche a la mañana; uno no se acuesta comunista o neoliberal y se levanta socialdemócrata, la cuestión puede ser más bien otra. Todo ello no consiste más que una burda estrategia destinada a mostrar un atractivo escaparate con la intención de alcanzar el respaldo de la centralidad electoral al uso la cual, quiérase o no, aporta el voto más numeroso de la amplia amalgama sufragista, tratando de aparentar con dicha maniobra la aversión de los postulados más o menos reconocibles del socialismo real llevado a cabo en la antigua URSS, o del socialismo latino aplicado en Venezuela, Bolivia e incluso, en parte, en Ecuador.

Pero no únicamente los partidos situados en la izquierda reclaman el espacio socialdemócrata, también el Partido Popular alcanza a demandar para sí el espacio socialdemócrata y sus ministros económicos se jactan de pronunciarse públicamente de las políticas socialdemócratas aplicadas desde su propio gobierno y en parte no les falta razón, pero solo en parte, en la correspondiente a la fracción impositiva y recaudatoria especialmente aplicada a las clases medias, porque en lo referente a la distributiva la política de recortes dista mucho de poder ser considerada como una actitud de corte progresista, más bien al contrario, sería firmada por el gobierno liberal más obcecado y contundente.

Ya desde su entrada en la Moncloa, Mariano Rajoy y su tándem económico vinieron a hacer pública su primera declaración de intenciones. Los impuestos indirectos (IVA) que había subido el anterior ejecutivo un 12,5% se quedaban como estaban, aunque se había preconizado lo contrario. En consecuencia, las medidas que comenzaban a tomar dejaban en claro que no pretendían despertar la reactivación de la capacidad de compra de la ciudadanía, quedando meridianamente clara la idea de que no buscaban sacarnos de la espiral contractiva de demanda que auspiciaba la corrección de la crisis.

La siguiente medida vino a ser la subida del IRPF y a continuación el alza del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) para compensar el aumento “no esperado” del déficit público que anunciaban que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero les ocultó, y desde ahí hasta más de treinta clases de impuestos los que el gobierno popular a elevado al alza durante su último mandato.

Si nos atenemos a las ideas de John Maynard Keynes, en épocas de crisis lo aconsejable viene a ser la movilización de los ahorros, que en estas circunstancias suelen quedarse lo más quietos posible, y para ello lo más inmediato suelen ser las subidas de impuestos para que el Estado pueda gastarlos en cualquier cosa con tal de que el consumo se reanime. Pero no estamos en una crisis de demanda keynesiana y no hay ahorros que movilizar con la subida de impuestos. En consecuencia lo que existe es una mayor bajada aún del consumo si cabe ya que la renta disponible –ya antes muy dañada- baja irremisiblemente según van subiendo estos.

Lo que si queda meridianamente clara viene a ser la evidencia de que Rajoy y su equipo se han venido ciñendo a parte del ideario del PSOE más que los mismos socialistas en los últimos tiempos del gobierno de Zapatero, pero únicamente en lo referente a la parte impositiva, habida cuenta que la distributiva queda muy lejos de aparentarse a algo que tenga que ver con la socialdemocracia, simple y llanamente porque la política de recortes en el estado de bienestar no tiene parangón en toda la historia de nuestra democracia y no es que lo diga yo, puesto que en un reciente informe del centro de estudios gubernamental francés Cepremap, L’état-providence en Europe, publicado en la sección de economía de La Vanguardia, se pone de relieve cómo España es hoy el país que menos porcentaje del PIB destina a gasto social (exceptuando Luxemburgo, que no debería contar por su elevado PIB que desvirtúa la ratio de la UE-15), lo que viene a poner en entredicho las recientes palabras de Soraya Sáenz de Santamaría, en las que aseguraba sentirse «muy orgullosa de nuestro Estado de bienestar», aunque el expresidente José María Aznar hubiera dicho días antes, en un foro internacional, que «el Estado de bienestar es insostenible». ¿En qué quedamos entonces?.

Yo creo que los políticos que preconicen defender el ideario socialdemócrata, en primer lugar deben conocerlo y deberían comenzar por hacer suyo el fundamento expresado por David Held quien viene a enunciar la idea de que “La socialdemocracia asume el compromiso de luchar en la arena política, económica y social para moldear y transformar los intereses del capital y del Estado en un paquete, balanceado entre la economía de mercado y el Estado de Bienestar con base en reglas políticas claras”.

La auténtica alternativa socialdemócrata desestima la lucha de clases sustituyéndola por la solidaridad entre las mismas, inquiriendo en esencia la consecución de mayores cuotas de libertad, igualdad y bienestar entre la sociedad, adoptando del socialismo democrático la reafirmación en los fundamentos propios de la justicia social, la equidad y la igualdad. En su visión del mundo retoma del liberalismo democrático los conceptos dimanantes de la libertad y la democracia y su proyecto político propugna llevarlo a cabo a través de las instituciones conformadoras del Estado.

O sea que, como en el cuento de “Los tres cerditos” por mucho que se tiñan la patita, en cuanto la asomen por debajo de la puerta, en lugar de la sonrosada piel, aparecerá bajo la ranura inferior de la tranquera la peluda pata del lobo. Y es que hay cosas que no pueden disimularse por mucho que se cambien los programas o se pretendan ocupar lugares que quedan muy lejanos a determinadas posturas, las cuales quedan muy lejanas a sus propios y bien demostrados convencimientos. Al final cada cual vendrá a quedar como realmente es y asume.

Julián Sánchez

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