Requena (14/07/17) LA BITÁCORA-JCPG
Este perfil de la casa permite oponer la parte robusta, de piedra, a la tosca de la izquierda. El derrumbe corresponde a la piedra tosca. La puerta corresponde a la entrada a la bodega.
Mientras la rambla del Calabacho se encuentra con la de Los Ruices, en tanto que un afanoso agricultor se esmera en cuidar sus injertos (por supuesto, de macabeo, que es la variedad que ahora toca; en otro tiempo fue el cencibel y ya sabemos la desembocadura del mismo; esperemos que los anhelos actuales se colmen), con unos cuidados similares a los que sólo se prestan a las personas más queridas, uno puede observar con en una ladera el perfil poderoso de la Casa de la Rambla.
No hay duda de que es una casa recia, fuerte. La mayor parte de ella fue construida con piedra; como es lógico, extraída de la propia rambla que discurre a sus pies. La otra parte fue construida con piedra tosca bastante más floja y de peor calidad. No obstante: es evidente que, dotada de unos pilares de ladrillo en las esquinas, y con piedra de la rambla, en una fachada enlucida con cemento, la casa sigue en pie en lo fundamental.
El tiempo es inclemente. Nada humano resiste el poder del tiempo. Muchas partes se han derrumbado. A mediados de los años 1950 ya se había derrumbado parte del tejado; casi setenta años después es casi un milagro que presente una imagen tan sólida.
Aún es posible observar los pilares de ladrillo de los extremos. La imagen no pueden ser más reveladora del tiempo. La vieja bodega, de otro tiempo, de otra sociedad frente a la espaldera del siglo XXI.
La casa de la Rambla fue construida por el Risco. Este personaje, que vivió en la primera mitad del siglo XX, merece, como su propia familia, una monografía. Construyó la casa aprovechando perfectamente varias circunstancias. La primera, al construir la bodega, que está en el piso inferior, y la casa, que está en el superior, aprovechando la ladera, el Risco se aseguró la descarga de los carros de uva desde la parte superior de la ladera. Hay que precisar que aquellas tierras colindantes a la casa eran suyas, aunque las herencias acabarían por llevarla primero a sus descendientes y después a otros agricultores de Los Ruices. La segunda circunstancia: sus carros y su gente circulaban por el Camino de Iniesta, que pasaba precisamente por la parte de la ladera baja y tomaba dirección a la rambla y después hacia Los Ruices.
La Casa es una síntesis de una sociedad, de una economía y de una cultura que está operando el proceso que lleva de la economía cerealística a la de la viña. Esta era la primitiva bodega del Risco, un personaje singular llamado a marcar con su apodo diferentes lugares de la comarca. Cuando construyó su molino, a unos 500 metros de la Casa de la Rambla, el valor de la vieja bodega y la propia casa fueron eclipsados. El abandono se apoderó del edificio. El nuevo negocio del yeso, en el que se volcó el Risco, no sólo le condujo a construir el Molino (del Risco), sino que allí, junto al molino de yeso, se hizo la bodega (ahora más grande), su casa y las de los jornaleros que trabajaban con él.
La sociedad de los abandonos, del despoblado estaban dando un nuevo paso. Nos vamos a sólo unos metros de donde habitamos. Anhelamos la nueva fundación y condenamos al abandono lo anterior. Evolucionamos. Cambiamos. Otros dirán que nos modernizamos. Pero el tributo es el mismo: despoblación. Una comarca como la nuestra tiene marcada en su piel el abandono de aldeas y caseríos. La despoblación lleva camino de forjar una estructura cultural. Dejar el pasado atrás. Vivir hacia adelante, aunque sea un infierno. Sin valorar lo positivo del pasado. ¡Qué digo! Si este pasado de nuestros abuelos es para muchos deleznable.
Como siempre desde que se construyó, la Casa de la Rambla observa con atención los coches y tractores que pasan delante de ella. Incluso los zorros que surcan la rambla en busca del bocado necesario.
En Los Ruices, a 12 de julio de 2017.