Requena (24/08/17).-LA BITÁCORA/JCPG
Arguisuelas es una población de la provincia de Cuenca. Aproximadamente está a unos 75 kilómetros de Utiel por la carretera de Camporrobles. Esta casa, que pertenece al núcleo del pueblo que está en la zona superior de la montaña, delata su sistema de construcción en el piso superior alternando palos verticales y material de piedra y argamasas. El piso superior es la Cámara, similar a lo que conocemos como Terrao.
Las gentes de la ciudad difícilmente comprenden la hondura de los desgarros marcados sobre nuestra tierra. La ciudad hace prisioneros mentales, gentes que acaban por creer casi a pies juntillas los viejos lemas propagandísticos que asocian ciudad con modernidad y con futuro. Esto impide la comprensión de las tragedias que se esconden tras las casas abandonadas y los caseríos hechos montones de escombros. El poder evocador del escombro va perdiéndose en la memoria si no hacemos algo para rescatar sus viejos ecos.
La serie Singladuras trata de explorar qué aspectos subsisten en lo que fueron, en otro tiempo, pequeñas poblaciones de nuestra tierra. Responde a una búsqueda personal de los pilares de la existencia. Aunque habito una ciudad ruidosa por obligación, y en ella me siento hasta cierto punto como un preso, no dejo de pensar en los lugares de mi memoria personal. La memoria siempre es algo muy subjetivo y construido y reconstruido constantemente. Así que, aunque parezca obvio reiterarlo, los lectores podrán encontrar aquí algunos datos y muchas impresiones personales, sujetas siempre a un elevado grado de subjetividad.
Estas hojas las estoy escribiendo en una encrucijada. Por una parte, he iniciado la escritura en Valencia, con este bochorno insoportable que, imagino, hará en los próximos años aún más insoportable esta jungla, dadas las previsiones del cambio climático. Acabo de llegar de Escocia y he visitado las Tierras Altas. Por otra parte, estoy continuando estas páginas en Cardenete, mi pueblo adoptivo. Cardenete está cercano a nuestra Meseta y comparte con ella muchas cosas.
Paso, pues, unos días en Cardenete, una población conquense, hermana de nuestra tierra. He visitado una población cercana, Arguisuelas, y vengo zarandeado por algunas imágenes crueles contempladas allí. En otro tiempo Arquisuelas fue una población afortunada y hasta envidiada en los pueblos cercanos, ya que tenía abundantes montes públicos que el ayuntamiento pudo explotar en beneficio comunitario. El dinero de las cortas, que fluía en abundancia cuando la madera se cotizaba, alimentó las arcas municipales. La luz de los vecinos pudo rebajarse y las fiestas llegaron a ser espléndidas. La ruina del mercado de la madera se llevó por delante todo aquello. Y en las calles del pueblo se acusan los estragos de la batalla.
El invierno es duro en Arguisuelas. Un vecino me dice que no lo soportan en el pueblo más de cincuenta almas. Subo por cada calle. Porque aquí las calles se suben y se bajan. El espectáculo en la parte superior del pueblo es dantesco. Dos casas derruidas, como si un bombardeo se hubiera cobrado sendas presas. Desde allá arriba las vistas de un lado del pueblo y del descenso hacia una zona de monte son espléndidas.
Hace pocos días paseé por El Cabildo. Está cerca de Los Ruices y es una zona en la que se mezclan las propiedades de agricultores de mi aldea con las de los de Casas de Eufemia. El área superior de Arguisuelas comparte la destrucción con El Cabildo. Ruinas absolutas. Pero en Arguisuelas, los vecinos vuelven aún durante el verano y unos cuantos son habitadores permanentes. Sé que la comparación es excesiva, pues Arguisuelas es una población más grande y está todavía habitada. Arguisuelas aún se sostiene con el caolín y alguna otra actividad más. En El Cabildo hay un punto final aterrador. El horror de contemplar casas por los suelos es algo que me persigue y me preocupa mucho. ¿Será todo un mundo de escombros dentro de 20 0 de 50 años? Es horroroso pensar que esto puede suceder. Y la historia enseña que una de las grandes realidades de las sociedades humanas, en cualquier parte del mundo, es el despoblado, el abandono de un lugar para poblar otro.
Los bloques de piedra y yeso del Cabildo están ya derrotados. El pequeño montículo donde se asentaba el caserío no ha sido invadido por la viña. El yeso, tan importante en la zona, estaba bien cerca: en la Cejilla.
El Cabildo ha sido absolutamente laminado. Hoy está convertido en unas simples ruinas. Era un caserío pequeño, pero causa una terrible tristeza contemplar los montones de piedras de lo que fue en su día un núcleo en el que vivían un par de familias. Al parecer los dueños de las casas decidieron derruirlas para evitar posibles accidentes. Naturalmente las casas estaban ya en un estado lamentable.
Una familia de Requena habitó primitivamente El Cabildo. Son los Cabilderos, sobrenombre que les delata. Según cuentan, uno de sus antepasados era el dueño de la finca del Cabildo. Tuvo que ser hacia 1950 cuando vendió a Simplicio y Modesto, según parece, la finca y compró en Sisternas.
Aún en Sisternas se ha podido mantener algún núcleo de edificios y contiene un espléndido museo rural de recomendable visita. Una buena parte de nuestra población ha dado la espalda a este pasado, y museos de este tipo son una herramienta ideal para difundir conocimientos sobre el mundo rural, especialmente entre los escolares. Nadie quedará defraudado por una visita a este museo repleto de sorpresas y de cultura ancestral. Ahí, en los colegios e institutos, es donde está la labor a realizar, aunque muchos de los profesores sean tan urbanos que desconozcan el entorno de una manera total. Este desapego de muchos profesores es un gran obstáculo a la hora de tender lazos entre la cultura urbana y la rural.
Simplicio y Modesto eran de Casas de Eufemia. Con ellos trabajaban una o dos familias como renteros que atendían los trabajos en las tierras de El Cabildo. Como tantos otros, por lo menos una de esas familias era de origen manchego. Estamos hechos de La Mancha. La tienda del tío Julián, que estaba en su propia casa de la Placetilla, surtía a las familias de harina y otras necesidades. De hecho, venían a diario al pueblo a comprar o simplemente a pasar ratos en el bar y con la gente. No hay ni dos kilómetros entre el Cabildo y Los Ruices.
En la actualidad todos estos detalles resultan asombrosos. Pocos podrían vivir en soledad en una casa en medio del campo, a juzgar por algunos indicios como la despoblación de las aldeas. Un pánico terrible se apoderaría del valiente que osase habitar uno de estos caseríos. ¡Cuán diferente es nuestro país! Acabo de visitar las Tierras Altas de Escocia. Un paisaje maravilloso, espléndida muestra de lo que el agua es capaz de proporcionar a la naturaleza y a la sociedad. He estado en pueblos en los que no había ni una decena de casas, y están habitados. Tienen bar dos mañanas a la semana y un pequeño mercado un día. Pero están habitados. No quiero hablar de las carreteras, que tienen mucho en común con las españolas de hace medio siglo. ¿Qué nos ha pasado? Hemos corrido en masa, voluntaria o forzosamente, a las ciudades. ¿Nos hemos modernizado demasiado deprisa? ¿A qué se debe este abandono del medio rural?
Además, me sorprende que estos temas: despoblación, abandono rural, no estén en la primera página de nuestra sociedad. La ciudad, tan pagada de haberse conocido, tan orgullosa de representar la modernidad, no está interesada en este debate. Pero sorprende que ni siquiera en Requena ni en Utiel se hable de esto. Realmente ¿estamos dispuestos a olvidar lo que somos? Sé que muchos de los habitadores de la comarca, especialmente en las ciudades de Utiel y Requena, han roto sus lazos con el mundo rural. Incluso es posible que muchos desconozcan qué hay más allá de los cascos urbanos de estas poblaciones.
Pero el cimiento de la Meseta es su campo. ¿No se va a entrar en este debate nunca? ¿Seguirán nuestros políticos dando la espalda a la realidad? Y ¿qué decir de los medios de comunicación? Las radios están volcadas en la música actual y rehúyen el debate sobre los verdaderos problemas. Las palabras de cualquier político, local o nacional, incluso las que carecen de sentido o son simplemente estupideces, son más relevantes en los medios que el tema de la despoblación. Además, muchos de estos medios, de manera consciente o inconsciente, se convierten en voceros de quienes están en el poder, al transmitir hasta la nimiedad más absoluta de los grupos y las personas que dirigen nuestra sociedad.
Supongo también que se prefiere la evasión y los pequeños temas a las grandes cuestiones, como manera de no abordar lo desagradable y trágico. Tenemos el problema ahí delante y hay que abordarlo. No parece que ni en Valencia ni en Madrid tengan mucho interés por esto, acuciados como están por otras grandes cuestiones. ¿Estamos esperando a que se consume el desastre final? Hay que promover debates y estudios sobre esta cuestión que nos permitan afrontar el futuro en mejores condiciones. No es lo más idílico una comarca apiñada en Requena y Utiel y rodeada de una tierra despoblada.
Como la columna de unas antiguas ruinas clásicas, este bloque de piedra tosca y yeso se yergue en último abanderado en El Cabildo. Una resistencia en vano. La batalla se ha perdido y el aire parece poseído por viejos fantasmas.
Estas dos fotografías del área superior de Arguisuelas podrían ser las de cualquier pueblo de Siria, hoy devastada por una complejísima y espantosa guerra. Cuando el abandono se adueña de una casa comienza un proceso de destrucción que conduce a esto. La parte baja del pueblo está mejor conservada.
El Cabildo también se construyó a base de yeso. Un material que es el mismo cimiento de las viñas en los alrededores, como se puede ver en la imagen inferior.
En Los Ruices, a 16 de agosto de 2017.