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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG

No hay la menor duda. Por si alguien no se había enterado. Por si alguien tiene dudas. Otro mundo es posible, efectivamente. Y eso es lo que da miedo. Porque comienzas a soñar con ese mundo posible. Pero te despiertas del sueño bruscamente y caes en la cuenta de la fantasía. Rebobinas y te enteras que vives aquí no en el mundo de fantasía creado por tu mente.

La culpa he de achacarla a un programa de radio. Porque se pusieron a debatir un tema tan viejo como el ser humano. Se trata de la fidelidad. Para unos es antinatural, porque supone un nivel de renuncias tan alto que induce demasiadas insatisfacciones. Para otros entra en el terreno de la belleza. Finalmente están los fieles a la esencia religiosa de la unión conyugal.

Va y resulta que uno sueña con lo previsible el sexo en forma de sus mitos femeninos adquiridos en el cine. Y aquí la belleza de la Loren es indiscutible. La escena de presexo con Mastroiani en la película de De Sica es terriblemente potente. También por un instante pasea por mi imaginación aquella sublime escena de “La reina de África” en la que Katharine Hepburn, muy digna ella, le dice a Bogart: “La naturaleza, señor mío, es lo que hemos venido a este mundo a superar”. Pero borro inmediatamente esta imagen, sobre todo porque parece demasiado de derechas.

¿Es el sexo democrático? Sí, si la democracia es una cosa privada. Si la democracia es una cosa pública, el sexo democrático es sólo el sexo público. ¡Qué endemoniadamente complicadas son las cosas! Pero el sexo me parece más confortable en las intimidades hogareñas. Los asuntos políticos están lógicamente planeados para la esfera pública. De algún modo, lo público y el sexo están reñidos. ¿Por qué si no nos hacen tanta gracia los chistes verdes cuando estamos en compañía?
En la literatura de la Antigüedad existe un núcleo motivador sustancial: el conflicto entre la ley y el erotismo. Pero no cabe duda que nada hay que le interese menos a eros que la legalidad o la moderación. Por eso para la ley lo erótico siempre está bajo sospecha. Eros y sus desvaríos deben ser regulados para que la vida pública sea posible.

Y todo esto a cuenta de un sueño con la Loren. Siempre me pareció una actriz bellísima, evocadora de tórridas escenas. Pero, claro, siempre rodeada de la inmensa belleza de Roma, con sus calles, sus plazas, sus fuentes.

¿Ha sido un sueño o he visto derramar lágrimas a Obama y poner cara de lechugino mustio a Mas después del “no” de la CUP? Hay quien sueña de otra manera, no hay duda. No es fantasía el placer (¿orgásmico tal vez?) que me produce el calvario del tal Mas. Bueno; calvario, calvario; siempre le quedará el suculento sueldo de expresidente de la Generalidad, el coche oficial y el guardaespaldas. Casi nada.

En Los Ruices, a 6 de enero de 2016.

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