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Requena, 2 febrero 2017/ La Bitácora-JCPG

El proyecto de los nazis para la Europa oriental era que aquellas naciones sirvieran a la grandeza de la alemana. A ello deberían estar supeditados todos los factores: población, recursos económicos, ciudades, pueblos, aldeas, y también el patrimonio. Con esta intención sojuzgaron Polonia e intentaron el control absoluto sobre la URSS. Miles o tal vez más alemanes se aventuraron en el proyecto de instalarse en los nuevos territorios incorporados al Reich, como si nadie estuviese posesionado de ellos; como si fuesen desiertos humanos. Acto seguido, una vez instalados sobre el territorio, había que destruir el pasado, especialmente si era polaco o ruso; algo se respetaba si ese pasado tenía raíces teutónicas, porque, como se sabé, a lo largo de los siglos bajomedievales los caballeros de la Orden Teutónica, secundados por mercaderes y campesinos, habían abierto sus pseudo-colonial en el Este.

Destruir el patrimonio. Arrancarlo de cuajo. Laminar toda memoria histórica. Destruir la personalidad del pueblo polaco, o ruso. Así operaban. Así podían construir un hombre nuevo. Una gran Alemania, recrecida en territorio, sobre fundamentos nuevos. El nuevo hombre. Ario, qué duda cabe.

La lección es clara. La eliminación del patrimonio conduce a la desmemoria, a la despersonalización de cualquier sociedad. Si comento esto, es porque me produce gran preocupación lo que en Utiel sucede con su iglesia. Aquí no actúan los nazis. Utiel no es Polonia ni Rusia. El motor principal de lo que está sucediendo es la desidia, el desinterés y su combinación en una atmósfera de dificultades financieras. Pero si los propios utielanos, primero, y la Iglesia Católica y las autoridades, después, no ponen remedio, Utiel perderá la joya de su patrimonio: la que es, a mi parecer, la iglesia más bella de la Meseta. Una auténtica joya del arte medieval, pura, única. Estoy está en ruina.
 
Si no se pone remedio… Cuando pase el tiempo, cuando la sociedad haya perdido su referente histórico, su pasado, Utiel no sabrá que ha sido, sumido en la amnesia. Quizás resplandezca un nuevo edificio, quizás sea moderno; pero carecerá de las raíces de la iglesia actual. A veces este fenómeno de la desidia de quienes pueden iniciar una obra de reconstrucción o reparación es como un virus que se extiende a la sociedad entera; como si el pensamiento “esto es viejo y no interesa” fuera un lema auténtico. El futuro no pasa precisamente por la destrucción.

En Los Ruices, a 30 de enero de 2017.

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