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EL OBSERVATORIO DEL TEJO/ JULIAN SÁNCHEZ

Tras la última carcasa de nuestras fiestas que suele marcar la proximidad del otoño, se suele escuchar una simbólica deflagración que da inicio a salida hacia la jungla compositora de la nueva amalgama multicolor de partidos políticos entrando en una larga precampaña, la cual está diseñada para desembocar irremisiblemente en una nueva composición del espectro municipalista, cuya disposición será la encargada de asumir las responsabilidades administrativas de nuestro patrimonio municipal durante el próximo cuatrienio.

¿Qué sopa de letras se nos va a presentar y bajo que premisas? Pues, la verdad, esperemos y atendamos, pero atendamos de verdad, no nos dejemos llevar por afecciones personales ni por un cierto afán de revanchismo o resarcimiento personalista, la política es un ente común y como tal debe ser vivido.

En primer lugar y dejando aparte cualquier cuestión didáctica sobre el particular, los ciudadanos/as deberíamos preguntarnos: ¿Qué municipio piensa desarrollar programáticamente cada partido y como determina llevar a cabo su aplicación en toda la duración del supuesto mandato? ¿Qué modelo establece en cuanto a ecología, protección medioambiental, limpieza pública de viales y parques, imagen urbana y externa del núcleo central y sus aldeas cara al turismo y a la buena imagen del municipio? ¿Cómo se va a acometer la consolidación y adecuación del patrimonio urbano, histórico y medioambiental? ¿De qué forma se va a proceder en referencia a la creación del empleo público y a resolver el tema de las privatizaciones? ¿Cómo se va a planificar la progresiva resolución de la deuda municipal, sin que ello tenga consecuencias en el aumento impositivo ni en la rebaja del empleo y los servicios públicos? De momento lo dejo ahí.

Los ciudadanos debemos acostumbrarnos a que en democracia somos los que debemos establecer las premisas que nuestros partidos deben asumir a la hora de enviarnos los candidatos para que se erijan en administradores del gran patrimonio común, y empleo el término “enviarnos” con toda intención, por cuanto mediante la presente ley electoral son ellos los que hacen la propuesta de una lista hecha en la que nosotros no estamos validados para añadir o excluir a nadie; se vota la lista competa o cambias a otra, no hay más.

Hay que exigir la puesta a disposición pública por parte de las diversas formaciones de cada programa y sus diferentes propuestas, y no únicamente mirarlas por encima y ya está, habrá que estudiarlas detenidamente, subrayar sus principales planteamientos y compromisos para, en su día, poderles exigir su estricto cumplimiento situando delante de sus narices el compromiso electoral incumplido.

Nadie puede obligar a nadie a presentarse a unas elecciones, los que en alguna ocasión lo hicimos lo fue a voluntad propia y, en consecuencia, tampoco nadie debe agradecernos en momento alguno el tiempo que dedicamos a nuestro municipio, ni la energía que gastamos en ello, se hizo y ya está. Lo que si deben de pensar cada uno de los hombres y mujeres que se presten a ser incluidos en los próximos roles electorales es que, si resultan elegidos, van a formar parte de un ente público que lo único que moralmente puede proporcionarles es trabajo, dedicación, sacrificio y entrega hacia una causa común, todo lo demás viene a ser, o bien situaciones poco confesables, o equívocos prefijados. Nadie debe ir a una corporación municipal a solucionarse problemas o situaciones personales o a mejorar su sistema de vida particular, todo ello no tiene nada que ver con lo que significa ser regidor municipal en una democracia libre y bien estructurada.
Todo miembro del futuro ente corporativo debe asumir la idea de que, en cualquier momento, puede ser interpelado por cualquier ciudadano/a en orden a un incumplimiento programático o funcional y puede y debe hacerlo no únicamente en el propio Consistorio, sino también paseando por la calle, el servidor público lo es las veinticuatro horas del día. Emntrando en este concepto únicamente podríamos, si acaso, salvaguardar sus horas reglamentarias de descanso.
Todo esto es una norma no escrita, pero si estipulada en el servicio público que hay que asumir y si no se está dispuesto a ello, mejor no presentarse, luego no valen las quejas ni otras componendas, o se está o no se está.

Esperemos que nuestras formaciones políticas así lo entiendan, tanto a nivel colectivo como individual. El regidor más que cargos debe asumir cargas y únicamente la satisfacción por el buen servicio prestado habrá de ser su principal emolumento. Que gran premio para las personas íntegras y de buena voluntad.
Julián Sánchez

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