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LOS COMBATIVOS REQUENENSES / Víctor Manuel Galán Tendero.

Los ejércitos de todos los tiempos se han compuesto ante todo por personas de carne y hueso, con nombres y circunstancias que no siempre conocemos. Las cartas nos han desvelado los sentimientos más íntimos de los soldados que lucharon en la II Guerra Mundial y sus fotografías nos permiten apreciar su aspecto y su semblante.

Los historiadores de épocas anteriores no tienen la misma fortuna, pese a que grabados y creaciones del fuste de La rendición de Breda brinden oportunidades de singular valor. Precisamente en el siglo XVII los archivos españoles deparan datos más que interesantes. De los reclutas de la provincia de Álava de 1663-65 se apuntaron datos físicos como su estatura, su complexión y su fisonomía. La intención era clara: identificarlos con mayor facilidad en caso de deserción, una de las plagas de los ejércitos del rey.

En Requena el corregidor Puigmoltó recibió en 1640 órdenes para localizar a soldados veteranos del lugar, que podrían volver a ser útiles a una Monarquía embarrada en demasiados frentes. Uno de ellos fue Juan Cavero.

De unos veinticinco años, se le describe como un tipo alto, barbinegro y con una cicatriz en su oreja izquierda, resultado de un lance que no se especifica. De buenas a primeras su físico parece encajar con el del capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte, que tanta popularidad ha alcanzado.

Nada se dice de los orígenes de Juan, pero por su edad se nos muestra como un hombre inquieto que quiso probar fortuna en el camino de las armas. Destinado al reino de Valencia, tomó asiento como soldado en la compañía del capitán Juan Fernández de Astorga, que formó parte de la coronelía del duque de Pastrana. Este noble, con fama de derrochador incluso para los generosos criterios aristocráticos de su tiempo, ofreció sufragar a Felipe IV una coronelía o unidad de 1.500 soldados para defender Perpiñán en 1635 de los franceses. El de Pastrana, de una edad muy similar a la de Juan, no entró en combate, pero se hizo pagar bien sus servicios en la resolución de sus pleitos y en la cobranza de rentas.

Al barbinegro Cavero el requerimiento del corregidor le podía servir para pedir licencia para venir a Requena, pero al precio de volver a servir al rey. De pretender desertar, su descripción por muy sumaria que fuera le podría perseguir. A buen seguro que el señor corregidor carecería de la bondad del historiador actual hacia su persona. Los riesgos de ser reconocido no se han circunscrito a nuestros visuales días de Facebook y otras delicias de la globalización.

Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Quintas, 1636-1816 (3.1.1.1.2.3533), ff. 615-630.

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