Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
11/09/19
En al anterior capítulo del Cuaderno de Campo se describía el recorrido que hacía el río Reatillo desde su nacimiento en las proximidades de la aldea chelvana de Villar de Tejas hasta su paso por el caserío de Siete Aguas que recibe el nombre del propio río. En él se fueron citando algunos parajes requenenses aledaños al cauce que tienen gran interés por los valores naturales que presentan. Hoy, pues, toca hacer lo mismo para el sector cherano.
El Reatillo nada más entrar en el término de Chera acoge las aguas del arroyo del Malén , que viene desde la parte de Siete Aguas al noreste del Pico del Tejo. Este es un paraje excepcional por lo quebrado e inaccesible de su trazado. En su fondo, en los años no especialmente secos, se conservan pozas con agua que sirven de bebederos para muchas aves del monte, sobre todo en los periodos más calurosos. Cerca de allí cabe nombrar el manantial subterráneo del Orao al que se accede por una galería de más de 50 metros de longitud: Allí no es raro encontrar a anfibios tales como el sapillo moteado (Pelodytes punctatus) o el sapo partero (Alytes obstetricans) al refugio de las altas temperaturas de los calurosos veranos, como el que estamos viviendo actualmente. Se trata de un curioso pozo que se recarga del agua de lluvia caída a mucha distancia de allí.
Algo más adelante el río va zigzagueando bajo la enorme mole del Burgal. Allí mismo, cerca de la desembocadura del barranco de mismo nombre hay un paraje que recibe el nombre de La Madroñosa. Se trata de un lugar muy escarpado donde hace ya más de veinte años, entre otras aves rupícolas, había establecida una colonia de grajillas que a día de hoy ya no existe. De hecho no era raro por entonces ver sobrevolar buenos bandos, incluso de cien ejemplares, por el entorno agrario de Chera buscando alimento por los campos. Desgraciadamente la especie parece haber entrado en un declive poblacional muy serio en la provincia de Valencia y, al menos aquí en Chera, ya ha desaparecido como reproductora.
El pico del Burgal, con sus 1.119 metros, supone el límite entre Chera y Gestalgar, y apenas a dos kilómetros más al sureste, ya en término de Chelva, tiene continuidad con otra montaña de altura similar, Santa María, con 1.138 metros. Estas cumbres forman parte de un conjunto orográfico en el que se incluyen también la sierra del Tejo, la sierra de Enmedio y la sierra de Los Bosques, que fueron casi totalmente arrasadas por el virulento incendio de julio de 1994. Gran parte de las interesantes formaciones vegetales que allí había quedaron reducidas a cenizas. A día de hoy, veinticinco años después, los montes aún se encuentran en proceso de recuperación.
Afortunadamente, algún paraje se salvó de las llamas y nos sirve ahora para comprobar la magnífica estructura de la vegetación que allí se daba. Por ejemplo merece la pena destacar el pequeño bosque de tejos (Taxus bacatta) que se mantiene a escasa distancia de la fuente de la Puerca, al abrigo de un peñón rocoso de umbría. Los tejos, en realidad, forman parte de un carrascal (Quercus ilex) más o menos húmedo que crece en ladera y donde se dan las condiciones para que crezcan también otros árboles interesantes, como arces (Acer granatense) y quejigos (Quercus faginea), y una completa orla de arbustos entre los que se encuentran el guillomo (Amelanchier ovalis), el madroño (Arbutus unedo), el durillo (Viburnum tinus) y la cinco en rama (Potentilla caulescens), entre muchos otros. Un pequeño jardín botánico del bosque mediterráneo que hoy ha merecido su designación como Microrreserva de Flora de la Comunitat Valenciana y que representa muy bien cómo debía ser la flora primitiva en estos montes.
También conviene destacar el magnífico quejigar que crece a escasa distancia de allí, en el entorno inmediato de los cintos del Burgal que dan más al oeste y al norte. Sin duda se trata del mejor bosque de roble valenciano de todo el término de Chera y muy posiblemente de toda la Meseta de Requena-Utiel. Un lujo botánico con decenas de especies perfectamente representadas allí.
Entre los picos de Santa María y El Burgal discurre el barranco de las Clochas, ya en término de Gestalgar, cuyo reclamo principal lo conforman unos abrigos en los que aparecen unas interesantes pinturas rupestres. Fueron descubiertas en 1979 por el agente medioambiental José Antonio del Valle y estudiadas más tarde por los arqueólogos Pere Guillem y el requenense Rafael Martínez. Estas pinturas son interesantes, entre otras razones, por albergar escenas ganaderas y una curiosa ilustración de un árbol, motivo escasamente representado en las temáticas prehistóricas de estilo esquemático. En cualquier caso una razón más para conocer y valorar estas magníficas montañas.
Desde las cumbres de estas montañas se ofrece un premio más al visitante. Mirando al noroeste se contempla una vista magnífica de la fosa tectónica de Chera. Una invitación perfecta para descubrir la historia geológica de un lugar privilegiado. Desde allí arriba se corrobora la forma de cubeta alargada que presenta Chera y su entorno agrario. Cubeta limitada por fallas que han roto la superficie terrestre en bloques. Se puede apreciar con nitidez suficiente como el bloque central queda hundido con respecto a los laterales a modo de una estructura escalonada debido a fuerzas de distensión.
Cabe decir que todas estas sierras que bordean la fosa de Chera forman parte del sistema Ibérico. Éste fue originado durante el plegamiento Alpino; en concreto por el choque continuado, entre 65 y 23 millones de años aproximadamente, de la antigua placa Ibérica contra la Euroasiática, de mucha mayor entidad. Como resultado se originaron un conjunto de sierras que se extienden, siguiendo una orientación preferentemente noroeste-sureste, desde las sierras de la Demanda y Cameros (Castilla-León y La Rioja) hasta precisamente la provincia de Valencia (rama Castellano-Valenciana).
Durante todo ese tiempo se calcula que la fosa se ha ido hundiendo una media de 700 metros, aspecto que se puede ir deduciendo si uno sigue con atención las explicaciones de los paneles instalados en diferentes puntos de la misma. En 1996 se creó aquí el primer Parque Geológico de la provincia de Valencia por iniciativa de la Universitat de València. A partir de entonces se establecieron unos itinerarios perfectamente señalizados que recorren los principales miradores de la fosa y que muestran muy bien los distintos acontecimientos geológicos que durante ese largo periodo de tiempo acontecieron en la zona. Además se editó una guía didáctica y se abrió un Centro de Divulgación Cultural del Parque Geológico para facilitar la interpretación de los distintos procesos geológicos estudiados.
Desde las cumbres de Santa María y, sobretodo del Burgal se advierte muy bien el fuerte escalón que cierra la fosa de Chera por el norte y por el noroeste. Allí se distingue una nítida línea de cumbres que superan los 1.100 metros de altitud formada por el Cinco Pinos (1.177), el piquillo de las Nieves (1.111) y el Ropé (1.140). Un paseo por sus zonas altas permite disfrutar de rodales de pino rodeno en muy buen estado de conservación así como de unas vistas espectaculares. Desde ese complejo orográfico bajan en fuerte pendiente hacia el llano de Chera varios barrancos de entidad que diversifican notablemente el paisaje. De entre estos destacan el de La Herrada, el de La Ermita, el del Agua, el de La Arcolla y por último, el de Ropé, que sirve prácticamente de separación entre los términos de Chera y de Sot de Chera.
Tanto en ellos como en los propios montes desde donde se inician aparecen grandes farallones rocosos que caracterizan el paisaje cherano. La configuración abrupta de la fosa tectónica así como el paso del propio río, que lleva erosionando sus bancos calizos y dolomíticos desde hace millones de años, permite que un amplio elenco de aves encuentren la tranquilidad necesaria para reproducirse. Existen escarpes de decenas de metros de desnivel que sirven de refugio a unas de las colonias de especies rupícolas más completas de la fauna valenciana. Así allí se establecen aves tan escasas en otros lugares como, por ejemplo, el vencejo real (Tachymarptis melba), el cuervo (Corvus corax), la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) o el roquero rojo (Monticola saxatilis).
Pero aún hay otras que sorprenden más al excursionista que tiene la suerte de descubrirlas en su medio natural. Son las grandes rapaces como el águila real (Aquila crhysaetos), el águila perdicera (Aquila fasciata), el halcón peregrino (Falco peregrinus) y el búho real (Bubo bubo), verdaderas joyas naturales de las que Chera puede sentirse muy orgullosa por albergarlas.
Todos y cada uno de los montes darían para escribir un extenso monográfico sobre su flora y fauna. Por citar algún aspecto de interés, en Cinco Pinos, por ejemplo, la Societat Valenciana d’Ornitologia (SVO) está llevando a cabo en la actualidad un proyecto de estudio de quirópteros forestales en los que trata descubrir la presencia de alguno de los murciélagos más raros de la Comunitat Valenciana como son el orejudo dorado (Plecotus auritus) o el barbastela (Barbastella barbastella). Las buenas condiciones que frecen estos pinares de montaña bien merecen la prospección de estos extraños animales.
El Ropé, el otro titán de Chera, tiene un bosque relicto de tejos en su escarpada umbría que ha merecido también el reconocimiento de Microrreserva de Flora de la Comunitat Valenciana. Buscando el refugio del calor del mediodía junto a los tejos aparecen arces, quejigos, guillomos, y un arbustito, el ononis de hoja rosa (Ononis aragonensis), mucho más frecuente en otras regiones más septentrionales pero que aquí ha encontrado las condiciones ideales para vivir. En la ladera el suelo aparece tapizado por gayubas (Actostaphylus uva-ursi) y, llamativamente en el roquedo crece una planta singular y poco habitual en el ámbito de Requena-Utiel, la lechuga de roca (Hieracium loscosianum). Un encanto de lugar.
Mención aparte tiene la cascada de la Garita, otra referencia fundamental de la naturaleza cherana. Se trata de un salto de agua que ha originado un bello paisaje travertínico y que ha sido designado por la Unión Europea como hábitat de conservación prioritaria. En realidad es un manantial petrificante, es decir, cuya acción de las aguas genera un tipo de roca caliza muy especial: la tosca. Se localiza muy cerquita de la ermita de Chera, en un paraje fresco y húmedo poblado por cerezos (Prunus avium) y coronado por una valiosa cueva que puntualmente sirve de refugio para alguna especie de murciélago, especialmente para los de herradura; grande (Rhinolophus ferrumequinum) y pequeño (Rhinolophus hipposideros), sobre todo.
Por último habría que destacar que el fondo de la fosa tectónica, relleno de sedimentos terciarios y cuaternarios, también tiene interés desde el punto de vista de la biodiversidad. La mayor parte de su superficie está destinada al cultivo de olivos y almendros, abancalados entre numerosos ribazos y setos vivos que sirven de refugio a muchos animales. Entre los mamíferos destaca la presencia de erizos (Erinacus europaeus), de comadrejas (Mustela nivalis) y de lirones caretos (Elyomis quercinus), que se esconden durante el día en las manchas arbustivas y pinares isla, pero que luego campean de noche en busca de alimento por los medios cultivados. Incluso no son raros los encuentros con ellos en las mismas inmediaciones del pueblo, como bien saben sus propios habitantes.
Entre los reptiles ligados al paisaje cultivado hay que resaltar el papel que juegan los lagartos y los ofidios. En Chera se han podido citar las dos especies de lagartos que habitan la península Ibérica: el ocelado (Timon lepidus), mucho más habitual, y el bético (Timon beticus), de colores más pálidos y que, por fin en los últimos meses ha podido confirmarse su presencia aquí y en otros puntos de la comarca. Y en lo que respecta a las culebras, Chera se convierte en un verdadero paraíso para estas magníficas criaturas. Allí abundan varias de sus especies, principalmente en los mosaicos agroforestales bien conservados. En estos ambientes se citan sobre todo la bastarda (Malpolon monspessulanus), la de escalera (Zamenis scalaris) y la de herradura (Hemorrhois hippocrepis). Pero incluso, en las abundantes balsas de riego y manantiales que tiene Chera en el fondo de su valle proliferan otras dos culebras más ligadas al medio acuático: la viperina (Natrix maura) y la de collar (Natrix astreptophora), esta última ciertamente escasa en otras localidades de Requena-Utiel.
Hay que recalcar el importante papel que tienen las balsas de riego en el medio natural. Chera es famosa por sus numerosas fuentes, muchas de las cuales cuentan con balsas que no sólo sirven para regar los campos sino que también proporcionan enclaves muy valiosos para decenas de animales. Escarabajos acuáticos, chinches, arañas, libélulas o anfibios aparecen entre un ejército de pequeñas criaturas que frecuentan estos puntos calientes de biodiversidad.
Pero, otra vez más, son las aves las que disparan las cifras de especies también aquí, en el fondo de la cubeta tectónica. Es un verdadero lujo pasear a primera hora por los campos de cultivo cercanos al pueblo y descubrir la incesante actividad de los pájaros. Además es muy entretenido recorrer ambientes diferentes (olivares, baldíos, pequeñas manchas de matorral o de pinar, sotos riparios de barrancos, o incluso el mismo casco urbano) descubriendo las distintas especies que los ocupan.
No hacen falta más que unos prismáticos y una guía de campo para disfrutar de una bonita mañana. Y no es necesario salir desde lejos. Todo lo contrario. Un itinerario sencillo desde la fuente del Barrio, por ejemplo, subiendo cauce arriba por el barranco del Agua hasta la Fuente Gabriel o la Balsa de la Boquera, es más que suficiente para reunir un buen puñado de aves bien hermosas. Ahora en esta época: oropéndolas (Oriolus oriolus), torcecuellos (Jynx torquilla), alcaudones comunes (Lanius senator), collalbas rubias (Oenanthe hispanica), golondrinas (Hirundo rustica), ruiseñores comunes (Luscinia megarhynchos) y zarceros comunes (Hipolais polyglotta). Y junto a éstas otras presentes todo el año como escribanos soteños (Emberiza cirlus)y montesinos (Emberiza cia), herrerillos comunes (Cyanister caeruleus), currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala), pardillos (Linaria cannabina) y piquituertos (Loxia curvirostra), entre otros muchas.
Pero volvamos al Burgal, excepcional atalaya desde donde se divisa en su conjunto la fosa tectónica de Chera. Allá abajo, a unos 600 metros de desnivel desde la cumbre, discurre el río Reatillo dando sus últimos quiebros antes de que sus aguas se embalsen en la presa del Buseo.
Aunque es una infraestructura artificial, el embalse del Buseo supone un atractivo puntual para algunas especies de aves acuáticas durante la invernada. En concreto aquí destaca la presencia de los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) que, en números que suelen variar cada año en torno a unas pocas unidades o decenas, son atraídos por la riqueza piscícola de sus aguas.
En los meses en que se producen los pasos migratorios la presencia de aves es mucho mayor. Incluso en época de cría se constata la reproducción de alguna pareja de ánade azulón (Anas platyrhynchos) y de chorlitejo chico (Charadrius dubius) como especies más interesantes.
Cerca ya de la presa del pantano desemboca un hito geográfico muy importante también de la geografía cherana: el barranco de la Hoz. Se trata de un torrente que viene desde los llanos de Marjana y de la Peraleja, allá en los términos municipales de Chiva y de Gestalgar respectivamente, pero que se encajona fuertemente al entrar en el de Chera dejando un profundo y estrecho tajo en el terreno. Una geología espectacular, repletas de variadas formas de vida asociadas otra vez a la roca, ofrece al naturalista muchísimas referencias para estudiar.
A partir de la presa el río atraviesa un imponente desfiladero repleto de covachas y precipicios hasta entrar en el término municipal de Sot de Chera, un poco antes del Molino de las Fuentes. Justo entonces el curso fluvial cambia de nombre y pasa a ser conocido como río Sot. El resto de su recorrido hasta desembocar en el río Turia es ciertamente valioso, pero eso ya no entrará en el presente ensayo de nuestra naturaleza comarcal.
El río Reatillo, protagonista de un paisaje inigualable. A su paso se han ido labrando decenas de parajes a cada cual más bello y relevante. Su extraordinaria importancia natural justifica el reconocimiento oficial en forma de diversas figuras de protección. Sin embargo, en todas ellas ha faltado criterio en reconocer sus distintos ámbitos territoriales.
Así, en lo que respecta a la inclusión en la Red Natura 2000 (Zona de Especial Conservación de la Sierra del Negrete y Zona de Especial Protección para las Aves del Alto Turia y Sierra del Negrete) se han quedado fuera de su paraguas áreas muy valiosas como la vertiente requenense de la sierra de Juan Navarro que da al río, la sierra del Tejo, el barranco del Malén y las sierras del Burgal y Santa María. Es incomprensible y, ciertamente, inadmisible.
Y en cuanto al parque natural de Chera-Sot de Chera, tanto de lo mismo. En 2008 la Societat Valenciana d’Ornitologia elevó un informe al Ayuntamiento de Requena y a la Conselleria de Medi Ambient de la Generalitat Valenciana argumentando la necesidad de incorporar al menos la superficie requenense citada anteriormente al marco territorial del recién creado por entonces parque natural. Recordemos que su declaración fue efectiva en el año anterior mediante el decreto 21/2007, de 16 de febrero, pero únicamente teniendo en cuenta una parte de los términos de Chera y de Sot, dejando también fuera áreas de indudable interés natural.
Está claro que entonces prevalecieron otros intereses más relacionados con el fomento de los parques eólicos que se querían construir en las sierras del Tejo y del Burgal-Santa María, como de ciertos planes urbanísticos, especialmente en Chera. Es necesario, pues, que todo el ámbito territorial considerado en el valle del Reatillo tenga iguales figuras de gestión administrativa.
Todavía son muchos los factores que amenazan el frágil equilibrio ecológico de estos montes, tanto dentro como fuera de los ámbitos declarados como susceptibles de protección. La lista daría para un artículo exclusivo, pero hay alguno que desde luego cabe nombrar ahora.
Quizás el más grave sea la intención de continuar con el Plan Eólico Valenciano en lo que respecta a la sierra del Tejo. Recordemos que esta sierra forma parte de un complejo orográfico que cae dentro de la zona nueve de dicho plan. También lo formaban las sierras de Juan Navarro y las del Burgal-Santa María, pero afortunadamente su implantación fue desechada por el grave impacto ambiental que iba a generar. No se consideró, sin embargo, la erradicación total de los aerogeneradores proyectados en la del Tejo o en la del Negrete, por lo que todavía sigue el riesgo de su ejecución.
Otros problemas que cabe citar en el valle del Reatillo son la abusiva extracción de agua por diversas fincas, el vallado con fines cinegéticos de enormes superficies de terreno, la práctica abusiva de la caza, las molestias por presencia humana en determinados lugares especialmente sensibles (como por ejemplo zonas de nidificación de rapaces rupícolas en determinadas fechas), el creciente arranque de olivos centenarios para usos en jardinería ornamental o para leña de calefacción, o la intrusión de peces exóticos tanto en el río como en el embalse del Buseo e incluso en las balsas de riego.
Nunca será tarde para reclamar lo que es de justicia para este bello lugar. El valle del río Reatillo tiene una importancia natural indiscutible que necesita el respaldo administrativo para hacer frente a su preservación futura.
Ojalá escritos como éste ayuden a que la sociedad conozca un poco más este valioso espacio natural y se sensibilice de cara a su protección.
El río Reatillo, un espacio natural que merece la pena conocer y conservar.
JAVIER ARMERO IRANZO
Dedicado al gran naturalista cherano Juan José García Ayllón, por su enorme sensibilidad con la naturaleza de su pueblo y por su incansable lucha por preservarla para las generaciones futuras.