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Requena (14/11/17) .Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /

Tibia tarde de otoño a mediados de noviembre. Se agradecen los últimos rayos de sol. El cielo está raso y pronto descenderán las temperaturas. Un soplo de aire todavía agradable mece las amarillas hojas de los chopos. Muchas de ellas están a punto de caer; otras ya tapizan el soto fluvial.

El río Magro se abre camino entra la feraz vega. Los viñedos muestran ahora sus hojas pigmentadas de colores. Rojos y amarillos contrastan con los ocres de las tierras de cultivo. Bonito atardecer.

Bellos paisajes que se tornan mágicos para la sensibilidad del naturalista, del pintor y del poeta. Y también de las mujeres y hombres del campo que saben apreciar el tesoro natural que tienen ante sus ojos. El campo destila paz, tranquilidad, armonía y bienestar. Y el río rezuma de vida.

Valiosas arboledas orlan el cauce. Y en ellos se desarrollan magníficos zarzales, carrizales y eneales. Escondites de multitud de aves, muchas de ellas desconocidas por el paisano. Y además, libélulas, caracoles, mamíferos, anfibios y reptiles, entre tantas otras inadvertidas criaturas que dan valor biológico al espacio natural. Color y movimiento, pues.

El Magro; el río de la vida.  El espacio natural que vertebra el corazón de la comarca. Utiel y Requena, Requena y Utiel; dos capitales hermanadas por un río. No es un río cualquiera; no. Es nuestro río. El Magro, u Oleana; el río de los olivos, como antiguamente se le conocía por aquí. Bien se merece un Cuaderno de Campo. Y, muy a gusto que lo escribo. Aquí va.

Afluente del río Júcar, el Magro se le une en el término municipal de Algemesí, cerca ya de su desembocadura en Cullera. Tiene una longitud de 126 kilómetros, todos en la provincia de Valencia,  y drena una superficie aproximada de unos 1.543 kilómetros cuadrados. Importante cauce, pues, a nivel provincial.

Es un río estructural, ya que su curso discurre aprovechando las discontinuidades del relieve de origen tectónico. Así, el Magro circula por depresiones terciarias, en Requena-Utiel o en Turís, y por alineaciones ibéricas. Pasa por los municipios de Caudete de las Fuentes, Utiel, Requena, Yátova, Macastre, Alborache, Turís, Montroy, Real de Montroy, Llombay, Alfarp, Catadau, Carlet, l’Alcudia y Algemesí. Tiene un caudal escaso y sumamente irregular, condicionado por los fuertes estiajes del verano y por las aportaciones más abundantes en otoño y primavera, principalmente.
El Alto Magro
El río se origina por la confluencia de las aguas procedentes de la rambla de La Torre y del río Madre o de Cabañas. Este último a diferencia de la primera, dispone de un caudal de aguas permanente desde el mismo casco urbano de Caudete de las Fuentes.

El río Madre nace a unos 1.010 metros de altitud en el término de Camporrobles, en la vertiente norte del Cerro Pelado. Pasa por las inmediaciones de Fuenterrobles, pero no es hasta el término de Caudete de las Fuentes cuando lleva caudal permanente. Concretamente lleva agua a partir de los manantiales de la Fuente Grande, Fuente Chica y Encañete, de ahí que la población recibe el nombre de Caudete de las Fuentes.

La rambla de La Torre, por su parte, tiene el nacimiento en el manantial de la Fuente de Ranera, en el Cerro Cerezo; ya en la sierra de Mira y en las cercanías de la población de Casillas de Ranera (provincia de Cuenca). Allí sí que lleva agua permanente, por lo que el nacimiento del Magro, también se podría atribuir a esta zona. Sin embargo, poco después, por infiltraciones en el terreno, deja de llevar caudal y tan solo discurre agua en épocas de lluvias.

El cauce pasa, con clara dirección N-S por la periferia de los cascos urbanos de Sinarcas y La Torre (Utiel), y muy cerca de los de Las Cuevas, Los Corrales y Las Casas, también pedanías de Utiel. Próximas a esta población, las fuentes de La Alberca y del Cristal aportaban agua al cauce por la acequia de Viñuelas. Sin embargo, en la actualidad su caudal procede, eminentemente, de una surgencia cercana a Utiel, que al unirse con las aguas del río Madre en el paraje conocido como El Sebillar, da inicio al río Magro, propiamente dicho.

A partir de aquí, circunvala Utiel por el oeste y sur encauzado en una lamentable caja de hormigón que impide el crecimiento de un soto ripario, hasta pasado el puente sobre la autovía Madrid-Valencia, donde prosigue encajonado durante tres kilómetros más, pero ahora entre taludes de tierra sobreelevados.

Desde allí, siguiendo una orientación noroeste-sureste, pasa por la vega aluvial cenozoica de la meseta central de la comarca de Requena-Utiel. Bonita y querida Vega del Magro.

Concretamente discurre por las aldeas requenenses de Calderón, San Juan, Barrio Arroyo, San Antonio, Roma, El Derramador, El Azagador y El Pontón. En este sector son habituales las surgencias laterales que refuerzan el caudal del río, como por ejemplo la Fuente de Santa Catalina, cerca de San Antonio, o las fuentes Flores y Fuencaliente, próximas ya a Requena, y todas ellas en la margen izquierda del cauce.

Además existen varios barrancos que desaguan en época de lluvias al río y complementan su caudal, como por ejemplo el barranco de Los Cañizos en San Antonio, las ramblas de la Casa Nueva y de Reinas en Requena, por la vertiente norte, y los barrancos de la casa Mosca en Roma y Hondo en El Derramador, por la vertiente sur. A este último van a parar los caudales procedentes de la depuradora de aguas residuales de la Vega, que limpian gran parte de las aguas fecales de las aldeas de la zona, especialmente de San Antonio.

Viñedos y huertos que ahora, por sus bellos colores,  llaman la atención de los paseantes que aprovechan las últimas horas del día antes de guardarse en sus casas a pasar la noche.

A continuación el Magro discurre por la parte sur del casco urbano de Requena, separado de este por una estrecha y aún rica huerta. A partir de aquí, ya se va encajonando entre los modestos montes de La Serratilla, aguas debajo de la ermita de San Blas, y sobre todo entre la sierra de La Herrada o de Las Cabrillas, donde atraviesa imponentes bancos calizos de período cretácico que conforman unos desfiladeros y congostos especialmente ricos para las aves rupícolas. De la vega al monte, pues. Y a cada cuál más bonito paisaje, y más biodiverso.

Después, el valle se abre a la altura de la pedanía requenense de Hortunas por poco espacio, ya que la sierra Martés, al sur, y la sierra de Malacara al norte, vuelven a cerrar el paso del río ofreciendo también bellos parajes quebrados y montanos hasta llegar al embalse de Forata, ya en el término municipal de Yátova.

Poco antes de Forata destacan los aportes hídricos del río Mijares, que con una longitud de 12,1 kilómetros, drena una superficie de 121,8 kilómetros cuadrados. Su origen procede del barranco de Villingordo del Fraile, en término de Siete Aguas, y que junto con el barranco del Fresnal, en Buñol, forma primero el barranco del Quisal y poco después, cuando ya lleva agua, el río Mijares.

El río Mijares, bonito arroyo de montaña de aguas cristalinas, y que separa las sierras de Las Cabrillas y de Malacara, en gran parte de su corto recorrido. Otra visita obligada.

Hasta aquí se podría denominar curso alto del Magro, motivo del ensayo de hoy.

Viñedos y montes. Esos son los paisajes del Alto Magro; denominación que, por cierto, no me suena nada mal para una comarca en la que sus ciudades principales no terminan de ponerse de acuerdo en una toponimia que las represente. Viñedos y montes que encuentran en el curso fluvial que los baña un reservorio de vida vegetal y animal realmente sorprendente.

Así, en lo que respecta  a la comunidad de plantas que crece en el propio cauce del río o en su área de influencia se ha de destacar el importante papel dinamizador de la biodiversidad vegetal de toda una demarcación entera. Y ello gracias a las especiales condiciones de humedad que allí se dan y que permite que existan taxones que de otra manera no podrían darse.

Desde el propio borde del agua hasta el límite con la vegetación del paisaje circundante se establecen tres fajas paralelas al cauce, pero que no siempre son detectables en su recorrido debido a la ancestral degradación del soto ripario. Estas bandas la componen las saucedas, las choperas y las olmedas.

Sin embargo, a nivel del propio lecho del río también existe una interesante comunidad de especies palustres que habitan, sobre todo, los tramos de circulación más lenta. Allí existen tollos y remansos que posibilitan el arraigo de plantas propias de humedales como el carrizo Phragmites australis o la enea Typha latifolia. Hay tramos del Magro, como el que une el casco urbano de Utiel con el caserío requenense de Los Tunos, de tres kilómetros de longitud, que está cubierto en su práctica totalidad por este tipo de formaciones y que resulta de especial importancia para la invernada de aves palustres tan extrañas en las tierras del interior provincial como los pechiazules Luscinia svecica, los escribanos palustres Emberiza schoeniclus o los pájaros moscones Remiz pendulinus, por citar a algunas de ellas.

La primera banda de vegetación ribereña la componen las saucedas. Éstas crecen en las zonas colindantes con la propia corriente de agua, ya que son formaciones con grandes exigencias hídricas. Son bosquetes compuestos por distintas especies de sauces como Salix eleagnos o Salix purpurea. En ocasiones, sin embargo,  pueden estar acompañados por fresnos de hoja estrecha Fraxinus angustifolia, aunque ello sólo se da en ciertos sectores del desfiladero que produce el río a su paso por La Herrada y el valle de Hortunas. En el estrato arbustivo es realmente dominante la zarzamora Rubus ulmifolius, que llega a formar densos e intrincados setos, y el saúco Sambucus nigra, que igualmente coloniza grandes tramos fluviales.

Las choperas se hallan algo más al interior, en íntimo contacto con las saucedas. En ellas domina el álamo blanco Populus alba, que forma bellos bosques de ribera en muchos tramos. Así, aparecen tanto en la vega cultivada (en San Juan, San Antonio o Roma, por ejemplo) como en parajes más montanos, destacando las ubicadas en el entorno del Molino Marina en pleno cañón fluvial de Las Cabrillas. Arbustos espinosos como el majuelo Crataegus monogyna se dan típicamente también por aquí y acogen a variada fauna ornítica: currucas, tarabillas, colirrojos, mosquiteros entre muchas otras especies.

Y por último, las olmedas, que representan las formaciones riparias que dan paso a la vegetación potencial que rodea el curso fluvial. Están constituidas por un estrato arbóreo de olmos Ulmus minor, en los que son muy habituales especies trepadoras como las hiedras Hedera helix y otras especies ya propias del monte contiguo. También aparecen, incluso, árboles alóctonos que los paisanos fueron plantando con función puramente ornamental o para dar sombra a los ganados, como el plátano Platanus hybrida o la falsa acacia Robinia pseudoacacia. Desgraciadamente, la terrible enfermedad de la grafiosis ha arrasado las principales olmedas de la localidad en los últimos años, quedando apenas pies jóvenes que parecen resistir al ataque de esa devastadora epidemia producida por la infección de un hongo.

Sin embargo, esta división en bandas paralelas al sentido de la corriente no está tan clara en los últimos sectores del Alto Magro. Aquí aparece otra formación ribereña que cobra más entidad conforme se disminuye en altitud. Se trata del adelfar, formado por la conocida adelfa Nerium oleander, que empieza a aparecer a partir de la Fuente de la Canaleja, aguas abajo del valle de Hortunas.

Un tesoro vegetal que bien merece ser conocido y conservado, las riberas del Magro. Y ahora, en la época que nos encontramos, vestidas con sus colores más bellos.

Por destacar algún paraje ribereño en esta época sugiero la visita al sector limítrofe entre los términos de Requena y Yátova. Allí, aguas debajo de la fuente de la Canaleja, justo al acabar el vallejo de Hortunas, el río se encajona entre las faldas de la imponente sierra Martés. Ahora aquello es una verdadera delicia para el excursionista.

La Canaleja, el Hinojar o el antiguo campamento de Tabarla son bellos parajes atravesados por el río Magro realmente valiosos desde el punto de vista de la flora silvestre. Densos pinares con abundancia de madroños Arbutus unedo, durillos Viburnum tinus y carrascas Quercus ilex, pero sobre todo, quejigos Quercus faginea, guillomos Amelanchier ovalis y fresnos de flor Fraxinus ornus que adquieren ahora mayor visibilidad en el paisaje. Y en ellos bulle la vida.

Pocos lugares comarcales me atraen tanto ahora como estos apartados rincones. Por allí se mueven discretamente las becadas Scolopax rusticola, acentores Prunella modularis o los escribanos soteños Emberiza cirlus, por citar algunos elementos que componen una comunidad ornitológica realmente completa e interesante.

Días repletos de actividad, y crepúsculos en los que el ulular del búho real Bubo bubo llena de grandeza los barrancazos de la sierra Martés. Noches en los que el chapoteo de los jabalíes Sus scrofa hozando en los frescos pastos de las orillas acompaña al sonoro discurrir del agua. Y amaneceres en los que el macho montés Capra pyrenaica, desde una peña sobresaliente entre pedrizas y estrechuras, parece presidir el feudo del río de la vida.

El Magro; el río de la vida. En el próximo Cuaderno de Campo hablaremos de sus animales. Da mucho para contar, desde luego. Pero no hay problema; será un placer.

Mientras tanto, el río me espera. Y como he empezado diciendo, atardece. No hay tiempo que perder.

JAVIER ARMERO IRANZO

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