Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo / 16 de julio de 2019
Demasiadas veces, cuando se abordan asuntos relacionados con el medio ambiente, y en concreto con la biodiversidad, acaba uno dándose cuenta de que las cosas no van nada bien. De que en ese binomio ser humano-naturaleza es esta última la que se suele llevar la peor parte. Pérdida de hábitats, polución de ecosistemas enteros y reducción de efectivos de muchas especies; o incluso extinción irreversible de las mismas son consecuencias fatales de esa relación.
La experiencia de tantos años analizando los problemas ambientales en todo el globo no deja mucho para la esperanza y el optimismo. Sin embargo, y afortunadamente, no siempre esto es así. Hay ejemplos por todo el planeta que merecen ser destacados. Y no sólo por lo intrínsecamente buenos que resultan sino por la convicción que reportan al espíritu ecologista de que aún estamos a tiempo de cambiar las cosas y que ni mucho menos todo está perdido.
La protagonista del artículo de hoy, la nutria, no es sólo un magnífico ejemplo de una especie emblemática salvada de la desaparición de un país, o incluso de todo un continente, sino que también se convierte en un aliento de optimismo para el resto de seres vivos amenazados. Referencia válida de que con una visión conservacionista pero a la vez responsable y sostenible con el desarrollo humano se pueden salvar muchas otras de una más que probable extinción.
¿Y por qué precisamente tratar la nutria en estos ensayos de naturaleza comarcal? Pues muy sencillo; por su reciente reaparición en la Meseta de Requena-Utiel tras varias décadas ausente de ella.
Como un pequeño milagro, el más singular de nuestros mamíferos carnívoros, y si ustedes lo permiten, el más señorial de todos ellos ha vuelto a nuestros cauces. Una gran noticia; una esperada misiva que hay que celebrar por todo lo alto. El retorno de la nutria; la vuelta de la gran dama del río. Veamos cuál ha sido su reciente historia.
La nutria, Lutra lutra, pertenece a la familia de los mustélidos, por lo que está emparentada con garduñas, turones, comadrejas y tejones. Pero a diferencia de éstos, de hábitos netamente terrestres, la nutria se ha adaptado perfectamente a una vida anfibia. De hecho es tanta su ligazón al agua que sus territorios vitales inequívocamente se establecen en ríos, ramblas, marismas o incluso embalses, siempre y cuando se den dos condiciones fundamentales: una densidad apropiada de peces y otros animales acuáticos de los que se alimenta, y un cierto refugio en sus orillas donde poder llevar a cabo la reproducción y la crianza de sus cachorros.
La fisonomía de la nutria viene marcada por las extraordinarias adaptaciones al medio tras millones de años de evolución. No hay más que fijarse en los detalles de su cuerpo perfectamente diseñado para una vida ligada al agua. Su cuerpo alargado y musculoso y una maciza y potente cola que sirven para impulsarse bajo la superficie. Cráneo alargado y aplanado y orejas reducidas a la mínima expresión le configuran una silueta altamente hidrodinámica. Patas dotadas de membranas interdigitales y pelo lustroso y apretado, complementan el equipo de buceo.
Sus ojos son capaces de ver a la perfección a sus presas en sus rápidas persecuciones subacuáticas, incluso en aguas turbias y movidas; y unas vibrisas táctiles muy sensibles a los movimientos del agua son eficaces herramientas dispuestas en su rostro. Desde luego un mustélido muy peculiar fruto de una radiación divergente hacia un nicho ecológico que había que ocupar.
Extraordinario aspecto del de la nutria. Qué animal más bonito; pero qué exclusivo es su hábitat. La nutria en los ecosistemas mediterráneos de por sí es un animal mucho más escaso y localizado que el resto de carnívoros terrestres ya que el ambiente que necesita está claramente más restringido. Desgraciadamente esos mismos requerimientos ecológicos tan estrictos la hace mucho más vulnerable que otros a las alteraciones de su biotopo. Y ahí es precisamente donde empezó el declive de esta magnífica criatura.
Hasta mediados del siglo XX la nutria estaba muy bien distribuida por la geografía nacional. Se sabe bien que se extendía por todas las provincias a excepción de Almería, por su práctica inexistencia de cauces fluviales de cierto caudal. Hasta entonces era un animal más o menos bien repartido, aunque es cierto que la persecución directa a que estaban sometidas muchas poblaciones por el comercio peletero o simplemente por considerarla una competidora para el colectivo pescador hizo mermar seriamente los efectivos de muchas provincias.
Sin embargo, a raíz de un desarrollismo económico e industrial muy poco respetuoso con la naturaleza, muchísimos ríos españoles fueron contaminándose con los vertidos de metales pesados, detergentes, productos organoclorados y otros compuestos químicos especialmente durante las décadas de los 50, 60 y 70. El panorama ambiental de la época fue sencillamente desolador. Uno de los ejemplos más tristes que cabe mencionar, ya no sólo a nivel valenciano sino también a escala nacional, fue el de nuestro querido río Magro. El viejo Oleana, que aún a principios de los 90 agonizaba repleto de espumas y malos olores. Tristes recuerdos de uno de los cauces más valiosos del este ibérico en cuanto a paisaje y biodiversidad.
Para colmo a partir de la posguerra española se fueron construyendo aquí y allá presas y más presas que condicionaron para siempre el régimen natural de los ríos y que, además, supusieron unas barreras difícilmente franqueables para unas poblaciones ya muy menguadas por los efectos de la caza y/o la polución.
La alteración de la calidad de las aguas y de su dinámica natural trajo consigo la disminución de las presas potenciales de la nutria, y por tanto la disminución de efectivos de ésta. Pero también, y no menos importante, la acumulación de sustancias altamente nocivas en sus tejidos corporales por su posición en la cúspide de la pirámide trófica fluvial. La contaminación la llevó inexorablemente a su desaparición de gran parte de la red hidrográfica nacional. El drama estaba servido. En apenas unas décadas la nutria era ya sólo un recuerdo para las gentes de más edad del medio rural, especialmente de la mitad este peninsular. Desgraciadamente, Requena-Utiel no fue una excepción.
En Europa la situación fue muy similar durante aquellos años. De estar distribuida por prácticamente todo el continente europeo, desde los ríos de la alta montaña hasta los cursos bajos e incluso las mismas desembocaduras de la vertiente atlántica pasó en unas pocas décadas a extinguirse de regiones enteras por las mismas razones que en España. Así desapareció totalmente de los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, y estuvo a punto de hacerlo también en Italia, Inglaterra, Suecia, Dinamarca o la antigua Alemania Federal. Otros países, como por ejemplo Francia, Austria, Polonia o Noruega, sufrieron una severa contracción de sus áreas de distribución. Solamente los países del este europeo y otros como Finlandia o Irlanda estuvieron a salvo del retroceso poblacional del mustélido. Desarrollismo versus protección de la naturaleza; el ocaso de una especie. Allí y aquí.
Parece ser que en la Comunitat Valenciana la nutria vivía en los principales cauces fluviales a principios del siglo XX. En concreto se sabe de su presencia por entonces en el Bergantes y otros afluentes de la cuenca del Ebro, en el Mijares, en el Palancia, en el Turia, en el Júcar incluyendo sus principales afluentes (Magro y Cabriel), en el Serpis y en el Segura. Sin embargo, ya a finales de la centuria, hacia 1980 apenas quedaban ejemplares recluidos en el Bergantes, y en los cursos altos del Mijares y del Turia (Rincón de Ademuz y La Serranía), y ocasionalmente algún individuo en el Cabriel (Meseta de Requena-Utiel) y en el Júcar (Valle de Ayora).
Afortunadamente para la nutria las cosas han cambiado para mejor. Su situación ha dado un giro radical en los últimos tiempos principalmente por dos razones: la protección de la especie y la mejora de su hábitat. Se han promulgado leyes en esos aspectos que han resultado ser ciertamente efectivas, y unas pocas generaciones han bastado para que las nutrias vayan retornando a los lugares en donde vivieron desde la noche de los tiempos. Al menos en aquellos no demasiado lejanos de donde aún quedaron ejemplares que han servido de fuente de expansión.
En la actualidad a las nutrias ya no se les persigue. Su captura o muerte está sancionada penalmente. Los ríos, además, han mejorado mucho la calidad de sus aguas. Ya no se vierte indiscriminadamente a los cauces; los polígonos industriales y los núcleos de población cuentan con estaciones depuradoras de aguas residuales que, unas más eficientes que otras, han contribuido a mejorar el aspecto de los ríos.
Hoy ya hay nutrias por casi todas las provincias de España. Su presencia se ha incrementado notablemente en todas las cuencas hidrográficas del país. Los medios de comunicación de vez en cuando nos alegran el día contando la vuelta de la especie en tal o cual sitio. Por ejemplo este mismo año se anunciaba que la nutria se encontraba ya a las mismas puertas de la ciudad de Valencia. Que las citas que se venían recogiendo en los últimos años indicaban que la especie cada vez iba ocupando sectores más bajos del río Turia (Pedralba, Villamarxant, Ribarroja), pero que ya se habían comprobado indicios de presencia en Manises y en Quart de Poblet.
También se ha venido publicando recientemente avistamientos de la especie en parajes emblemáticos de la llanura litoral como el Prat de Cabanes o el Fondó d’Elx, en las provincias de Castellón y de Alicante, respectivamente.
¿Y en Requena-Utiel, cuál es la situación actual? Pues muy favorable, la verdad. De estar prácticamente desaparecida del río Cabriel en los años 80, su presencia empieza ya a generalizarse hacia finales de los 90, y ya es ciertamente habitual detectar sus rastros en lo que llevamos de siglo. Allí ocupa todo el sector del río, desde la presa misma de Contreras hasta la confluencia con el Júcar a la altura de Cofrentes. Incluso su presencia se extiende por las principales ramblas de su cuenca hidrográfica: la Albosa-Caballero (incluyendo sus arroyos aledaños como la Alcantarilla o los Morenos) y la de Hórtola.
La apertura de la autovía Madrid-Valencia sostenida por enormes pilares sobre el embalse de Contreras en los años 90, con el consiguiente descenso de tráfico en la antigua carretera nacional, debió beneficiar notablemente las posibilidades de expansión geográfica de la especie a partir de sus efectivos situados aguas arriba del pantano. Cabe suponer que el trasiego continuado de vehículos de la antigua carretera justo por encima de la presa debió constituir una barrera prácticamente infranqueable para este animal.
Al poco de abrirse la nueva variante empezaron aparecer muestras de la presencia del animal aguas debajo de Contreras. Y la expansión ha sido rápida y generalizada.
Pero no sólo en el Cabriel hay nutrias actualmente. Desde 2013 se ha constatado la presencia de ejemplares en el Magro; y eso sí también es otra gran noticia. Se han detectado sus rastros aguas arriba del embalse de Forata: en Tabarla, en Hortunas, en la Herrada e incluso en la propia vega agrícola entre Requena y Caudete. Un motivo de alegría tras los duros años en que el Magro se convirtió en una cloaca. Desde luego no parece que haya muchos ejemplares, pero la nutria pone el colofón a un espacio natural de primer orden que necesita de la atención de toda la sociedad para seguir con su recuperación.
Se ha venido discutiendo en los ambientes naturalistas cuál ha podido ser la procedencia de estos individuos. Hay quien no ve descabellada la hipótesis de que hayan remontado el Magro desde su confluencia con el Júcar a partir de la expansión de la especie por este río. Pero parece que la opción más probable es que algunas nutrias hayan podido saltar de cuenca atravesando los montes que separan las ramblas tributarias del Cabriel con el alto Magro (bien por la vega o bien, mucho más abajo por la rambla de la Fuen Vich u otros barrancos cercanos). Recordemos que la nutria, a pesar de que se trata de un animal íntimamente ligado al medio acuático es capaz de realizar dispersiones de gran recorrido por tierra.
También se ha confirmado la presencia de la nutria en los dos principales afluentes del Turia que vienen desde nuestra comarca: el Regajo (Sinarcas) y el Reatillo (Requena y Chera). Dos preciosos cursos de agua que ejemplifican a la perfección la singularidad y la biodiversidad de los cauces mediterráneos. Tanto en uno como en el otro se pudo confirmar la presencia del mustélido ya en 2013 y cuya procedencia probablemente se relacionaría con los escasos efectivos acantonados en las zonas más apartadas del curso alto del Turia durante los años más duros de su regresión numérica y geográfica.
El retorno de la nutria a nuestros ríos. Un deseo que se convirtió en realidad. Ahora, lo que hace falta es que siga en ellos por mucho tiempo. Y si lo hace es que las cosas van bien en ellos. Los científicos han acuñado el término de especie bioindicadora para aquellas que son muy sensibles a la alteración de sus hábitats. Y si hay alguna, bien conocida por todos, que merece totalmente esa denominación para señalar la calidad de los ríos esa es la nutria.
Muchos factores le podrían amenazar de cara al futuro a nivel nacional y que aquí, en la comarca, desde luego no son ajenos. Por ejemplo la extracción abusiva de las aguas que amenazan con secar tramos enteros de cauces, cosa que está pasando en estos momentos con el río Magro. O las bruscas oscilaciones de caudal producidas por la regulación de las presas de los embalses, como el de Contreras. Oscilaciones que llegan a desestabilizar tanto las complejas comunidades de invertebrados acuáticos como la dinámica reproductora de los propios peces y por tanto de sus depredadores naturales, como las nutrias.
Esperemos que el futuro de la nutria siga viniendo cargado de buenas noticias. Su presencia ofrece un sello de calidad incuestionable para unos parajes que son extraordinariamente valiosos: los ríos. Y en el mundo mediterráneo todavía más.
La nutria acaba de demostrar que un mundo en armonía entre el ser humano y el medio ambiente es posible. Ojalá que sus huellas continúen grabándose en el limo de las orillas por mucho tiempo. Señal de que los ríos se encuentran bien de salud.
JAVIER ARMERO IRANZO