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Requena (22/03/18) LA BITÁCORA – JCPG
En ciertos ambientes, lo español tiene mala prensa. Se le identifica con lo rancio, lo intolerante y lo franquista, en un ejercicio intelectual de cortas miras y de justeza neuronal. Pero cuadra bien con ambientes de izquierda intolerante y pagada de sí misma, es decir, presta al desprecio hacia quienes no piensa como ellos. Vamos, exactamente igual que cuando hablamos de nuestra recalcitrante derecha, conservadora hasta la médula y siempre dispuesta a perdonar ciertos “pecadillos” de su líderes. Léase en pecadillos: corrupción rampante, tergiversación de currículos, etc. En fin, espectáculos poco felices.

Carlos III, pintado por Goya. El cuadro se halla en el Museo Nacional del prado. Mientras que Mengs extrajo de don Carlos una imagen trascendente del monarca con mando militar, Goya lo pinta en su afición más querida. Hombre de una sola mujer, cosa inusual como sabemos entre la realeza, nos legó buena parte de los símbolos nacionales. Parece asombroso que se reaccione contra ellos, siendo el rey uno de los grandes patrocinadores del reformismo. Naturalmente hay después más jalones de historia que explican el rechazo de un sector a estos artilugios simbólicos.
En todo este conglomerado de pasiones políticas ha venido a influir el separatismo de los últimos meses. Al parecer, el resultado del mismo es un renacer del nacionalismo español. Al menos esto es lo que se dice por ahí. No es fácil razonar aquí con sosiego, porque la realidad vertiginosa de las cosas acaba por engullir al más pintado. Sin embargo, es interesante razonar sobre la cuestión; sé que esta revista quizás no es el mejor lugar, pero considero que, nosotros, las gentes de nuestra comarca, debemos afrontar este debate, por muchas razones. Una razón es que nos afecta como españoles. Pero quizás sea la más poderosa que nuestra tierra y nosotros somos gentes de naturaleza fronteriza, entreverados, mezclados, así que quizás tenemos una atalaya privilegiada desde la que contemplar el devenir de las cosas. Por supuesto sólo voy a iniciar una reflexión, y quizás en adelante podamos continuarla.

El Remedio, santuario comarcal, un foco de fe y creencia colectivo de largo alcance espacial y temporal. ¿Hay algún otro elemento que ejemplifique mejor que éste las intensísimas relaciones del Mediterráneo con su hinterland? Una virgen marítima fue incrustada en el corazón de la sierra para sellar la conexión de la periferia con el centro.
El período del general Franco no hizo España, como muy bien hay que recordar y subrayar. Quizás por su asiento catalán, un medio ambiente propicio al esquematismo en los últimos tiempos, Ricardo García Cárcel, empeñado en el análisis de las memorias históricas, subraya siempre la incomprensión que Madrid respira hacia la periferia y el carácter del franquismo como un componente de la historia española reciente, pero o el hacedor de España. A veces las obviedades deben ser visitadas de nuevo, porque hay mucha gente que abusa de los esquemas y adjudica al franquismo demasiadas cosas. Aunque es cierto que el franquismo, con su obsceno ejercicio monopolístico de los símbolos, nos condenó a muchos a guardar en el cuarto de atrás los artilugios simbólicos que identificaban a una tierra y a una sociedad. O a unas tierras y unas sociedades. Me da igual el plural, porque lo que comparten esas tierras y esas sociedades es tanto que la unidad es algo natural.

Un lago español. Pero poblado de tiburones anglosajones: piratas al servicio de Londres y barcos de guerra ingleses. Contra ellos luchó blas de Lezo, una figura histórica del siglo XVIII en Indias y que la prensa y escritores inflamados de cierto nacionalismo han recuperado para la actualidad. Buscando en el pasado el heroísmo inexistente hoy en día. La estatua de don Blas, el “medio hombre”, está en Cartagena de Indias, a la que defendió con uñas y dientes de los ambiciosos británicos en 1741.
Los viejos mitos no pueden resucitar. Lo dice claramente garcía Cárcel: los españoles hemos desmitificado nuestra historia. Desde don Pelayo a 1898. Sí quedan ribetes de la leyenda negra, pero cada día se demuestra más que los restos son en realidad los bordes de una vieja confrontación económico-cultural del Norte con el Sur. De dos Europas que se disputan la era post-Brexit.
Una tierra fronteriza tiene que jugar esta carta. Debe ser lugar de encuentro, político, cultural. Debe dar pie a un diálogo profundo. Resistiendo las embestidas de los aires “valencianizantes” provenientes del núcleo del poder, parapetándose en sus raíces culturales. Pero ofreciendo diálogo, comprensión, tolerancia. Siendo intransigente con manipulaciones, con el señalamiento de buenos o malos ciudadanos. Nada de envolverse en banderas absurdas. Los trapos están manchados de sangre y de mierda. Nos identifican como sociedad, pero no exageremos.
Me he puesto demasiado trascendental. Total para subrayar que el nacionalismo español sigue brillando por su ausencia, mal que pese a muchos. Nada de resurrección.
En Los Ruices, a 21 de marzo de 2018.

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