Con motivo del Día del Medio Ambiente el pasado domingo 5 de junio el Ayuntamiento de Requena organizó una serie de actividades para sensibilizar a la población local de la necesidad de conservar la naturaleza. Desde luego, una acción necesaria y provechosa en las que los ciudadanos tuvieron la oportunidad de participar activamente.
Pues bien, una de esas propuestas era la realización de un Paseo Ornitológico por el Casco Urbano de Requena abierto al público y en el que, invitados por la Concejalía de Agricultura y Medio Ambiente del propio consistorio, hicimos de guías Pablo Ruiz, amigo y experto naturalista requenense, y yo.
Los objetivos principales que nos marcamos eran varios: descubrimiento e identificación de todas las especies de aves que fuéramos viendo por el recorrido, divulgación de los aspectos básicos sobre su ecología, y sobre todo (por estar en la efeméride citada) incidir en la problemática de conservación que las afectan. Y así tratamos de hacerlo con un grupo de asistentes de todas las edades que mostraron mucho interés en aquello que íbamos viendo.
Recorrimos principalmente el barrio de La Villa y el entorno del propio edificio consistorial incluyendo, lógicamente, el bonito parque urbano de La Glorieta. Un buen número de especies de aves fueron apareciendo ante nosotros, lo que significó la sorpresa de muchos de los asistentes, requenenses de toda la vida que quizás estaban descubriendo a esos otros vecinos de su pueblo de siempre: los pájaros.
Y así, tras pasar por calles, plazas y jardines, pudimos contemplar el trasiego de los emplumados habitantes ajenos a las personas que los observaban. En poco más de hora y media que duró el paseo identificamos ejemplares tan dispares como aves de jardín (tórtolas turcas, jilgueros, verderones, verdecillos,…); aves ligadas a las construcciones humanas (vencejos comunes y pálidos, golondrinas comunes, aviones comunes, estorninos negros, gorriones comunes, colirrojos tizones,…); o rapaces diurnas, como una pareja de cernícalos vulgares residentes en la misma ciudad o, incluso, una preciosa águila calzada que sobrevoló el pueblo en uno de sus habituales movimientos de campeo desde un territorio de cría seguramente cercano.
Y eso fue una pequeña fracción de la rica diversidad ornítica que ofrece el mismo pueblo de Requena si tenemos en cuenta otros lugares adecuados para las aves situados en pleno ambiente urbano y que no llegamos a visitar. Entre estos destacan las arboledas de la avenida del Arrabal o de la piscina municipal, los sotos de las ramblas de Reinas o de la Casa Nueva, y por supuesto los numerosos solares y huertos que aún existen junto las casas en la misma periferia y que atraen también a un buen número de aves.
De todas las especies que llegamos a observar en esa jornada, Pablo y yo insistimos en un grupo de aves que nos fascina especialmente: el de los vencejos. Además, por su abundancia y detectabilidad fueron los protagonistas indiscutibles del día.
En esta época del año es un verdadero placer pasear a primeras o últimas horas del día por las calles de nuestros barrios más viejos, como son La Villa y Las Peñas, y deleitarse con la contemplación de una escena realmente hermosa: el vuelo de cientos de vencejos sobre el espacio aéreo. Sus persecuciones, sus carruseles, sus chillidos; sus siluetas recortadas sobre el cielo. Una delicia, una verdadera delicia. Una estampa que acompaña a nuestro pueblo desde sus inicios; una maravilla, tan preciada como sus monumentos más conocidos. De hecho llegué a repetir en alguna ocasión, cansino de mí, que Requena no sería la misma sin sus vencejos.
Hay dos especies de vencejos en el casco urbano de Requena, y ambas son reproductoras en él; son los vencejos comunes, Apus apus, y los vencejos pálidos, Apus pallidus. A día de hoy puedo asegurarles que esto es así, y lo digo porque no fue hasta el año pasado cuando se pudo confirmar que esta segunda especie también lo hacía. Ya hace algún año que se sospechaba que el vencejo pálido podría criar en nuestro municipio a tenor de algunas observaciones que se habían hecho en época de cría en él. Pero no fue hasta 2015 en que tanto Pablo como yo nos propusimos realizar un estudio de campo que despejara esas dudas; y así hicimos.
Con una metodología de trabajo bien preparada y con buena dosis de paciencia recorrimos durante la estación de cría todos los barrios de la ciudad, y también de Utiel, en busca de alguna pareja reproductora de vencejo pálido. Y la verdad, es que conseguimos para Requena unos resultados tan buenos que los primeros sorprendidos fuimos nosotros mismos. No sin dificultad y con la cautela necesaria propia de censos tan complicados llegamos a estimar la población de vencejos de Requena en unas 1.500 parejas de comunes y en unas 90 de pálidos. Para Utiel, sin embargo, los números eran claramente inferiores: 500 parejas de vencejo común, mientras que de pálido no pudimos confirmar ni una sola pareja reproductora. Apenas pudimos detectar un ejemplar solitario de vencejo pálido que quizás podría estar nidificando en algún sector del casco urbano, pero no pudimos demostrarlo. El informe final de esta investigación ya está redactado y esperamos que pueda ser publicado en los próximos meses en alguna revista de divulgación, como nuestra querida Oleana; Cuaderno de Cultura Comarcal.
Pero hoy no quería adelantar más resultados sobre ese trabajo de campo. Eso llegará en su justo momento. Simplemente quería transmitirles los principales aspectos que contábamos el pasado 5 de junio a los asistentes del paseo ornitológico sobre las aves urbanas y en especial sobre los vencejos.
Una de las razones que dificultan la detección del vencejo pálido en nuestros pueblos es el alto grado de similitud que muestra con su congénere el común. De hecho como son aves eminentemente aéreas y sus vuelos son extraordinariamente rápidos es muy difícil percatarse que los pálidos tienen un plumaje marrón mientras que los comunes son más bien negros. La mancha gular, de color crema, está más desarrollada en los primeros; pero ello sólo es visible si el ave vuela relativamente cerca del observador, y ello no siempre es posible. Más difícil es aún la distinción de sus siluetas en vuelo, más compacta y ancha en pálidos y más estilizada en comunes. Y ya para nota es la capacidad de diferenciar las especies atendiendo al distinto reclamo sonoro que emiten, y que, efectivamente, es más estridente en los pálidos.
Ambas especies habitan los núcleos urbanos, aunque no únicamente. En un primer momento, cuando el hombre aún no se había hecho sedentario y aún no vivía en pueblos y ciudades, se instalaban exclusivamente en cantiles naturales. De hecho todavía hoy, en la Meseta de Requena-Utiel aún llegan a criar los vencejos comunes a modo colonial en unos pocos cintos rocosos de ciertas laderas acantiladas de los ríos Cabriel, Magro y Reatillo. Pero, desde luego en un número total mucho menor que los que nidifican en los edificios de la práctica totalidad de pueblos y pedanías que conforman nuestra comarca.
Mientras que el vencejo común se distribuye de manera abundante por todo el continente europeo, el vencejo pálido, sin embargo ocupa exclusivamente los países de las riberas del Mediterráneo, donde habita mayoritariamente una estrecha franja litoral, quizás buscando la existencia de un clima más benigno. En ella, nidifica sobre todo en cantiles a orillas del Mare Nostrum, aunque son muchas las localidades costeras donde cría habitualmente en edificios de pueblos y ciudades.
En la Comunitat Valenciana destacan las colonias de cría de vencejo pálido en farallones rocosos tan sobresalientes como el Peñón de Ifach, en los espectaculares acantilados de los cabos de San Antonio o de la Nao, ambos en la provincia de Alicante, o en los tajos de sierras litorales mucho más modestas, como la de Cullera, ya en la de Valencia. Precisamente el hecho de haber sido considerado tradicionalmente como una especie ligada a ambientes marinos, junto con lo ya consabida dificultad en la identificación, lo ha hecho pasar desapercibido en las localidades del interior, de la que Requena es un ejemplo más.
Los vencejos son unas aves de carácter estival, es decir, llegan a las localidades de cría durante la primavera y las abandonan tras la crianza para dirigirse hacia sus cuarteles de invernada situados en el África transahariana. Pero también en esto hay ciertas diferencias entre nuestros dos protagonistas de hoy ya que la presencia del vencejo común en nuestros pueblos se circunscribe a un período muy cortito de tiempo; quizás el más breve de todas las aves que se reproducen en ellos. Concretamente las primeras unidades suelen aparecer hacia la primera semana de abril y no es hasta mediados de este mes y, sobre todo, hacia finales cuando son realmente abundantes. La partida hacia África se produce a lo largo del mes de julio, especialmente en la segunda quincena, una vez han acabado la nidificación de su única puesta. De hecho hacia finales de mes prácticamente no se ve ya ningún ejemplar indígena, y si se detecta algún vencejo, muy probablemente corresponda al contingente migrante que ya va de paso hacia el sur.
El vencejo pálido, por su parte, tiene una estancia más prolongada en Requena. Los primeros ejemplares llegan ya en el mes de marzo; este año se obtuvo la primera cita el día 26 y curiosamente ya empezaban a ocupar los nidos del año anterior. En Valencia ya se ven vencejos pálidos sobrevolando la ciudad en plena fiestas falleras. A diferencia del vencejo común, el pálido es capaz de realizar dos puestas. No se va del territorio de cría después de que sus pollos vuelen como hace su congénere, sino que a continuación comienza otro proceso reproductor que acabará ya bien metidos en otoño, varios meses después de que los comunes ya enfilaran al sur.
En Requena se pudieron confirmar la presencia de vencejos pálidos en nidos aún a lo largo de los meses de septiembre y octubre. De hecho la observación más tardía de la última pareja reproductora se produjo el 26 de octubre nada menos, ya con unas temperaturas realmente bajas al amanecer, que es cuando se venían revisando los puntos de cría por mostrar a esas horas mayor detectabilidad en ellos.
Sin lugar a dudas los vencejos son los verdaderos reyes del cielo. Son máquinas de volar. Podría decirse que no hay otras aves como ellas tan bien adaptadas al medio aéreo. Son un prodigio evolutivo: sus alas afiladas y recortadas en forma de guadaña, su cuerpo fusiforme, su plumaje compacto. Y, aunque les pueda sorprender este dato, son capaces de dormir en el aire mientras vuelan. Presentan un estado de vigilia que les permite permanecer por la noche volando a gran altura. De hecho sólo se posan cuando están criando, y únicamente en sus nidos. Sus patitas son diminutas por ello. Es realmente asombroso. De hecho muchas veces cuando, por una tormenta o un golpe, caen al suelo son incapaces de volver a volar por ellos mismos. Eso lo saben bien la gente de los pueblos, que los cogen y los echan al aire para adquirir el impulso necesario y vuelvan otra vez a su reino; el de los cielos.
Los vencejos son unos ávidos consumidores de insectos aéreos que capturan hábilmente al vuelo. Llegan a consumir gran cantidad de moscas y mosquitos, así como de pequeños himenópteros y coleópteros principalmente, por lo que constituyen unos eficaces controladores de plagas urbanas y del campo. Para que se hagan una idea del potencial insecticida en que se convierte un solo ejemplar de vencejo, y según la bibliografía consultada, se ha llegado a constatar que en una sola de las numerosas visitas diarias efectuadas al nido por un único ejemplar se aportó la ceba de hasta 600 ejemplares de pulgones.
Fíjense de qué manera los vencejos se constituyen en unos de los mejores aliados del ser humano en el control de plagas. Es realmente impresionante. Pero, muchas veces el propio ser humano no es consciente de ello. Y me refiero al olvido o, lo que es peor, al desprecio que produce su beneficio en favor de una mejor calidad de vida en nuestros pueblos y ciudades. Y eso se ha podido corroborar con la continua eliminación de los lugares de nidificación que año tras año venían utilizando.
Me refiero a la pérdida por reformas de muchas oquedades existentes en construcciones humanas en las que no se ha tenido en cuenta que son utilizadas habitualmente por estos viejos amigos del hombre. Tanto un tipo de vencejo como el otro utilizan agujeros, fisuras o huecos en la estructura del edificio para poner sus huevos. En el caso del vencejo común el abanico de posibilidades en cuanto a tipología y ubicación de la oquedad es muy grande, aunque lo más habitual es que se instale para criar bajo las tejas del tejado o en las fachadas.
El vencejo pálido es más exigente a la hora de buscar un emplazamiento donde realizar la puesta. Así ocupa únicamente los resquicios que quedan al abrigo de los aleros de los tejados, bien entre las tejas o bien bajo la techumbre que sobresale. Quizás por ello mismo no ocupa tantas construcciones como lo hacen los comunes.
Tanto uno como otros habitan en Requena viviendas particulares y edificios monumentales, como iglesias o palacetes. Pero desgraciadamente se han ido sellando los huecos donde los vencejos criaban durante las obras de restauración. Esta problemática, junto con el uso de insecticidas químicos para la agricultura, son las principales amenazas que afectan a estas especies a nivel nacional.
En Requena, y así le íbamos contando a los asistentes en el paseo ornitológico del otro día, se han reformado decenas y decenas de casas particulares y la práctica totalidad de grandes edificios históricos en los últimas décadas. Y tras esas reformas han desaparecido buenas colonias reproductoras de vencejos. Ha ocurrido en iglesias como Santa María, El Carmen, El Salvador (y en su bonita capilla de la Asunción), San Nicolás, San Sebastián; en conventos como el de San Francisco en la Loma; o incluso en la monumental plaza de toros, donde bajo sus tejas existía hace unos años una espectacular colonia reproductora formada por varios centenares de vencejos comunes y que ahora está totalmente desaparecida.
Todo ello conformó el hilo argumental de una actividad que pretendió sensibilizar sobre la conservación de nuestra naturaleza más cercana en el Día del Medio Ambiente. Porque a veces tendemos a pensar que la naturaleza es algo lejano, propio de montañas o parajes no tocados por la mano del hombre. Pero en realidad nuestro entorno, aquel en que nos desenvolvemos y en el cual pasamos la mayor parte de nuestra vida está aquí mismo; en la calle, en el barrio, en la ciudad donde uno vive. Ojalá que a partir de ahora veamos a las aves urbanas, y en especial a los vencejos con otros ojos.
Ya sólo sea por lo beneficiosos que son. Ya sea por su biología tan interesante. O ya sea por la estética que produce su presencia en los pueblos. Por todo ello merece la pena conservarlos.
Y es que, ya saben: Requena no sería la misma sin sus vencejos.
JAVIER ARMERO IRANZO