La primavera, que ahora ya va tocando a su fin, ha traído una magnífica noticia largamente esperada por muchos naturalistas de nuestra comarca. El buitre leonado vuelve a criar a orillas del río Cabriel tras más de medio siglo desde su extinción.
Recientemente, distintos miembros de la delegación comarcal en Requena-Utiel de la Societat Valenciana d’Ornitologia y varios agentes medioambientales han podido comprobar que varias parejas han construido nidos en cantiles rocosos situados en tres localidades diferentes de su curso. E incluso han llegado a nacer los primeros pollos. Da gusto divulgar un acontecimiento como éste tras tantas situaciones agridulces con otras aves rapaces emblemáticas de la comarca en estos últimos años.
Pero a decir verdad, aunque sea por muy pocos metros, ninguno de los nidos localizados pertenece administrativamente al territorio comarcal, ya que se han instalado en paredones del lado manchego del río. Concretamente, en cierto paraje inmediato al término de Villargordo del Cabriel, Pablo Ruiz localizó el pasado mes dos nidos con un pollito cada uno. Y aguas más abajo, frente al municipio de Venta del Moro, Toni López y Nacho Sendra descubrieron tres nidos más, aunque solamente en uno de ellos vino al mundo un pollo. Incluso yo mismo tuve la suerte de descubrir otro nido más en un precioso cantil fluvial del Cabriel frente al extenso término municipal de Requena, en el que un individuo parecía llevar a cabo la incubación. Sin embargo, ésta no llegó a cuajar y no pudo salir adelante el proceso reproductor.
Lógicamente se han obviado las localizaciones exactas para preservar en la medida de lo posible la tranquilidad de los parajes y que no afecten la continuidad en años venideros de la especie en ellos.
La vuelta al río Cabriel de una especie emblemática de la fauna ibérica ayuda a recomponer el complejo entramado natural de nuestros montes tras mucho tiempo de ausencia. Dicho regreso se enmarca en un espectacular proceso de recuperación demográfica a nivel nacional en que se halla desde finales de los años 70 y que está haciendo que recupere territorios donde no criaba desde hacía mucho.
El buitre entró en un acusado declive poblacional a lo largo del siglo XX. Declive que fue muy intenso hasta los años 60, momento en el que ya habían desaparecido muchísimas colonias de cría por toda la geografía española y en el que otras quedaron bajo mínimos. Las principales razones de ese lamentable hecho recayeron en la merma de la cabaña ganadera, especialmente la extensiva, y una elevadísima mortalidad producto de la persecución directa por medio de venenos y armas de fuego.
El fuerte desarrollo tecnológico que se produjo en ese siglo también llegó a la agricultura. Así, en el campo se fue sustituyendo progresivamente por tractores y máquinas a
los animales de carga que tanto habían ayudado al ser humano en sus labores agrícolas y ganaderas desde los albores del Neolítico, lo que supuso una reducción notable de recursos tróficos para los carroñeros alados. Por otro lado, la ganadería fue evolucionando hacia una creciente estabulación de las reses. De esta manera se fueron prescindiendo poco a poco de aquellos animales que en condiciones naturales causaban baja en el campo y que los propios pastores y agricultores abandonaban allí. Otro inconveniente más para nuestro protagonista que se reflejó en una productividad cada vez menor.
La creciente escasez de carroñas de origen ganadero y agrícola hizo que los cadáveres de animales más pequeños fueran cada vez más importante para el necrófago alado. Y ello trajo la puntilla definitiva que hizo descender todavía más sus efectivos numéricos. En aquellos años proliferó el uso de venenos administrados en cebos como medio para controlar las poblaciones de depredadores naturales de fauna cinegética en los cotos de caza y también para combatir al lobo, enemigo declarado por parte de ganaderos que lo consideraban perjudicial para sus intereses. La catástrofe ecológica estaba servida.
No sólo caían aquellos animales para los que se dirigía tan mortífera y traicionera arma, sino que un ejército de criaturas de hábitos necrófagos morían irremediablemente: córvidos, milanos, alimoches, quebrantahuesos, y por supuesto también buitres. Una epidemia de muerte se extendió por el país. Estricnina y otras sustancias infernales que sembraron de quietud y tristeza los montes y campos de un país, por aquel entonces subdesarrollado y sumido en la ignorancia. La España profunda.
Unos contundentes datos a título orientativo avalan la sangría que sufrieron los buitres en aquellos negros años. Se sabe que las Juntas de Extinción de Alimañas, organismo que articulaba medidas y recompensas en todos los municipios del país para combatir aquellos “animales nocivos del campo”, llegó a pagar por la muerte de 968 buitres en tan sólo seis años (desde 1956 hasta 1961).
En La Meseta de Requena-Utiel las cosas no fueron muy distintas. Por lo que he podido indagar, todavía existían colonias reproductoras de buitres en los principales desfiladeros fluviales de la demarcación. En concreto, parece que los buitres criaban hasta las décadas de los 40 y 50 en el cañón del Magro a su paso por la sierra de La Herrada. Se sabe que hasta entonces había una colonia reproductora de no más de una docena de parejas en la partida de El Morenil (Requena).
Y en también criaban en el Cabriel. Concretamente se conocía una colonia en el paraje de Las Hoces (Venta del Moro) que se mantuvo hacia los años 60. Y seguramente no serían las únicas a nivel comarcal, pero la acusada decadencia que acusaba ya durante aquellos años por toda España llevó también aquí a la desaparición como nidificante de esta singular ave. Hasta esta primavera.
La declaración como especie protegida por la ley fue trascendental para cortar la inercia que llevaba hacia la extinción. Pero también lo fue la rotunda prohibición del uso de cebos envenenados. Además, la lenta pero progresiva sensibilidad de la población rural ante una pérdida progresiva de efectivos hizo que se reconsiderase la idea de crear muladares y comederos de buitres en el monte que mitigaran la escasez de comida.
Así, desde finales de los años 70 la población ibérica no ha dejado de crecer. En 1979 se estimó en unas 3.240 parejas reproductoras, diez años después ya rondaban las 8.074 (aunque con un mejor grado de cobertura de censo). En 1999 se estimaron ya 22.455 parejas, cifra que ha ido aumentando hasta las 24.609-25.541 del último censo nacional efectuado en 2008. Precisamente este año, 2018, se está llevando a cabo una actualización del mismo.
No sólo se ha observado un incremento en el número de aves en este tiempo, sino que la expansión ha sido geográfica también, ocupando cada vez más comarcas y provincias de donde había desaparecido. Y la Comunitat Valenciana no ha sido una excepción de ello. En 2015 el Centro de Recuperación de Fauna del Forn del Vidre, adscrito a la Generalitat Valenciana, estableció su población en ese momento en 559 parejas. De ellas 499 pertenecían a la provincia de Castellón, 34 a la de Valencia y 23 a la de Alicante.
Cifras muy altas si se comparan con las únicas tres parejas reproductoras que quedaban en 1973 en una única buitrera situada en la provincia de Castellón. En 1979 ya albergaba 17 parejas, y en 1985 subía ya a 48 distribuidas en varias colonias. Treinta años después la cifra de buitres se multiplica por más de diez y su presencia se extiende por varias de las comarcas del interior provincial.
En la provincia de Valencia la primera nidificación comprobada tras más de medio siglo de ausencia data de 2011 en que una pareja cría con éxito a su pollo en la comarca de La Serranía. Este año, además de las citas del Cabriel, los buitres se van asentando en otras localidades cercanas a la Meseta de Requena-Utiel. Concretamente se sabe de dos colonias nuevas de cría junto al río Turia en las inmediaciones del embalse de Benagéber con al menos 3 parejas una de ellas y otra con al menos ocho nidos en activo (en tres de ellos había un pollo y en los otros se llevaba a cabo la incubación). También este año la especie se ha asentado ya como reproductora en el Rincón de Ademuz. Año de evidente expansión, desde luego.
En el valle del Cabriel las colonias de buitres más próximas se hallaban hasta esta temporada aguas arriba del embalse de Contreras. Concretamente en Enguídanos y Paracuellos de la Vega donde comenzaron a criar hace apenas 4 años, en 2014, según me comenta el agente medioambiental de Castilla-La Mancha, Jorge Simarro.
Espectacular recuperación de un ave también espectacular, el buitre leonado. Una de las mayores aves de Europa, con más de dos metros y medio de envergadura y hasta 9 kilogramos de peso. El buitre tiene una presencia imponente. Sus alas, anchas y largas, están perfectamente diseñadas para realizar largos vuelos y permanecer mucho tiempo sostenido en el aire sin apenas realizar esfuerzo. Su robusto y ganchudo pico le permite abrir en canal las duras pieles de los cadáveres de los que se alimenta; y su largo cuello y su cabeza desplumada facilitan el acceso a las escondidas vísceras de las grandes reses.
Una máquina perfectamente adaptada a un nicho ciertamente singular y necesario en la naturaleza. El buitre es el sepulturero; el necesario operario de limpieza de aquellas carroñas que conviene eliminar del ecosistema y que evita infecciones y epidemias. El vértice de la pirámide ecológica de cualquier bioma que goce de buena salud.
Y si la estampa del buitre es formidable, no lo es menos su biología. En especial su ciclo reproductor, uno de los más largos de toda la avifauna ibérica. Ahora, recién venido de los cantiles de cría en el Cabriel, compruebo que a los pollitos nacidos allí todavía les queda bastante para poder volar e independizarse de sus progenitores. Y eso que el verano ya está llamando a la puerta.
Los vistosos vuelos de cortejo se llevan a cabo muy pronto, ya a inicios del invierno. En esos días de tan breve insolación una exhibición aérea colma de movimiento la sierra. La pareja de buitres planea a gran altura pegados entre sí llegando incluso a tocarse con las puntas de sus alas. A continuación se suceden unas llamativas persecuciones, situándose el macho por encima de la hembra en pleno vuelo con las patas extendidas hacia adelante en una postura inverosímil para unas aves tan grandes. Las pasadas a gran velocidad sobre los cantiles elegidos para efectuar las puestas se repiten una y otra vez. Y así un día tras otro en que se repite el espectáculo en esas frías jornadas de diciembre y enero. El ave de la muerte, en realidad, se torna en el ave de la vida en unos parajes quebrados e inaccesibles que parecían dormidos.
Los nidos los construyen a gran altura en cortados rocosos. Buscan cuevas o repisas extraplomadas que les cobijen de los fenómenos meteorológicos durante el largo periodo de la reproducción. Llama mucho la atención, a diferencia de las grandes águilas rupícolas como la real o la perdicera que construyen enormes nidos, que las plataformas de cría del buitre son unas toscas y pequeñas construcciones a base de ramas, pluma, lana o paja y que contrastan con el gran tamaño del ave. Allí depositan un único huevo ya hacia mediados del mes de enero o pocas semanas después como mucho.
La incubación dura unos 48-54 días en los que ambos consortes se relevan en el cuidado del huevo. El pollo va creciendo hasta que con unos tres meses ya se mueve con soltura por las repisas inmediatas al nido y ya con casi cuatro meses es capaz de dar sus primeros vuelos; normalmente, con el verano ya iniciado.
Suele instalarse en colonias de cría; es decir, con varias parejas reproductoras que usan el mismo acantilado. En ocasiones las buitreras pueden llegar a superar el centenar de nidos, como ocurre en localidades famosas de Navarra o de Castilla-León, por ejemplo.
Una vez iniciado el otoño los jóvenes buitres se independizan de sus progenitores emprendiendo entonces viajes erráticos que los dispersan a mucha distancia, llegando algunos a cruzar el estrecho de Gibraltar y adentrarse, incluso, en el África subsahariana. Su madurez reproductora no se suele alcanzar hasta los 5-6 años de edad, aunque ya a los cuatro se han podido confirmar cópulas e incubaciones, pero que en la mayor parte de los casos han sido infructuosas. Eso mismo parece ser la razón de que varios de los nidos ocupados en el Cabriel este año no hayan podido salir adelante.
La vuelta de un viejo paisano a nuestro querido río Cabriel es un motivo de alegría; no cabe duda. Muchas décadas de espera que este año han tenido un final feliz. Sin embargo, no escapa cierto temor a los naturalistas de la comarca un hecho que desde luego conviene comprobar en los años venideros. Se trata de la posible competencia interespecífica con otros valiosos elementos del roquedo como son las águilas reales y perdiceras.
En regiones donde las densidades de buitres son muy altas se han dado situaciones en que los buitres, que inician su crianza varias semanas antes que las águilas, usurpan los nidos de éstas obligándolas a buscar otras zonas dentro del roquedo. El problema se agrava si las oquedades o repisas disponibles son limitadas. Desde luego para el caso del águila perdicera, que está pasando una situación demográfica crítica en España, y también en nuestra comarca, la situación puede ser preocupante.
En el Cabriel la disponibilidad de alimento parece bastante buena al contar con algunas granjas de ganado porcino que suministran suficientes cadáveres de animales muertos en las explotaciones. Incluso las grandes fincas cinegéticas ribereñas también aportan restos a partir de monterías. Habría que seguir con atención la evolución del asentamiento del buitre aquí, aunque no parece que pueda llegar a ser un problema por la enorme cantidad de espacios disponibles que hay en los desfiladeros comarcales.
A tenor de los datos aquí expuestos todo le parece ir bien en nuestro país al rey de los cielos en estos últimos tiempos. Sin embargo, también tiene problemas serios de mortalidad que en algunas regiones o localidades puntuales condicionan su dinámica poblacional. Así, cabe destacar el repunte en el uso del veneno en determinados sitios, especialmente en cotos de caza, o las colisiones con tendidos eléctricos o aerogeneradores que suponen una grave traba en la recuperación demográfica de la especie. En este sentido y como dato que conviene tener en cuenta a la hora de planificar infraestructuras en el medio natural cabe decir que en la comarca castellonense de Els Ports, al poco de instalarse unos parques eólicos, entre 2006 y 2008 perecieron nada menos que 220 ejemplares por choque contra las aspas de los aparatos. Y no ha sido el único caso en España.
El buitre leonado, el gran necrófago alado, vuelve a la tierra de donde nunca debió desaparecer. Su elegante vuelo, su enorme envergadura y su inconfundible estampa regresan con fuerza a nuestros cielos. Espero que por mucho tiempo. Bienvenido, amigo buitre.
JAVIER ARMERO IRANZO