LA BITÁCORA-JCPG
Requena (25/10/19)
Suelo levantarme temprano, a veces muy temprano. Diría que nunca más allá de las 6:00. No ha amanecido. El silencio es prácticamente total. Se puede poner la radio muy baja, tan baja que lo que ahora oigo no podré hacerlo un par de horas después. Mi vecino, que tiene raíces en Utiel, está paseando al perro. Llueva, truene o haga frío allí lo encuentro diariamente con su can.
Poco después, toca hacer camino. He aquí el sino de muchos, entre ellos yo mismo. Transitar, moverse. Lo llevo haciendo toda mi vida, y quizás ahora llega una nueva etapa. He llegado a la conclusión mientras sacaban lo que queda de Franco del Valle. No tiene nada que ver con esta exhumación histórica, pero ha coincidido en el tiempo. Tengo el corazón dividido hoy. Me alegro de lo que veo en la tele: ese helicóptero militar trasladando los restos del dictador; pero no es buen día para mí. No hay ninguna tragedia detrás, pero sí la constatación de que una silenciosa revolución me conduce al cambio.
Una silenciosa transformación, inducida como tantas otras, está teniendo lugar. Y poca gente lo advierte, porque es sigilosa, hace apenas el ruido de las cosas que se deslizan reptando. Estos cambios no son por sí mismos negativos. Incluso podrían ser positivos. Pero los cambios que son traumáticos no gozan siempre de nuestro entusiasmo. Especialmente si los cambios poseen un motor que se alimenta del fanatismo.
Pero es mejor dejarlo aquí. Porque, realmente, quería reflexionar sobre el efecto perverso que me producen ciertas imágenes y situaciones del presente. Lo del cuerpo de Franco me alegra, pero nada más; es un asunto que ya nos ha consumido demasiado tiempo y muchas energías. Son las imágenes y los actos de la revuelta catalana los que me provocan un proceso de hartazón tan extraordinario, que decido optar por el escapismo y la evasión. El tema me tiene frito, para expresarme con claridad. No me agarro al teléfono esperando una llamada que no llegará. Por el contrario, opto por buscar el refugio en otros asuntos.
Repasando algunas obras de arte, uno se pregunta a qué viene tanto fanatismo, además instalado, encaramado a la más alta cúpula del gobierno. Hay mucho nihilismo en las noches destructores de la Barcelona de los Colau y los Torra. A estas alturas de mi vida, no me queda ni una gota de radicalismo; en realidad, nunca la tuve. Soy el hijo de un agricultor, de un pequeño agricultor; y como tal, apegado a las mieles de la propiedad. Pero veo a mi alrededor que sigue existiendo, al margen, como es natural, de los avatares del tiempo, un fanatismo cada vez más potente. Fanatismo; radicalismo; pero también intolerancias, intransigencias y odios sociales. Odios por el color de la piel, por la lengua que hablamos, por las ideas que exponemos, etc; hay tantas razones que tiene la gente para odiar que sería entrar en un sinsentido elaborar o pretenderlo un listado de odios.
Muchos lo veían venir. Destrucción y vandalismo a raudales. Oportuno es volver a la naturaleza. En estos campos, en las orillas del Cabriel no sólo se respira mejor; es que la polución del ambiente fanatizado encuentra un respiro de tranquilidad. Si el nihilista es un personaje de aquellas novelas rusas de Turgueniev y Dostoievsky, la serenidad no puede surgir sino de la contemplación de esta naturaleza. Aunque, bien pensado, para convertirse en un nihilista auténtico, tienes que vivir una temporada sometido a esos inviernos siberianos en que se vive a cuarenta y tantos grados bajo cero. Por estas tierras, eso es impensable.
La luna reluce por encima de los tajos cortados por el Cabriel. El sol impregna la paleta de Courbet con tonos rojizos que relucen sobre las aguas del lago Leman. Es bueno recordar que Robespierre nació de las ideas de Rousseau. El nihilista es un producto de nuestra sociedad, un instrumento ejecutor de voluntades ocultas; el nihilista no cree en nada, salvo en la hoguera. Esas ansias por la destrucción… En esto comparte ciertos ribetes con el inquisidor. Y de eso Dostoievsky creó todo un objeto literario, y hasta algo más que literario, ya que está incrustado en el alma de la tan traída y llevada leyenda negra anti-española.
Para terminar. ¿Existe la casualidad? ¿Cuál es el origen de una revuelta? ¿Una combinación de factores? La experiencia histórica demuestra que la casualidad en estos hechos está ausente, y que la mecha prende por una cerilla; y alguien ha encendido la cerilla. El valor refugio de la puesta de sol va ganando enteros. Pero, como todos sabemos, esto no ha terminado. Hoy debería ser un día para creer en nosotros mismos y olvidarnos de los ex-estalinistas que acusan a los ex-franquistas y de los ex-franquistas que acusan a los ex-estalinistas, porque para eso hicimos una Constitución. O no…Hoy debería ser un día para mirar hacia atrás con voluntad de aprender algo y hacia adelante con voluntad de aplicar lo aprendido, en vez de mirar hacia atrás con deseo de revancha y hacia adelante con deseo de exclusión.
En Los Ruices, a 24 de octubre de 2019.