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LOS COMBATIVOS REQUENENSES.

Víctor Manuel Galán Tendero.

Que la historia la escriben los vencedores es algo de sobra conocido. Los cartagineses lo experimentaron amargamente en sus carnes. Todo aspirante al mando, sea o no romano, debe de ganar la batalla del pasado si no quiere perder en el futuro lo que ganó en el presente.

La guerra de Sucesión a la corona española fue un conflicto muy complejo. Sus dimensiones internacionales, globales, se vieron acompañadas de enfrentamientos de todo tipo dentro de España, entre reinos, grupos sociales y facciones. Felipe de Anjou, el nieto del aborrecido Luis XIV, bien pudo ser desplazado del trono, y nuestro Carlos III hubiera sido de la casa de Austria, cuyas tropas alcanzaron Madrid hasta dos veces a lo largo de la guerra.

Una parte considerable de las fuerzas vivas de los municipios castellanos, como el de Requena, apostó por la causa borbónica. Aunque sus oligarquías habían gozado de amplio margen de actuación bajo el fantasmal Carlos II, las cargas tributarias y los compromisos derivados habían supuesto un enorme peso. Cuando la ofensiva austracista irrumpió en Castilla en 1706, demostraron su inclinación por el rey Felipe.

Las tropas que en nombre de don Carlos conquistaron Requena, con soldados ingleses y hugonotes, no dejaron de forzar templos en busca de objetos preciosos. Era un comportamiento muy habitual de los tipos de armas de la época, que no respetaban ni a propios ni a extraños, pero en este caso se realzó su condición protestante, cuando la mentalidad de la Contrarreforma había sentado sus reales.

El menoscabo de las eucaristías, del cuerpo de Cristo, fue esgrimido como propaganda de guerra por personas tan combativas como el cardenal Belluga. Los borbónicos, según tales planteamientos, defendían la ortodoxia religiosa en España.

Los círculos reales tomaron buena nota de ello, y tras ganar a los austracistas las batallas de Brihuega y Villaviciosa en diciembre de 1710 se pusieron manos a la obra. El 18 de marzo de 1711, Felipe V mandó que cada domingo posterior a la Purísima Concepción se celebrara la fiesta del Desagravio del Cristo Sacramentado.

Se leyó tal mandato en el pleno municipal requenense del 26 de aquel mes. Se estipuló que en el templo arciprestal del Salvador se oficiara aquel día una misa con sermón. El rey ordenó destinar de los bienes de propios y arbitrios locales unos ochenta y tres reales como memoria para su celebración. Hasta entrado el siglo XIX no se dejaron de observar entre nosotros tales prescripciones, que recordaban lo benéfico que había sido el Todopoderoso con sus fieles, dándoles buenos reyes. Pura y dura propaganda.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Actas municipales de 1706 a 1722, 3265.

 

 

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