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EL OBSERVATORIO DEL TEJO/JULIÁN SÁNCHEZ

Las personas de mi generación, tuvimos que soportar el crecer bajo el rigor de las prohibiciones. Se nos prohibía hasta respirar para no agotar el aire. Era costumbre el prohibirnos ensuciarnos la ropa con los juegos, el hablar con el compañero de pupitre, el llegar tarde a casa, el asistir al cine cuando la película no era tolerada para menores (a mí me sacó un municipal del cinema Astoria por ir a ver La ventana Indiscreta  de Alfred Hitchcock). El besarnos en público… Se nos prohibía todo y, si te revelabas, recibías “cera” de la buena.

Así fuimos creciendo, de prohibición en prohibición hasta que desde París, los jóvenes europeos, espejo en los que nos mirábamos con envidia sus homólogos españoles, se lanzaron a la calle en rebeldía directa bajo en anagrama “Prohibido prohibir” y la cultura fue cambiando, al menos en Europa, en España seguimos parecido hasta el comienzo de la democracia en 1978 que trajo para sí el movimiento denominado “La Movida” y, gracias a ello, las cosas fueron cambiando muy poquito a poco.

Que los humanos tenemos tendencia a reprimir, eso es una constante desde que el mundo es mundo y actualmente, teniendo en consideración la estructuración política, tanto desde la derecha como desde la propia izquierda los tics represores se manifiestas más que frecuentemente. La derecha impulsa sobre sí misma sus espasmos fascistas que a duras penas aciertan a disimular y la izquierda idénticas palpitaciones pero de matiz estalinista, al fin y a la postre ídem de lo mismo. No lo pueden evitar, va ingénito a su propia naturaleza y, en consecuencia, en cuanto la situación del grupo político se vaya acercando más a cada extremo, más significativa deviene esa tendencia.

La moción que presenta el representante de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Requena, viene a ser una prueba de lo anteriormente expuesto. En un símil comparativo, salvando la distancia estructural ideológica, en referencia a la denostada “Ley Mordaza” auspiciada por el gobierno del Partido Popular, una y otra pretensión andan buscando lo mismo; la prohibición por sistema. Vuelven los tics a los extremos del panorama político y el espíritu de la prohibición sigue latente y marca evidencia.

La moción, a mi juicio, viene con trampa, sencillamente porque aunque dicha propuesta venga basada en la declaración de la UNESCO de 1978 sobre los derechos de los animales, y pueda en consecuencia ser asumida por cualquiera de buena fe a partir de la parte expositiva de dicha moción efectuada desde su punto 2 hasta el 5 inclusive, intuyo que la verdadera intención de los interponentes supuestamente viene fijada en la aprobación del punto 1, que no es otro que el persistente objetivo de prohibir en nuestro municipio la celebración de festejos de toda índole que tengan que ver con el mundo taurino. Hacen mención al efecto a diversos artículos del Código Penal español sobre el maltrato animal que todos reconocemos y respetamos, pero no hacen referencia a lo que realmente deja en evidencia la incompetencia del Pleno de la Corporación local para aprobar la parte ejecutiva de lo solicitado en el punto 1 de la moción, únicamente podría ser aceptada a efectos declarativos, pero sin ningún poder impeditivo para la realización de festejos o actividades taurinas en el futuro, como en la proposición se solicita, de conformidad con lo que se viene a disponer en la STS  de  28  de Mayo  de  1994,  la cual prescribe textualmente  que  “es  competencia  exclusiva  de  la  Administración del  Estado  adoptar  las  medidas  destinadas  a  fomentar  y  proteger  las actividades  relacionadas  con  la  preparación,  organización  y  celebración  de los espectáculos taurinos, en atención a la tradición y vigencia cultural de la fiesta  de  los  toros,  única  razón  que  justifica  su  existencia”. Cualquier acuerdo adoptado en Pleno en contravención a lo expuesto devendría nulo de pleno derecho. Resumiendo y para dejar clara la interpretación: En lo referente al tratamiento del “envoltorio” del objetivo establecido, o sea, los puntos del 2 al 5 de la moción, no procede su tratamiento al tener vigente su establecimiento y regulación mediante una normativa de ámbito superior. Y en lo referente al punto 1, queda meridianamente claro que el Pleno de la corporación no tiene atribuciones para establecer norma alguna por cuando el ámbito de actuación ha de ser estatal. En consecuencia, la moción  debe ser rechazada a todo efecto por redundante y carente del menor fundamento legal.

Dejando a un lado el hecho jurídico, sigamos abundando en la idea de qu, aunque en principio algunos puedan pensar que estamos acostumbrados a vivir acosados por las prohibiciones, lo cierto y verdad es que muchos de nosotros ya comenzamos a estar hasta más arriba de la punta del pelo de tanto atentado contra nuestras libres formas de convivencia. Asumo que lo que estoy manifestando no pueda resultar «progre» pero es que no entiendo este dilema de prohibir, ni la necesidad de justificar ciertas medidas con esa frase de… «no creo en las prohibiciones». La convivencia puede ser complicada y, consecuentemente, se tiene que regular mediante normas legales, pero hay aspectos que no se pueden dejar a la buena voluntad del político de turno, sencillamente  porque,  somos conocedores de la evidencia consistente en que no toda voluntad resulta buena o, cuando menos, neutra.

Paradójicamente el debate de los toros ha venido a trasformar a los defensores de la libertad y los de la prohibición, y esto ya clama al cielo. Ahora resulta que la sociedad conservadora está en contra de prohibir y la supuestamente progresista a favor. Todo ello me lleva a la conclusión de que el argumento no es el prohibir o no. El argumento es demostrar que la idea de uno es lo que debe prevalecer siempre, por encima de lo que puedan asentir los demás.

En sus ansias de prohibir, Izquierda Unida no repara en el perjuicio que puede crear a personas o instituciones locales, caso de llevarse a cabo el efecto de la pretensión y, desde su mínima expresión en el panorama sociopolítico local, no tienen en cuenta la evidencia de que, en los dos últimos festejos celebrados las pasadas fiestas en nuestra ciudad, la asistencia a los mismos fue notoria. En referencia a la clase práctica taurina del pasado sábado de fiestas, el número de asistentes a la plaza sobrepasaba los tres mil. Y en lo referente al de las vaquillas de la zurra, rondaban los cinco mil, cantidades éstas seis y diez veces superior respectivamente a las de electores que votaron a la formación izquierdista las pasadas elecciones locales. Si tanto ponen en valor la voluntad popular, no precisamente la suelen tener en cuenta en determinadas ocasiones, como queda debidamente demostrado.

D. José Ortega y Gasset ya manifestó con énfasis en su día que “la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda”. Y tanto viene a ser así, que el tránsito económico de nuestro país recibe una importante aportación del mundo de la tauromaquia. En este orden de cosas, la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos asegura que el toro produce 1.500 millones de euros anuales facturados, una cifra que supone el 0,25 del PIB. Y de los que Hacienda recauda casi el 14 por ciento.

En cuanto al número de puestos de trabajo que genera el mundo de la tauromaquia, supera los 180.000 empleos tal y como afirma la ANOET aunque esta cifra es más alta según otros sectores, ya que la Real Federación de Peñas Taurinas la eleva hasta 200.000. A todo esto hay que añadir una cantidad mucho mayor en puestos de trabajo indirectos.

Un informe elaborado por Esquerra Republicana de Catalunya, que nadie podrá acusar de taurófila, recoge que en enero de 2013 la cifra del vestigio económico de los toros alcanza la cantidad de 1.730 millones de euros en contabilización anual. Estudio efectuado a partir de las estadísticas oficiales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, simplemente en referencia al coste de todos los festejos taurinos y encierros populares que se organizan en España. Esos 1.730 millones de euros serían una buena aproximación para medir el PIB taurino mediante la suma de todas las rentas obtenidas por los agentes económicos participantes.

Los espectáculos taurinos están englobados en el epígrafe 93 de la Contabilidad Nacional de España, «Actividades deportivas, recreativas y de entretenimiento». Esta rama aporta 15.000 millones de euros al PIB español, por lo que las corridas de toros representan un 12% de este importante sector de la economía nacional, que incluye desde las actividades de los clubes deportivos hasta la gestión de los parques de atracciones y de todo tipo de instalaciones deportivas y de ocio.

En referencia a nuestra localidad, ciñéndonos a la moción presentada por Izquierda Unida en el Consistorio para instar la supresión de los festejos taurinos en nuestro municipio, debería consecuentemente dicha formación explicar a los representantes de nuestra Fiesta de la Vendimia, el motivo por el que les pretenden privar de los necesarios, e imprescindibles ingresos que les proporciona el festejo de vaquillas que precede a la zurra, cuando además, es totalmente incruento, pese a que ellos pretendan alegar lo contrario.

Del mismo modo, todo aquel edil que promueva o pruebe la susodicha moción, debería también explicar al entorno del requenense Jesús Duque, cuya familia, gente trabajadora, ha invertido los recursos que tenía y los que no tenía, en la carrera de Jesús desde que era un niño y, ahora que está próximo el momento de recoger los frutos de tanto esfuerzo, se le pretende impedir el desempeño de su profesión en su propia tierra.

La manifestación de que  la tauromaquia es un concepto propio de la derecha es una afirmación tan falaz como majadera de gente interesada en su desacreditación. Intelectuales o comunicadores tan conocidos como Javier Sardá, Pedro Almodóvar, Juan Echanove, Mercedes Milá, Juan Diego, Jesús Vázquez, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ramoncín, Antonio Banderas, Ángels Barceló, Almudena Grandes, Iñaki Gabilondo, Jaime Urrutia, Concha Velasco, Eduardo Mendoza, Miquel Barceló, Miguel Bosé, Baltasar Garzón, Juan Echanove, Boris Izaguirre, Víctor Manuel… y un largo etcétera que haría interminable el artículo han declarado indefectiblemente su afinidad por la Fiesta de los toros.

Dirigentes políticos de izquierda que, o bien apoyan la Fiesta, o bien piden respeto para la misma son innumerables. La enumeración incluye nombres vinculados al PSOE o a Izquierda Unida, o simplemente comunistas sin más: Como podemos considerar al Che Guevara, cuya fotografía ilustra la portada presenciando en Las Ventas presenciando una corrida en barrera. Felipe González, José Bono, Gaspar Llamazares, Julio Anguita, Alfonso Guerra, José Blanco, José Montilla, Trinidad Jiménez, Manuel Chaves, Tomás Gómez, Enrique Múgica, César Antonio Molina, Joaquín Leguina, Miguel Ángel Moratinos, Ángeles González-Sinde, Bernat Soria, Ramón Tamames, Tierno Galván, Indalecio Prieto, Rosa Aguilar, Susana Díaz, Pedro Sánchez, Miguel Ángel Revilla. Patxi López…, etc. Hasta podríamos citar al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero quien no se pronunció nunca como aficionado taurino, pero sí que evidenció siempre su reconocimiento y respeto por la Fiesta.

Y si hacemos referencia al efecto a su acepción en el mundo de la cultura la lista es larga y suculenta: Francisco de Goya, Valle Inclán, Ortega y Gasset, Villegas Cordero, Darío de Regoyos, Dalí, Picasso, Sebastián Miranda, Calderón, García Lorca, Bergamín, Machado, Ramón Casas, Miró, Alberti, Neruda, Ruiz de Alarcón, Cossío, Miguel de Cervantes, Góngora, Pérez Galdós, Eugenio Noel, Bécquer, Buñuel, Gabriel García Márquez, Miguel Hernández, Dámaso Alonso, Rubén Darío, Camilo José Cela (que llegó a torear en varias plazas), Gabriel Celaya, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Marañón, Jacinto Benavente, García Berlanga, Gaya Nuño, Max Aub, Vicente Puchol, Alfredo Bryce Echenique, Ernest Hemingway, Orson Welles…

Podría seguir argumentando y argumentando hasta llenar veinte páginas como ésta, pero, sin descartar nuevas intervenciones, deseo concluir el presente artículo dejando constancia de una manifestación efectuada en la época de la transición democrática por el representante del Partido Comunista de España D. Ramón Tamames cuyas manifestaciones fueron recogidas por el periodista Joaquín Vidal en el diario El País el 14 de febrero de 1979, y fueron efectuadas en el foro de la segunda conferencia del ciclo «Los partidos políticos ante la fiesta de los toros», que organizó la peña taurina Andanada, y que tuvo lugar el día anterior a su publicación. Conferencia que, según el periodista, fue seguida con enorme atención por un público, en su mayoría joven, que abarrotaba una de las salas del Centro Cultural Villa de Madrid y que tuvo como esquema la españolidad -y, al tiempo, la singularidad- de la fiesta, su firme enraizamiento popular, y el enfoque que el PC da al espectáculo taurino.

«El Partido Comunista no pretende, en absoluto, socializar la fiesta de los toros, porque se trata de un arte; sería una temeridad cualquier intento de socialización de lo que es un arte y, además, como en este caso, de fuerte raigambre popular».

«En el período anterior -comentó- se solía decir que si el PC llegara al poder, una de las primeras cosas que haría sería suprimir las corridas de toros. Lo cual es una barbaridad, se mire como se mire, porque nadie osaría atentar contra las necesidades sociales, entre las cuales están el esparcimiento y el arte, que son características esenciales de la fiesta. De hecho, aparte las sociedades protectoras de animales, el único grupo que propone suprimir este espectáculo, que yo sepa, es CEDADE; es decir, una asociación ultraderechista.» (sic).

Pienso que la única pretensión que puede asumir esta sociedad en este mismo sentido, ha de ser la prohibición de los prohibidores, tanto de izquierdas, como de derechas, que tan empecinadamente abrigan la pretensión de salvarnos de lo que somos (siempre por nuestro bien, evidentemente o, al menos eso dicen ellos). Que vayan teniendo en claro la idea de que ya comenzamos a estar más que hartos de nuestros doctos “salvadores”, sencillamente porque esto de prohibir debe ser adictivo; cuando uno empieza ya no sabe cómo parar y, con tal de dejar su impronta incontestable, el prohibidor suele brindar la evidencia de sus propios complejos en una alocada huida hacia adelante que no alcanza a divisar el fin.

De un partido político que se autodenomina progresista uno podría sospechar la interposición de mociones sustanciales a su pretendida idiosincrasia, tal y como podría haber sido el solicitar de la corporación en donde cohabita políticamente la puesta a disposición de la Generalitat Valenciana de alguna vivienda propiedad municipal con destino a acoger en nuestra ciudad a una o varias familias de refugiados sirios, de acuerdo con nuestras posibilidades (si cada pueblo de Europa acogiese a una familia, el dramático problema ya habría sido resuelto con creces). O bien interesar la limpieza de los vertederos ilegales. O también la atención a nuestros montes que este año ya han padecido dos amagos de incendio. Tantas y tantas cosas en positivo para procurar una sociedad mejor. Pero no, aquí lo sustancial es prohibir y la moda son los toros. Sin la prohibición no somos nadie, no mostramos autoridad ni por tanto el temor que deseamos reflejar. Prohibir, para bien o para mal, pero prohibir siempre.

Son tantas las energías que emplean en censurar y prohibir que deberían darse de alta todos ellos en una sociedad anónima de censores-prohibidores aunque, eso sí, que negocien la ubicación de su sede social en el planeta Marte lo más cercano.

Pero, que también tengan en cuenta nuestros munícipes componentes de todo el abanico político con representación en nuestro Ayuntamiento, que muchos ciudadanos/as requenenses vamos a estar pendientes el próximo pleno del Consistorio de la resolución de este punto del orden del día donde se pretende dejar firme la detestable y descabellada prohibición o, en su caso simple declaración de intenciones, tal y como parece lo más probable, por lo que, consecuentemente, vamos a tomar nota de la actitud de cada cual al respecto, simplemente para que, en épocas futuras y sin censuras ni prohibiciones por nuestra parte, podamos disponernos a obrar razonablemente con la contundencia de nuestro voto democrático, siempre que no nos lo prohíban de aquí a entonces, que todo podría darse en esta loca carrera de despropósitos prohibitivos.

Julián Sánchez

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