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LA BITÁCORA DE BRAUDEL/JCPG.

Tres jornadas de huelga se hicieron la semana pasada los estudiantes de España. Tres días que pasaron casi inadvertidos. No podía ser de otra manera; con la que está cayendo, casi nadie se preocupa de otra cosa que de la corrupción y de los efectos explosivos de la crisis. Parar un minuto en la huelga estudiantil debió de parecerles a los medios de comunicación un lujo inasumible.

Sin embargo, la educación se encuentra en estado de corrosión y desmantelamiento. Las responsabilidades son colectivas, aunque puedan identificarse factores hegemónicos que tienen más culpa que otros. En todo caso, como ya subrayé en el artículo de la semana pasada, el sistema requiere de operaciones quirúrgicas y renovadoras de amplio calado.

Nos centramos el otro día en el propósito bien asentado en el sistema de eliminar cuantos efectos nocivos pudiera representar la frustración. Para ello se habían levantado medidas de contención de todo tipo, desde el famoso “progresa adecuadamente” hasta la imposibilidad de repetir según en qué nivel y cómo. Todo despropósitos que atentan contra lo elemental del razonamiento. Alejar la frustración; objetivo esencial de un sistema que mantiene a los chavales en una nube totalmente aislada de la cruel sociedad de consumo que les espera.

La responsabilidad es colectiva, repito. Pero los profesores, tan dados a lo novedoso y supuestamente progresista, hemos dejado en no sé qué lugar nuestro celo profesional y nuestro esfuerzo en aras de una pedagogía nociva, incapaz de promocionar el valor del esfuerzo del sacrificio personal para obtener una mayor cultura. Han importado más los procedimientos que lo que se aprendía. “Es que lo que busco es que aprendan a utilizar las TIC”; “quiero que sepan comentar un texto”; banas excusas, en muchas ocasiones, de profesores que se lavan las manos, que pasan de sus propios alumnos. El compromiso no es con los procedimientos, sino con el conocimiento. Sin conocer el saber acumulado por los antepasados difícilmente puede surgir algo novedoso. No existe en adanismo, en casi nada; menos aún en la educación.

Se dice que los profesores somos algo así como guías o facilitadores del aprendizaje. ¡Hay que ver el daño que han hecho este tipo de estupideces pedagógicas en nuestro sistema educativo! Como si fuéramos guías turísticos o vete a saber qué. Lo asombroso es que muchos compañeros profesores se dicen a sí mismos “guías facilitadores de aprendizaje”. Impresionante. Difícilmente se aprende a hacer un comentario de texto si no se conoce la literatura o la historia. Enseñar a hacer como si no fueran necesarios los conocimientos. Esto ha sido también, y sigue siéndolo, el refugio más cálido para los profesores poco comprometidos con sus alumnos, aquellos que conocen pobremente su disciplina y se escudan en excusas constantes como la maldad intrínseca de todo lo que nace en la administración o la dirección de los centros. Son ellos, supuestamente, los que lo harían mejor.

Hay que cambiar los paradigmas. Los chavales deben aprender la cultura, el saber acumulado durante generaciones. También las nuevas tecnologías, de las que precisamente están mejor preparados por la sociedad y las familias que por la escuela. En los centros educativos se aprende historia, literatura, matemáticas, pero también autodisciplina, respeto, esfuerzo. Atender a todos, desde la igualdad no significa igualar por abajo como hacemos en nuestro sistema. La estrecha visión de la igualdad debe ampliarse con la promoción de los talentos individuales. Y la escuela no hace sino ahogar el talento.

En Los Ruices, a 29 de octubre de 2014.

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