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Requena 15/02/18). La Bitácora /JCPG

La visión es verdaderamente idílica: montañas, pastos, un caballo pacíficamente comiendo, cielo azul. Al otro lado de la imagen, los conflictos. Algo así es la educación. Poderes que pretenden defender a profesores supuestamente denigrados y humillados. Todo un gigantesco escaparate.
La situación del sistema educativo preocupa a pocos. Los gobiernos se dejan llevar por sus urgencias, y además en medio de esta galopante crisis institucional que crece por instantes, ninguno parece dispuesto a dar pasos reformistas. La sociedad es bastante plural y poca gente es consciente del declive de los conocimientos de nuestros chavales. Familias poco interesadas en la formación de sus alumnos… Para qué seguir.
Un compañero de instituto, tutor él, por tanto, damnificado por esa gigantesca y sangrante cruz de la tutoría, me comenta que unos padres le han dado el plantón. Esperaba su visita; la verdad es que la chica no va nada bien, para ser sinceros, es una auténtica gandula que no hace nada; pero los padres ya van por el segundo plantón. ¿Qué hacer ante esto? En realidad, esta situación no se puede generalizar. No pretendo engañar a nadie. Pero abundan estas situaciones, y los profesores tenemos que lidiar con esto. Con padres y con alumnos. Con padres que no se merecen los hijos que tienen. Con padres impresentables que tienen la inmensa suerte de tener hijos magníficos, quizás inmerecidos. Y casos contrarios: hijos modélicos que están dentro de familias terriblemente arrasadas por la tragedia, el desamor o cualquier otra situación.
Nunca hemos tenido más recursos. Ni más posibilidades de aprender. Lo malgastamos en la expansión de la mediocridad y el desconocimiento. Nunca hemos intentado promocionar la excelencia. Nunca desarrollaremos el talento. Ya vendrá la educación privada a hacerlo; al menos, esto es lo que deben pensar nuestros gobernantes. Los de Madrid. Pero también klos de Valencia. Ahora lo que manda es la inclusividad. Incluir a todos. Pero nada de nada de colocar a los mejores como ejemplo, como espejo de los demás.
Si acaso lo que prima es la pamplina plurilingüe. Un artilugio entre tantos para imponer lo de siempre: lo llaman normalización. Todos sabemos de qué va este espantajo.
Una posesión demoníaca se ha hecho dueña de la mente de nuestros próceres. Parece que están sometidos a los dictados de un ente superior con objetivos destructores. Porque la libertad, la pluralidad y el respeto queda siempre aparcados. Hay objetivos de carácter superior: normalizar, hacer un MIR para futuros profesores que prolonga su formación dos años más, introducir más inglés cuando no conocen la lengua propia, etc. Del supuesto MIR sacarán tajada las universidades, corroídas por su endogamia e ineficacia, faltas de alumnado en ciertas carreras. De la normalización, sacarán partido editoriales, gentes de la cuerda y otro personal dispuesto a escalar posiciones, etc.
Acabo de regresar de clase y me pongo a escribir esto, cuando la política inmediata, la del tema catalán ha saltado a las aulas, a los pasillos del instituto, de las clases en las que hay colgados carteles sobre los presos del 1-O; carteles colocados por compañeros profesores. Alucinante. ¿Qué haré? ¿Un póster de una chica en pelotas? Es lo que me pide el cuerpo. Quizás esto sí que sea inadmisible por las autoridades.
Realmente, el problema es que nadie, nadie, sabe qué necesita nuestra educación. Desde luego, no decretos. Necesita más tolerancia, más pluralismo y un regreso a la autoridad y a principios tradicionales que siguen siendo válidos: esfuerzo, promoción del talento y respeto. Respeto para todos. Y menos política. Esto sobre todo, porque nuestros políticos no saben de otra cosa: nunca abordarán el problema. Necesitamos promocionar el talento, necesitamos promocionar la inteligencia. En el futuro la vamos a necesitar.
Otro día hablamos de estándares. Que esto si que tiene bemoles.

Aquí se hace todo por decreto. Si no me gusta lo que dices, toma decreto. La mayoría sigue aplastando a las minorías. No vamos bien.
 Los Ruices, a 14 de febrero de 2018.

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