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EL OBSERVATORIO DEL TEJO/JULIÁN SÁNCHEZ

«El Partido Socialista tiene la obligación y la responsabilidad de existir. España necesita un partido como el PSOE. Lleguen a un acuerdo, eviten la división, fortalezcan el partido, recobren el sitio y la dignidad o devuelvan el PSOE, porque hay mucha gente dentro y fuera del PSOE que no merece esto» (Rodríguez Ibarra, ABC 30/9/2016)

La ambición de Pedro Sánchez, o tal vez el miedo a pasar sin remisión a engrosar las listas del paro más incierto, le llevó a un enrocamiento cuyas consecuencias se atisban tan imprevisibles como indubitablemente graves. Encorsetado en un mal disimulado populismo mediante la velada intención de acceder como sea a los fríos habitáculos de la Moncloa, Sánchez no ha dudado ni un momento en desideologizar a su propio partido sectorizando a gran parte de la militancia, sin darse apenas cuenta de que el partido ostentador de la idea socialdemócrata en España, está siendo llevado hacia la conversión de una mala copia del populismo más contumaz.

Tiene toda la razón del mundo Juan Carlos Rodríguez Ibarra cuando expresa su reflexión, en referencia a la huida hacia delante de Sánchez al proponer una consulta a la militancia con la velada intención de consolidarse prescindiendo unilateralmente de las estructuras orgánicas del partido: “Algunos se llevaron las manos a la cabeza sin darse cuenta de que el camino por donde condujeron al partido desde que decidieron elegir al secretario general por primarias conduce a una lógica que lleva a que el máximo dirigente del Partido Socialista solo contemple, tras su elección por las bases del partido, la existencia de él y de la militancia socialista. El secretario general divide el mundo en dos: de una parte, él, y de otra los afiliados.

El prescindir de la ponderación y control de los órganos del partido, deviene tan peligroso como el pretender estructurar un ejército cuya única directriz se establezca directamente entre el general y la tropa, sin cadena de mandos, ni control intermedio. Lo lógico sería que en lugar de un ejército estructurado la concurrencia se convirtiese en una banda sin orden ni estructura. Pues esta es a la situación a la que Pedro Sánchez y sus aláteres están llevando al Partido Socialista Obrero Español en su idea de tomar el poder sin lógica ni posibilidades reales.

Y digo sin lógica ni posibilidades reales, simplemente constatando la velada incongruencia de que el actual líder del PSOE se arrogara la pretensión de iniciar negociaciones en las próximas semanas con Podemos y Ciudadanos alumbrando la supuesta intención de explorar una mayoría alternativa al PP, pero con la imposibilidad de sellaría mediante un pacto hasta contar con el «aval» del partido. En consecuencia, aunque se hubiese dado la circunstancia de que en el Comité Federal del pasado sábado hubiese podido hacer hincar la rodilla a los críticos a su política, y consiguientemente verse libre para convocar las primarias anunciadas para el 23 de octubre por haber ganado la contienda interna, apenas hubiese tenido ocho días para firmar esa alianza antes de la disolución de las Cortes. Pero, en todo caso, el triple entendimiento, no es que se antoje difícil, se haría imposible por los vetos mutuos de Pablo Iglesias y Albert Rivera, tan inverosímiles de concordar como mezclar el agua con el aceite. Pero aun rizando el rizo al máximo hasta llegar al milagro, Sánchez tendría menos tiempo y menos fuerza, con el partido tan dividido para conseguirlo, por lo que ya no le quedaría otra salida que acordar otro imposible, el convenio con el separatismo más radical, cuya contrapartida ya conocemos hacia donde conduciría.

Pero todavía podría haber existido otra perspectiva que es la de las terceras elecciones, cuyas consecuencias habrían de ser también imprevisibles y supuestamente devastadoras para el propio PSOE. Si Sánchez, hubiese logrado convocar las primarias y las hubiese ganado. Si como es predecible, no hubiese alcanzado un pacto de gobierno para llevarle hasta la Moncloa, irremisiblemente la situación hubiese desembocado en terceras elecciones en las que él repetiría como cabeza de lista. Hubiese sido una campaña atípica en el PSOE. Los principales referentes del partido (desde Felipe González hasta la inmensa mayoría de los presidentes autonómicos) están enfrentados al secretario general y en principio no compartirían escenario con él. La imagen de división interna tampoco ayudaría a los socialistas en las urnas por lo que el suelo de votos ni podemos suponer hasta donde hubiese podido descender.

No es difícil suponer que todas estas circunstancias vayan a propiciar el pretendido “sorpaso” inspirado desde la cúpula podemita, desde donde no han dudado en enviar su “auxilio” más directo e intencionado hacia las pretensiones de Pedro Sánchez, retirando el apoyo de gobierno a las comunidades autónomas más díscolas con la pretensión de Sánchez, sin que, sorpresivamente, desde la dirección socialista no se haya actuado de la misma forma sobre los gobiernos de los principales ayuntamientos de directriz podemita cuya gobernabilidad es sostenida por el propio PSOE. ¿Incongruencia o estrategia? Que cada cual extraiga sus propias conclusiones. El sábado en las calles de Ferraz se pudo constatar la presencia de enviados podemitas con pancartas y consignas insultantes, con la velada intención de dinamitar las estructuras organizativas del PSOE; la estrategia del “sorpaso” se trasladaba a las inmediaciones de la sede de Ferraz.

Nicolás Redondo Terreros, cuya ponderación intelectual y trayectoria socialdemócrata queda fuera de toda cuestión, en un artículo publicado el pasado viernes en el mundo, profundiza sobre esta cuestión con el siguiente tenor: “El Partido Socialista lleva tiempo sin identidad propia. En algunas comunidades denominadas «históricas» el socialismo se ha adaptado de tal manera al ambiente nacionalista dominante que le ha sido imposible diferenciarse de los nacionalistas; tan sólo cuando éstos se han convertido en insurrectos y han empezado a hacer gala del desprecio a las leyes, tribunales y parlamentos democráticos, hemos vislumbrado un tibio intento de oponerse a las pretensiones del adversario, aunque tal vez demasiado tarde para no caer en la nada y en la periferia de la política en esas comunidades”.

El editorial del diario El País del pasado jueves, entra de lleno en la consideración de la deriva de Sánchez mediante un razonamiento de una contundencia realmente diáfana: “En circunstancias normales en la vida de cualquier partido político, el revés recibido por el PSOE en las elecciones autonómicas celebradas en Galicia y el País Vasco el pasado domingo, que se suma a las derrotas cosechadas en las dos elecciones generales del último año, donde el PSOE ha obtenido los peores resultados de su historia, deberían haber supuesto la dimisión automática de su líder. Cualquier dirigente político cabal lo hubiera hecho sin dudarlo. Pero Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso”.

La deriva a la que ha sometido Pedro Sánchez a una organización política de la trascendencia del Partido Socialista Obrero Español, está llevando al partido hacia la pérdida sistemática del genuino espíritu implementador de su ideología cardinal, que no es otra que la socialdemócrata, sustituyendo esta doctrina por la falacia áspera y soez del populismo más demagógico, sin llegar a advertir que el final del camino emprendido deviene hacia la mutación doctrinal en una mala copia del laberinto ideológico podemita, cuyas siniestras características no se acierta a concretar. Según el propio Antonio Miguel Carmona asevera, “se levantan comunistas, comen socialdemócratas y se acuestan dando su apoyo a Álvarez-Cascos«. Ya conocemos todos lo que viene a suceder en estos casos cuando la ciudadanía debe pronunciarse al respecto, siempre que haya que decidirse entre la copia y el original se suele solventar por el segundo.

El Partido Socialista Obrero Español debe reinventarse y resolver sus controversias sobre su principal fundamento de origen, que no viene siendo otra cosa que su genuina ideología socialdemócrata. El populismo no viene a ser más que la gran falsedad ideológica del ahora sin fundamentos de futuro. No se puede propugnar el anuncio de políticas asistencialistas si con anterioridad no sacamos adelante las bases para poder implementar los medios que aporten los recursos para alcanzar a sustentar las estructuras del estado de bienestar, el cual, no lo olvidemos, fue el gran invento de progreso propiciado por la socialdemocracia europea en el despegue de los ochenta.

Es al proyecto socialdemócrata nórdico actual hacia donde nuestros próceres socialistas deben comenzar a mirar buscando una refundación de sus estructuras ideológicas que les lleven a recuperar su abandonado espacio en el centro-izquierda de la política española, tal y como en su día vinieron a efectuar los que desde el ochenta y dos propiciaron el gran despegue estructural de España, modernizando unas cuantificaciones filosóficas toscas y rudimentarias provenientes de la dictadura. Los países nórdicos asumen la base fundamental sobre la que debe establecerse la Europa del futuro, y es a este sistema al que se debe acudir, dejando de lado la falsedad del populismo recientemente asumido, el cual ha venido, por mor de sus ficciones y falsas estrategias, a contagiar a una cierta parte del estrato social de la militancia socialista. De lo contrario puede acontecer lo propio que en la fábula de “El flautista de Hamelín”, en la cual, para quien no conozca la leyenda, los niños del pueblo de Hamelín se dejaron encantar por las suaves y melodiosas notas musicales de un malévolo y vengativo flautista hacia las inmediaciones de un río donde les indujo a perecer ahogados. Únicamente lograron sobrevivir tres; un niño cojo, otro sordo y el último ciego, quienes debido a sus constatadas discapacidades se vieron imposibilitados para seguir al embaucador.

Que no sean precisamente las discapacidades, sino la razón y el sentido común, quienes impidan al socialismo español a caer en las redes de la demagogia, el sinsentido o la desnaturalización. O la Europa nórdica o Venezuela, o socialdemocracia o populismo. O lo que viene a ser lo mismo; o futuro o el abismo más recóndito. Quien asume las ideas y actitudes del maligno acaba en los infiernos.

Julián Sánchez

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