LOS COMBATIVOS REQUENENSES// Víctor Manuel Galán Tendero.
Los conquistadores muchas veces han triunfado muy a medias, pues una cosa es controlar una localidad y otra más difícil su entorno. Los inmaculados mapas imperiales, de franjas cromáticas que alcanzan de un país a otro, pasan por alto tal circunstancia. El imperio napoleónico en España se asemejó de hecho más a un átomo, cuyas activas partículas dejaban amplios espacios vacíos.
Estas verdaderas tierras de nadie han acogido a los resistentes, que desde allí han lanzado sus incursiones contra la autoridad ocupante de la ciudad o la villa de turno, una verdadera frontera con normas militares muy determinadas.
Durante la guerra de Sucesión Española, Requena fue tomada por las fuerzas del archiduque Carlos de Austria. Como en otros puntos de Castilla, las simpatías se inclinaban por Felipe de Borbón. Mientras que aquél gozó de buenos recibimientos en ciudades de la Corona de Aragón como Tarragona y recibió la obediencia de Barcelona, Zaragoza o Valencia, nunca pudo lograr la de Madrid, por mucho que se intentara.
Sus tropas, con bastantes ingleses en sus filas, fueron acusadas en Requena de cometer sacrilegios, que junto a la exigencia de contribuciones no ayudaron a hacer popular la causa de los Austrias entre su vecindario. Los que pudieron, como si de una epidemia se tratara, huyeron a territorio borbónico
Esta forma de demostrar la fidelidad a la causa de Felipe V no era nueva ni única. Muchas gentes de Jijona se acogieron a localidades como Villena para proseguir la lucha contra los de Carlos de Austria. Varios prohombres requenenses también escaparon, quizá por motivos que fueran más allá del servicio al rey Felipe. Entre los regidores municipales, a comienzos del siglo XVIII, el absentismo era un problema, pues muchas responsabilidades se consideraban una carga enojosa. El peso del honor también estaba mermando el cabildo de los caballeros de la nómina.
No todos, claro está, eludieron sus deberes. Destacado cofrade de la Vera Cruz, Miguel Domínguez de la Coba fue uno de ellos. Familia del famoso don Pedro, que con tantas cosas tuvo que bregar durante la ocupación, condujo sus ganados fuera de los términos municipales de Requena.
La supervivencia de los rebaños se vio comprometida y con ella la resistencia de los fieles. El 14 de marzo de 1707 las fuerzas de Carlos de Austria se iban replegando de territorio castellano y fue autorizado por Felipe V a conducir sus animales a las dehesas de las localidades próximas al reino de Valencia. Debería de pagar los impuestos de pasto correspondientes, ayudando a rehacer un poco las comprometidas haciendas municipales.
La combinación de ganadería y milicia ha sido particularmente efectiva para prolongar una lucha contra un adversario más poderoso, desde los samnitas que pusieron en jaque a los romanos a los bóeres sudafricanos que desafiaron al imperio británico. Las partidas de jinetes minaron las fuerzas del de Austria en tierras castellanas. A escasos días de la decisiva batalla de Almansa, un 16 de abril, Miguel Domínguez de la Coba vio concretado su permiso de pasto en la estratégica Enguídanos, entre las tierras de Moya y Villena, en atención a la posible evolución de las circunstancias militares del momento.
A medida que las fuerzas borbónicas fueran imponiéndose en los frentes peninsulares, la baza de la resistencia pasó a los austracistas en muchas comarcas. Fue entonces cuando los avezados requenenses tuvieron que transportar con sus recuas víveres para las tropas de Felipe V por caminos peligrosos, a punto de ser interceptados por otros resistentes de fidelidad distinta a la suya.
COLECCIÓN PÉREZ CARRASCO, 2º/2.