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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG

Personas. Parece que algunos tienen problemas para definirlas. Problemas para distinguir entre una persona y una mascota. El caso es real. Un libro de texto de la nueva asignatura de “Valores éticos” que lanza el concepto de persona hacia la autosuficiencia física y mental. Para los alumnos de tal asignatura, nada menos que en 1º de Secundaria, las cosas están lejos de estar claras. Confunden persona con sus mascotas; pero excluyen de tal concepto, por ejemplo, a una persona con alzheimer. El asunto es real. Sorprendente.

El caso es que ha venido a mi mente…

Porque me toca. Por el lado familiar y por el puramente profesional. Aunque me sienta implicado hasta las cachas por el hecho de ser persona. Lo que dice se puede traducir así: «Este tarado le cuesta al pueblo una pasta».

El maldito dinero. Ahora con el tema de la eutanasia. El nazismo, el holocausto, temas que son de completa actualidad, que reciben una atención constante en los medios e incluso desde la educación, sin embargo, soslayan que varios millones de personas (ellos naturalmente los consideraban no-personas, o como mínimo una carga demasiado pesada para la sociedad) fueron exterminadas durante el período nazi. Hannah Arendt demostró que las primeras cámaras de gas fueron construidas en 1939, para cumplimentar el decreto de Hitler, dictado en 1 de septiembre del mismo año, que decía que “debemos conceder a los enfermos incurables el derecho a una muerte sin dolor” (probablemente este es el origen médico de la muerte por gas). La idea contenida en este decreto era, sin embargo, mucho más antigua. Ya en 1935, Hitler había dicho al director general de medicina del Reich, Gerhard Wagner, que “si estallaba la guerra, volvería a poner sobre el tapete la cuestión de la eutanasia, y la impondría, ya que en tiempo de guerra es más fácil hacerlo que en tiempo de paz”. El decreto fue inmediatamente puesto en ejecución, en cuanto hacía referencia a los enfermos mentales. Entre el mes de diciembre de 1939 y el de agosto de 1941, alrededor de cincuenta mil alemanes fueron muertos mediante gas de monóxido de carbono, en instituciones en las que las cámaras de la muerte tenían las mismas engañosas apariencias que las de Auschwitz, es decir, parecían duchas y cuartos de baño. Evidentemente, el totalitarismo extendió su manto de transformación idiomática de lo que llanamente era un asesinato y habló de “muerte sin dolor”.

Es lo que tiene el propósito de crear una raza perfecta. Hay que matar a los que no encajan en el molde. Pero los nazis no parecían estar asustados por el número de víctimas. Estaban dispuestos a matar cuanto hiciera falta.

Conviene, pues, saber nítidamente qué es una persona. No parece que la juventud lo tenga claro. Los libros de texto en los que reposa su formación ciudadana presentan ciertas grietas. Hay un imperativo moral en todo esto: yo como guardián y protector de mi hermano, o de mi hermana. Esto sí que es verdaderamente sagrado. Esto sí que es auténticamente humano.
En Los Ruices, a 2 de diciembre de 2015.

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