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EL OBSERVATORIO DEL TEJO/JULIAN SANCHEZ

Uno se preguntaba la tarde-noche del pasado día cinco ¿Qué podrían celebrar con tanto bombo y algarabía las pobres gentes que habían sido llevadas a la urna sin conocer en detalle que iban a votar? Muchos de ellos llegaron a abrigar la idea de que a partir del lunes, con el inapelable triunfo del “oxi”, se habían acabado las penalidades de las colas en los cajeros automáticos de la sufrida banca, y que la ¿victoria?  se habría transformado en la finalización de una angustiosa pesadilla. Pero no, el lunes vino de la misma forma como lo fue el viernes y el jueves anterior y, consiguientemente, el temible “corralito” seguía vigente, la pesadilla continuaba y la mentira seguía planeando sobre las cabezas de unos griegos de buena voluntad que habían tenido la desgracia de padecer sobre sí mismos la incompetencia inútil, corrupta y falaz de todos los políticos de arco iris griego que han tenido la desgracia de padecer, desde Karamanlís hasta Tsipras.

El Tratado de la Unión Europea (TUE), firmado en Maastricht el 7 de febrero de 1992  que entró en vigor el 1 de noviembre de 1993, dio origen al mercado único el cual quedó establecido mediante la instauración de la Unión Económica y Monetaria (UEM) y dejó abierta la puerta hacia la integración europea a nuevos ámbitos, encaminados hacia la consecución de algo tan complejo como viene a ser la posterior consecución de la unidad política dentro de la Unión.

La política económica refleja las siguientes perspectivas: Los Estados miembros deben garantizar la coordinación de sus políticas económicas, instaurar una vigilancia multilateral de esta coordinación y quedar sometidos a normas de “disciplina financiera y presupuestaria”. El objetivo de la política monetaria consiste en instaurar una moneda única y garantizar su estabilidad mediante la estabilidad de los precios y el respeto de la economía de mercado.

Cuando los países llamados periféricos, entre los que se contaban Grecia y también España, acariciaron la perspectiva de acceder al denominado club europeo, todos fueron conocedores de todas y cada una de las estipulaciones que el TUE requería, así como el compromiso de sus miembros hacia el respeto de dichos acuerdos. Así como funcionar de acuerdo con esos preceptos básicos de disciplina financiera y presupuestaria, garantizando la estabilidad en precios y respeto a la economía de mercado.

El tratado no engañaba a nadie. No existía por tanto una unidad política que obligase a todos los estados a funcionar como un único miembro, pero sí que había establecida una unión multidisciplinar, la cual había que respetar como elemento básico de funcionamiento. Pero esa perspectiva que se constituía como el espíritu funcional de todo el conglomerado, no aparenta haber quedado clara para los gobiernos de ciertos países quienes siguen insistiendo en actuar como si  no tuviesen que dar explicaciones a nadie de sus decisiones subjetivas, eso sí, objetivamente claman por anteponer su personal concepto de la democracia ante el que los demás puedan obtener del conjunto, ya lo estamos viendo.

Alexis Tsipras, correligionario de nuestro Pablo Iglesias, asume un concepto de democracia propio del que exhiben los extremos en política; la democracia es buena cuando es la mía, si se superpone a mi concepto el que puedan aportar los demás deja de ser democracia. Lo estamos viendo mediante la rebelión de los 5.000 en referencia a las primarias de su partido ante las próximas generales y así va a seguir siendo, es cuestión únicamente de principios y “lo mío es mío y lo tuyo de todos” es un principio muy peculiar en la filosofía de ésta gente.

Mucho tuvo que escuchar el primer ministro griego de los representantes de los grupos políticos del Parlamento Europeo en la Asamblea General del pasado miércoles, pero me gustaría destacar la intervención del líder del Grupo Liberal y Reformista y ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt quien hizo patente a Tsipras el derecho que cualquier país miembro tiene también a preguntar a sus ciudadanos sobre la particularidad de si están dispuestos a sufragar con sus propios impuestos las alegrías e irresponsabilidades de otro país miembro que, entre otras cosas, se ha reído del tratado europeo y de sus preceptos.

Verhofstadt insistió en que se asegure que se respeta el «método comunitario y el control democrático» en la elaboración del nuevo acuerdo intergubernamental y amenazó con presentar un recurso ante el Tribunal de Justicia de la UE si no se cumplen estas condiciones.

El político belga efectuó parangón mentando la actitud llevada a cabo por los tres países bálticos durante todo ese período, cuyos regímenes que asumían la dureza de un tipo de cambio fijo. La fijación del tipo de cambio no solo pudo contribuir a la acumulación de desequilibrios antes de la crisis, sino también a que su mantenimiento posterior les obligara a corregir sus desequilibrios mediante procesos de devaluación interna, es decir, vía reducción de precios y salarios relativos, e intensos ajustes fiscales.

Esta estrategia llevada a cabo por los países bálticos Estonia, Letonia y Lituania, ocasionó inicialmente una caída abrupta de la actividad, pero que por efecto de dichas medidas, las economías bálticas lograron recuperarse con rapidez, y en consecuencia, actualmente registran las tasas de crecimiento más elevadas de la UE y, consecuentemente, los desequilibrios fiscales y por cuenta corriente han tendido a corregirse de forma drástica.

¿En qué situación llegó Grecia al euro? Pues según publicaciones específicas al efecto, el salario medio de los empleados de los ferrocarriles públicos griegos superaba los 66.000 euros al año. Esta circunstancia incluye a limpiadores y otros trabajadores de baja cualificación. El metro de Atenas contabiliza unos 90 millones de euros en tickets cada doce meses, mientras que el coste total de esta empresa pública es superior a los 500 millones anuales. Unos 600 tipos de profesionales helenos alcanzaban su jubilación legal entre los 50 y los 55 años. Peluqueras, camareros, músicos o masajistas están entre estos oficios considerados como de alto riesgo para la salud. Menos de 5.000 contribuyentes griegos, en una población de 12 millones, reconocen cobrar más de 100.000 euros al año (en España, con 45 millones de habitantes, hay cerca de 200.000 contribuyentes en este nivel).

Siguiendo esta referencia, la deuda total del Estado griego era de 328.000 millones de euros a finales de 2010, un 143% del PIB. Teniendo en cuenta que para este año esperan un déficit cercano al 9%, aunque quizás pueda reducirse algo tras el plan de ajuste, es fácil imaginar que el montante total de lo debido superará los 350.000 millones de euros. Se calcula que sumando los 800.000 millones de deuda implícita por las pensiones, las obligaciones totales de Grecia alcanzan los 1,2 billones de euros. Y hay que tener en cuenta que los ingresos con impuestos no llegan a los 90.000 millones al año.

Por citar algunos ejemplos: ¿Qué país europeo se puede permitir el lujo de asignar a 40.000 señoritas una pensión vitalicia de 1.000 euros mensuales por el mero hecho de ser hijas solteras de funcionarios fallecidos? O, ¿también la asignación de 50 conductores para un solo coche oficial que se concentraban en algunos departamentos de la administración pública. Y ya no hablemos, por ejemplo, del control gubernamental sobre las pensiones al no haber detectado 4.500 fallecidos, cuyos familiares no habían comunicado a la Seguridad Social su defunción para así poder seguir percibiendo el importe de la pensión de jubilación del finado, costándole al Estado este periplo la no desdeñable cantidad de 16 millones de euros al año.

Según datos estadísticos facilitados por la entidad datosmacro.com, el estado griego dedica un expendio total en gastos de defensa del 2´24% de su PIB. A efectos comparativos comprobamos que España destina el 0’91, Alemania el 1’21, Italia el 1’44, Inglaterra el 2’05 y Francia el 2’20. Esto puede dar una idea del derroche griego sobre el particular.

El verdadero problema griego, aunque se quiera vender lo contrario, no es la crisis, ni, por supuesto, el libre mercado, ni mucho menos la anunciada presión de los países de Europa sobre un pueblo griego sometido. El auténtico problema griego son los muchos años y años de despilfarro del dinero público, por parte del actual Gobierno, del anterior y del precedente a éste hasta perderse en el tiempo. El Estado griego cayó en bancarrota, se quiera decir lo que se quiera, y sólo su entrada en el euro, con las ayudas que este hecho produjo, le permitió sobrevivir unos años más. Ahora, la recesión sólo ha hecho que se vea con claridad una situación que no admitía ya otra cosa que certificar la defunción del cadáver.

Desde Europa, estos mismos países han exigido al Estado heleno recortes de gasto,  lo único que pretenden con ello es que se les de la seguridad de garantizar a sus votantes, que son quienes han de aportar los recursos al nuevo rescate, la posibilidad de que en algún momento puedan recuperar, al menos, parte de lo prestado. Mientras, los manifestantes en Atenas y los indignados en Madrid, protestan contra el plan de ajuste y le echan la culpa de la situación a la «¡dictadura de los mercados!».

Si se habla de democracia y de referéndums, démosle la oportunidad de pronunciamiento a todos, no lo hagamos de forma sesgada. Que sea democracia completa y unitaria la que se exprese, no únicamente la que a los extremos interesa. Por cierto, que curioso que coincidan los “demócratas” de Syriza y Podemos en el Parlamento Europeo con los neonazis de Amanecer Dorado, o con los fascistas del Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, por ejemplo, esta circunstancia es algo que no deja de ser más que significativo, el radicalismo se define por sí mismo.

Julián Sánchez

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