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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /Requena(13/02/18)

Mediados del mes de febrero. Aunque estamos aún en pleno invierno ya se evidencian en el monte muchos indicios de que la primavera no tardará en llegar. Los días ya alargan, con lo que las tardes se pueden ir aprovechando mucho más que hace apenas unas semanas; y los almendros están en plena floración, ofreciendo un bonito cromatismo al campo que parece despertar de su letargo invernal. Y también las aves se hacen ahora más detectables, o al menos algunas de ellas, que comienzan a emitir sus cantos nupciales en las mañanas en que luce el sol.

Caminar ahora por el Vallejo del Campillo o por las inmediaciones de la granja Meteor, en la vertiente norte de la sierra de Malacara es un verdadero placer para los sentidos. Decenas de totovías Lullula arborea lanzando sus trinos desde el cielo o los zorzales charlos Turdus viscivorus con sus potentes sinfonías desde las copas de los pinos inundan de dinamismo y vivacidad unos paisajes que bien merece la pena conocer. Sirva este Cuaderno de Campo como invitación para visitar una de las sierras más interesantes y valiosas del interior valenciano desde el punto de vista de la biodiversidad. Vayamos de paseo pues por la sierra de Malacara.

La sierra de Malacara constituye un elemento orográfico de primer orden a caballo entre el altiplano de Requena-Utiel por el oeste y la llanura litoral valenciana por el este. De hecho  esta sierra, poblada de bandoleros en épocas pasadas, constituyó el límite fronterizo entre los reinos de Castilla y de Valencia. Aún quedan varias casas de postas, o al menos sus topónimos como Venta Mina, Venta Quemada o la Venta del Rebollar en el Camino Real de Madrid, situado en el extremo septentrional de la propia sierra, y que testifican el trasiego de viajeros entre unos territorios y otros.

La sierra se localiza entre el corredor por el que se sitúan la autovía A-3 y la vía del tren de alta velocidad Valencia-Madrid por el norte y la carretera que une las localidades de La Portera (Requena) y Yátova, y en general el propio río Magro, por el sur. Como límite occidental queda limitada por el complejo fluvial que componen la rambla de Villingordo primero, la del Quisal después y ya el río Mijares a continuación. Y por el este aparecen las estribaciones del Portillo de Buñol y  la carretera entre esta localidad y Macastre como mejores referencias para delimitar su extensión.

La orientación de la sierra es prácticamente oeste-este y ofrece sus mayores alturas en sus porciones occidental y septentrional de la misma, disminuyendo las cotas conforme se orienta al levante y al sur. De esta manera dispone de varias cumbres que rozan los mil metros de altitud como los Altos de Cantacucos y de la Caseta de Panella, o que incluso lo superan, como los Puntales de las Palomas y de las Vaquetas. Pero es el pico de la Nevera, con sus 1.118 metros de altura, el que destaca por encima de los otros otorgando su característica cima una imagen inconfundible a toda la sierra.

Hay parajes en Malacara que son dignos de admiración por su interés paisajístico y natural y bien merecen una visita. Buenos ejemplos son el desfiladero del río Buñol, los cantiles de Carcalín y las cuevas del Turche en el término municipal de Buñol, o la cueva de las Palomas o el cerro del Motrotón en el de Yátova. Pero en el artículo de hoy nos vamos a centrar en el sector más occidental de la sierra y, por tanto, más próximo a la Meseta de Requena-Utiel.

El inicio de la ruta podría situarse en el mismo Vallejo del Campillo, junto a las casas del mismo nombre, en el término de Siete Aguas y muy cerquita de la autovía. Se trata de un extenso terreno agroforestal en el pie de monte de la propia sierra y que ahora, en el tiempo en que estamos, acoge a una gran cantidad de pájaros invernantes que se mueven en bandos en busca de las abundantes semillas que los eriales y barbechos mantienen en esta época del año.

Es realmente bonito y entretenido ver deambular, especialmente, a grupos mixtos de fringílidos de aquí para allá. Pardillos Carduelis cannabina, pinzones Fringilla coelebs, verderones Chloris chloris, verdecillos Serinus serinus e incluso lúganos Carduelis spinus, muy comunes en esta invernada, que se atiborran de granos y simientes que encuentran entre hierbas y terrones del campo.

Afinando un poco más los sentidos no será raro descubrir algunas de las aves que más interesan a los ornitólogos locales. Entre todos los pájaros de los sembrados destacan unos por su cada vez mayor escasez a escala regional. Son las alondras Alauda arvensis. Aquí, en el Campillo, hay una población invernante que oscila según temporadas entre 10 y 25 ejemplares y que incluso llegan a criar aquí; aunque eso sí, del orden de 3 a 5 parejas apenas. Es rara ya la alondra en la Hoya de Buñol-Chiva, y más como nidificante. Los cambios de uso en los paisajes agrícolas las ha afectado notablemente. Apenas quedan extensiones más o menos grandes dedicadas al cereal que sean susceptibles de ser ocupados por esta especie.

Además en época de cría otro pájaro de su propia familia taxonómica también aparece por aquí, pero en este caso desde sus cuarteles de invernada situados en el África transahariana; se trata de la pequeña terrera común Calandrella brachydactyla. Otro raro habitante de la España pseudoesteparia. De 10 a 12 parejas reproductoras se instalan en el Campillo en cada primavera. Otro valor más a destacar del paraje.

Escribanos soteños Emberiza cirlus, montesinos Emberiza cia, y los más corpulentos trigueros Emberiza calandra animan el paisaje en estas soleadas mañanas. Un poco más arriba, ya en las inmediaciones de los campos de almendros, son las totovías Lullula arborea las que proclaman sus celos territoriales llamando la atención de naturalistas, pero también de otros paseantes no tan versados en la ornitología.  Y éstas son sólo unas poquitas especies de las que abundan en el lugar. La lista de aves es, desde luego, muy larga.

Lástima el daño, ya irreversible, que la ubicación de un centro penitenciario ha hecho en el paraje. Aunque las obras aún no han acabado, el sitio ya no es lo que era; ni mucho menos. Y cuando finalicen, todavía será peor. El deterioro medioambiental por la propia instalación y el tránsito que se prevé de personas y vehículos afectarán de manera muy seria los ricos ecosistemas de la zona. Con la cantidad de alternativas de mucho menor impacto ambiental que se podían haber barajado, este, desde luego, no era el lugar más adecuado para ubicar tal infraestructura. Qué poco se pensó en el medio ambiente y en su riqueza paisajística y biológica.

Subiendo por la pista principal aparece un desvío hacia la finca de La Carrasca (también perteneciente al término de Siete Aguas), denominada así por la presencia allí de un enorme ejemplar testigo de otros tiempos más gloriosos; de cuando el monte estaba más vegetado por el árbol ibérico por excelencia. En esta zona todavía pueden verse restos de lo que en su día fue una bonita mancha de monte mediterráneo.

La vegetación actual de la sierra de Malacara dista mucho de una comunidad climácica original, aunque aún hay muchos lugares en donde se puede apreciar gran parte de la cohorte de plantas que tuvo en épocas no tan lejanas. Quizás uno de los mejores ejemplos sea el barranco del Fresnal, monte arriba, donde se encuentran sectores forestales poco transformados por la presión ancestral del ser humano. En el próximo capítulo de esta sección quincenal se dará cuenta de su notoria importancia florística, ya no sólo a nivel local sino, incluso, a nivel autonómico.

El pico de la Nevera, en el límite entre Siete Aguas y Buñol, merece una parada obligatoria. Se puede acceder al mismo monte a través desde el camino del collado de Maricardete, pero su ascensión se realiza más cómodamente por un camino que accede desde la colonia de Venta Quemada y atraviesa el collado del Barranco del Perro en su parte final. En cualquier caso se pueden disfrutar de unas vistas inmejorables. Bonita excursión, muy recomendable en los días anticiclónicos de esta segunda parte del invierno.

En las partes altas aparece una representación florística muy interesante que ha motivado la declaración de la cumbre por parte de la Generalitat Valenciana como Microrreserva de Flora. Así en las escasas 18 hectáreas que comprende el espacio protegido aparecen descritas muchas especies de plantas prioritarias en conservación como la margarita cenicienta Aster willkommii, la clavelina Dianthus edetanus, el lino Linum appresum, Thalictrum minus ssp. valentinus o el tomillo colorao Thymus granatensis ssp. micranthus entre otras. Además llama mucho la atención encontrar aún aquí bastantes pies supervivientes de un bonito árbol nada habitual en estas comarcas como es el pino negral Pinus nigra ssp salzmannii, que sobrevivieron a los numerosos incendios que azotaron la sierra en las últimas décadas del siglo XX.

Las laderas umbrosas del pico de la Nevera, pero también de las cercanas cumbres de Cantacucos o Maricardete, presentan valiosos rodales de quejigares Quercus faginea mezclados con fresnos de flor Fraxinus ornus. Además cabe nombrar también la existencia de una serie de plantas de distribución endémica que crecen en suelos más o menos arenosos asociados a los sustratos de origen jurásico de estas zonas. En concreto se encuentran taxones tan interesantes como la arenaria rompepiedras Arenaria aggregata ssp pseudoarmeriastrum, Teucrium pugionifolium, la aliaga enana Genista pumila rigidissima o especies singulares como la matafaluga de roca Pimpinella tragium ssp lithophila o el séseli de montaña Seseli montanum.

Desde el pico de la Nevera las lecciones de geografía valenciana son realmente sencillas y entretenidas por su perfecta posición en el centro provincial. Se alcanzan a ver numerosas sierras y formaciones correspondientes a diferentes comarcas con un simple recorrido de 360º. Pero también se configura una atalaya ideal para observar aves planeadoras. Desde allí he podido estudiar el devenir diario de rapaces diurnas tan interesantes que se distribuyen por la sierra como son el ratonero Buteo buteo, azor Accipiter gentilis o las águilas calzada Aquila pennata, culebrera Circaetus gallicus y real Aquila chrysaetos, entre otras. El tiempo literalmente se para cuando uno se deleita con la contemplación del vuelo señorial de estas aves. Criaturas que parecen suspendidas del aire y que recorren kilómetros y kilómetros sin gastar un ápice de su energía. Aves que, otra vez más, dan importancia con su presencia a una sierra muy poco conocida por la mayoría de paisanos.

La ruta continúa. Otro lugar a destacar, y de muy diferente descripción, se halla en la vertiente norte de un espeso monte cubierto de pinos rodenos Pinus pinaster conocido como El Retamar, a escasa distancia del collado Umán. Se trata de la Fuente Umbría, ya en el término municipal de Buñol; interesante manantial que en su día fue habilitado como área recreativa. El paraje alberga una rica colección de árboles de sombra que hacen de este lugar un sitio muy fresco y adecuado para merendar y relajarse en las calurosas tardes de verano. Desgraciadamente el abandono y la falta de inversión pública han hecho mella en él.

Los ribazos amenazan ruina y las instalaciones, incluida la propia fuente, presentan en la actualidad un estado lamentable. Una verdadera pena; de lo que fue en su día a lo que es hoy. Allí he pasado muchas horas recreándome en la búsqueda e identificación de los abundantes pájaros forestales que acuden al arbolado.

Entre las muchas especies que habitan aquí como agateadores comunes Certhia brachydactyla herrerillos capuchinos Lophophanes cristatus y comunes Cyanistes caeruleus, carboneros comunes Parus major y garrapinos Periparus ater, petirrojos Erithacus rubecula o chochines Troglodytes trglodytes, todavía en este mes es posible descubrir a los pequeños reyezuelos sencillos Regulus regulus merodear por las ramas altas estrato arbóreo en busca de alimento.  Unos pajarillos diminutos que acuden a la sierra desde bosques europeos situados mucho más al norte y que ahora mismo padecen temperaturas muy bajas obligándolos a descender a estas latitudes más meridionales.

Y en primavera y verano la Fuente Umbría también tiene su interés para otras especies venidas de África y que relevan a las que únicamente se citan aquí durante la invernada como el citado reyezuelo. Aparecen entonces los papamoscas grises Muscicapa striata, las currucas carrasqueñas Sylvia cantillans o incluso un pícido de comportamiento y aspecto peculiar: el torcecuello Jynx torquilla. La Fuente Umbría un punto caliente para la diversidad ornítica de la sierra de Malacara.

Acabamos el paseo en otro lugar destacado también perteneciente al término municipal de Buñol: la partida de  Las Moratillas, muy próxima ya al accidentado barranco del Quisal. En lo alto de una loma cubierta por pinares de Pinus halepensis, el paraje de Las Moratillas se configura como un excelente mirador hacia la vertiente suroccidental de la sierra y, especialmente, hacia el otro hito geográfico que dibuja el horizonte: la imponente sierra Martés.

Las Moratillas, dependiente de la Generalitat Valenciana, acoge en la actualidad a un área recreativa ideal para disfrutar de un día en el campo con la familia. Allí destaca aún la enorme casona forestal que se construyó a principios de siglo XX para albergar al personal técnico y a la guardería forestal que se encargó del proyecto de restauración hidrológico-forestal que se llevó a cabo por aquel entonces.

Hay que recordar que la sierra de Malacara, como tantas otras del interior valenciano, se encontraba hacia finales del siglo XIX realmente desolada por el aprovechamiento secular de sus bosques por el ser humano y por el efecto de los incendios forestales.

En concreto, se sabe que en la última década de ese siglo se sucedieron una serie de incendios que llegaron a quemar gran parte de esta sierra, pero también de las cercanas Martés y Cabrillas con lo que se favoreció el desarrollo de inundaciones catastróficas (en 1897 y en 1900). Poco después, la inmensa mayoría de estas sierras apenas estaban vegetadas por una maquia de romerales y en la que casi no había arbolado adulto.

De los planes de repoblación forestal de la sierra de Malacara de aquel entonces no sólo procede la construcción de la casa de Las Moratillas, sino también la adecuación de la Fuente Umbría y el acondicionamiento de la pista que comunica el corredor de Siete Aguas, desde el Campillo, hasta las aldeas de Mijares y de La Paridera.

La casa estuvo habitada hasta la década de los sesenta del pasado siglo, aunque después siguió siendo usada por personal forestal, sobre todo relacionado con la prevención y la extinción de incendios. Incluso durante los años 80 y 90 sirvió como Aula de Naturaleza, en la que cientos de escolares combinaban su estancia en los campamentos de verano en el área recreativa con bonitas clases prácticas sobre el medio natural de la zona. Yo mismo tuve la suerte de trabajar en ella allá por 1993 como monitor ambiental contratado con dinero público para tratar de acercar la naturaleza a niños que en su mayoría vivían en entornos urbanos. Una entrañable y lejana iniciativa que echo en falta en la actualidad de los gobernantes.

Los años pasan y los chavales cada vez están más absortos en sus nuevas tecnologías… y el campo cada vez les queda más lejano. Nuevos tiempos en los que poco parece importar la naturaleza. Incluso para las administraciones públicas. Hoy la casa de Las Moratillas presenta un aspecto deplorable. Abandonada a su suerte amenaza con venirse abajo por falta de uso. Una pena.

Pensamientos que me vienen a la cabeza mientras observo la grandeza del paisaje desde su portal. Allí mismo se localiza un ejemplar de grandes dimensiones de madroño Arbutus unedo que también parece haber vivido años mejores.

Al terminar el día un grupito de piquituertos Loxia curvirostra acuden a posarse en lo alto de uno de los cipreses Cupressus sempervirens que hay allí plantados. Me llama la atención de que algunos de ellos son jóvenes recién volanderos. Curioso para la fecha en que estamos, aunque ello no es raro en esta especie ya que ajusta el proceso de reproducción a la eventual producción de piñones en el monte.

Bonita imagen para acabar una productiva y completa excursión por uno de los espacios naturales más valiosos del interior valenciano.

A la próxima, más sobre la sierra de Malacara, pero esta vez a orillas del río Mijares; que por cierto, está ahí mismo…

JAVIER ARMERO IRANZO

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