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Los Combativos Requenenses.  Víctor Manuel Galán Tendero.

La vida del soldado nunca ha sido fácil, por mucho que con vivos colores nos la pintara Cervantes en ocasiones, pero la del paisano que lo acogía tampoco. En los tiempos en los que todavía no se habían desarrollado los modernos acuartelamientos, el alojamiento y la manutención de la tropa quedaba a cargo de los civiles, fieles servidores del rey.

A veces se ha sostenido, con razón, que los monarcas autoritarios prefirieron a los soldados de origen extranjero en los países que regían, pues la ausencia de vínculos familiares y afectivos acrecentaba su contundencia en caso de revuelta. A pesar de las prevenciones, dignas de Aníbal, las tropas de origen napolitano tuvieron su parte de culpa en el alzamiento catalán de 1640 y en 1643 los soldados valones soliviantaron gravemente a los zaragozanos. De todos modos, las fuerzas reclutadas en el mismo reino eran muy capaces de dar problemas.

En muchos rincones de la Castilla de los Austrias hubo individuos como Pedro Crespo, el recio alcalde de Zalamea, que se las tuvieron que ver con los soldados que se les repartían en gracia de sorteos que reconocían exenciones de privilegiados. En el camino entre el interior castellano y el reino de Valencia, Requena fue lugar de paso de fuerzas no siempre disciplinadas ni fáciles de suministrar. Las chispas saltaron en alguna que otra ocasión.

De 10 de febrero de 1633 tenemos noticia de un pago de ochenta reales al enviado que en Madrid refirió lo acontecido en fecha anterior, que por desgracia no precisa la documentación. Hubo una pendencia entre la compañía de soldados del capitán Jerónimo Olaso, que se encontraba en nuestra villa de asiento, y unos paisanos, de resulta de la cual murió el vecino Agustín Ramos.

Las razones exactas de la pendencia las desconocemos, pero queda fuera de duda la naturaleza problemática de las relaciones entre civiles y militares. A despecho de lo ocurrido, Requena prosiguió su función al servicio de los ejércitos de Felipe IV de Austria. En el mesón de Miguel Duarte, según se reconoció el 14 de diciembre de 1634, se dispuso la bandera y se alojó la gente del capitán Castañeda, que iba reclutando hombres para su compañía, en cuyo devenir se encontraría con los problemas del conflictivo mundo del alcalde de Zalamea.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de propios y arbitrios de 1594-1639, nº 2470.

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