Requena (22/02/19) LA BITÁCORA //JCPG
Me ha parecido una buena idea juntar aquí muchas cosas que pueden resultar poco apropiadas. Buscaba información sobre el tema del antisemitismo, esa gran corriente ideológica y política que sigue impregnando las mentes y acciones de millones de personas a lo largo del mundo. No en vano parece renacer, como una erupción volcánica, en esta Europa afligida por la divisiones y la corrosiva acción del veneno que es el nacionalismo. En Francia las acciones antijudías empiezan a proliferar. Al menos España parece mantenerse al margen, aunque no sé por cuanto tiempo dados los últimos procesos que vivimos. Una vuelta a los viejos fantasmas, a las ideas de los judíos maquinando conspiraciones, intentando fastidiar a la gente y enriqueciéndose a su costa. Un tema mil veces repetido, por supuesto aderezado con elementos religiosos como la sempiterna acusación del deicidio, pero no por ello poco creído por muchos, entre ellos gente formada. Sorprenden a veces ciertas conversaciones con personas que uno cree adecuadamente estudiadas y leídas y, en cuanto surge la cuestión, comienza a vomitar ideas pestilentes sobre el judío.
Los excrementos de la Ilustración dieciochesca han sido más numerosos de lo que hemos pensado durante mucho tiempo. Ahora estamos cayendo en la cuenta. Este caer en la cuenta no es ni más ni menos que un proceso de reconocimiento de matices, de relativismos, de iluminación de espacios oscuros. Las sombras que dejó el iluminismo ahí están y vamos identificándolas.
Nos gusta celebrar cada verano la Fiesta de la Vendimia. Todo un espectáculo cada mes de agosto. Requena entera se vuelca con la fiesta, y la comarca le acompaña. Lo festivo acompaña desde tiempo inmemorial al fruto que proporcionan las viñas. Una tierra de viñas, una tierra que mima la fuente de la alegría y la felicidad. Siempre hemos asociado la vendimia, con el dolor de riñones, el calor, el cansancio, con la felicidad, la recogida del fruto del trabajo de un año. No puede ser de otra manera. La maquinaria ha dulcificado esta labor, que ya no es lo que era. Felicidad, optimismo. Una fiesta optimista y feliz. Todas las fiestas lo son en sí mismas. Pero la de la vendimia la aporta ya conceptualmente.
El arte se ha hecho eco de esta felicidad. El arte del mundo mediterráneo lo ha reflejado desde la antigüedad. Los griegos reflejaron el ansioso interés de su dios del vino, Dyonissos, por atrapar las uvas, por beber el vino que se elabora con la uva. Aquí lo tenemos en Praxiteles, aunque en esta obra el escultor griego se deleita en las superficies que esculpen el cuerpo de gimnasio de Hermes; el niño es Dyonissos, ya que ya en esta infancia muestra su atracción verdaderamente ansiosa por la uva. No se lo reprocho, porque, salvo la que venden en los supermercados, que está insípida, está buenísima.
Foto 1 y foto 2
Algo pasa en Roma. Es la Roma papal, la de las intrigas y puñaladas traperas de las élites italianas por colocar a su hijo o primo en el solio pontificio. Calzarse la tiara era algo muy codiciado. Tanto que valía la pena matar. Es la Roma de la Contrarreforma, que supuestamente es la de la seriedad, el autocontrol de los vicios y las inclinaciones mundanas. La del control de la población para evitar traspasos al protestantismo, unas doctrinas que han avanzado mucho desde inicios del siglo XVI. Y Carracci pinta la alegría desboredante, la felicidad completa, de una fiesta enorme en las bóvedas del Palacio de los Farnesio. Era una familia poderosa, influyente, que iba a dar papas y gobernantes. Sin ir más lejos alguna reina para España en la época de los Borbones del siglo XVIII. Una alegría tan grande se ve, se palpa, que estar bajo esta bóveda no proporciona sino felicidad. Dan ganas de tomar una botella de vino, de nuestra tierra, y agotarla. La cara de felicidad de los que beben con Baco, versión romana de Dyonissos, en el cuadro del gran Velázquez, da auténtica envidia. Esas caras curtidas al sol, trabajadas por las dificultades, encuentran el desahogo del vino. Un premio adecuado al esfuerzo y los sacrificios cotidianos. Estamos en la España del XVII, en pleno tiempo de la dificultad. Entonces se vivían de cerca los latidos de la historia. Como dijo Walter Benjamin, era un tiempo de peligros, casi de rupturas y transformaciones. Carracci se extasió ante una fiesta báquica, esplendorosa, escandalosa. Velázquez pintó los cuerpos más recatados, con menos explicitación de las carnes. Es una imagen masculina, pero más cercana, más próxima al pueblo. Un reinado después, la familia Farnesio y la realeza española, con la que trabajó intensamente Velázquez, estarían unidas. Fue el siglo XVIII.
El “secreto de los Farnesio”, aquella política de nostalgias, de intentos de recuperación de territorios para esta familia italiana, impregnó parte de la política de Felipe V. Colocar a los hijos. Proporcionarles un futuro regio. He aquí el gran objetivo de aquella política. De aquí que nuestro Carlos III, el gran monarca reformista, ilustrado, lo fuera primero de Nápoles.
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Los problemas con la Ilustración arrancan ya con Kant, pero hoy ya estamos decepcionados con buena parte del programa ilustrado. Claro que, como afirmó José Luis Villacañas, debemos intentar dar una nueva oportunidad a la Ilustración para sacarla de este maremágnum de decepción que la inunda.
Porque lo cierto es que el mundo racional ilustrado despejó el terreno a las excrecencias de tantas ideas y avances científico-técnicos que surgieron de 1800. Ahí están el racismo cientifista, la materialización de ese racismo en el propio imperialismo de Occidente, algunas cagadas nacionalistas-racistas en la propia España, … y el nazismo.
Todo se ennegreció con Auschwitz. Una atmósfera de ceniza ocultó el mensaje de debate público que había propugnado Kant. El nazismo y Kant compartían cuna, el mundo alemán, pero nada más tenían en común.
A estas alturas muchos de ustedes pensarán que he desbarrado y me he salido de la tangente. No, no es esto. Es que hay una fiesta de la vendimia muy nazi. El manejo del lenguaje, el uso de un lenguaje idílico, fue uno de los logros del totalitarismo del siglo XX.
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El Lager, campo de concentración, de Majdanek, al Este de Polonia, en el territorio de lo que los nazis bautizaron como Gobernación General. Eufemismos. El control de Polonia estaba en Berlín. Majdanek, cerca de Lublin, se convirtió en el centro de una gigantesca matanza de judío el 3 de noviembre de 1943. La SS, con el propio Himmler al frente, temían las sublevaciones en los campos. Sobibor había protagonizado ya un preocupante levantamiento de presos. También lo hubo en Treblinka. En primavera de aquel año el guetto de Varsovia se levantó. Los nazis andaban algo histéricos y preocupados por la distracción de recursos que se estaba produciendo con estas revueltas. La gente no estaba dispuesta a ir como corderitos al matadero.
En Majdanek el racional operativo de la SS se empleó a fondo. Fosas inmensas. Obligación de tumbarse en ellas. Tiro en la nunca. Muertos. Heridos. Entierro de muertos y vivos. Suena música ligera mientras tanto: valses vieneses, tangos y marchas. Terrible. El 3 de noviembre de 1943, los hombres de la SS asesinaron a 18000 judíos de los campos. Había comenzado una histérica oleada de asesinatos en los campos que se cuentan por decenas de miles en una semana. Razón. Sinrazón. El debate sigue abierto a casi un siglo de que el proceso de exterminio empezara. Ironías de los tergiversadores del lenguaje. También buscaron un eufemismo con el que calificar aquel gigantesco crimen: Operación Fiesta de la Vendimia.
Uno de los asesinos, una vez que acabó la guerra, aún tuvo la insultante cara dura, para hacer este comentario ante las cámaras: “Bueno, se resistieron un poco. Protestaban, algunos vinieron hacia nosotros con los puños alzados. Y gritaban “cerdos nazis”. En realidad no se les podía culpar; nosotros habríamos hecho lo mismo si fueran a pegarnos un tiro en la nuca”.
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Fiestas, felicidad, alegría, crueldad absoluta, matanza, muerte. Como escribió Primo Levi, los que perpetraron la enormidad de la guerra contra los judíos, gitanos, eslavos, retrasados mentales y otros seres humanos, ”Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para resultar realmente peligrosos. Más peligrosos son los hombres normales”.