LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG
El primer partido obrero de Francia ya no es el PCF ni siquiera el PSF. Es, desde luego, el Frente Nacional de los Le Penn. El cambio es asombroso y digno de estudio. Con esto regresan los viejos elementos de la intolerancia, de cuyo ejercicio no sólo se deriva la desestabilización social y política de la democracia, sino la edificación de un régimen autoritario.
Quién sabe. Quizás la tolerancia no sea una característica innata de los seres humanos, sino más bien una construcción, una conquista de la propia sociedad. Tal vez Umberto Eco tiene razón cuando dice que la tolerancia no es más que un componente añadido del ser humano que tiene mucho biológico: aprendemos la tolerancia poco a poco como aprendemos a controlar los esfínteres. La intolerancia es lo más apegado a la biología; se manifiesta en la defensa territorial que efectúan los animales y también en el instinto posesivo con respecto a las crías.
Si la tolerancia acabase barrida, el fin de la democracia sería cuestión de minutos. Parece increíble pero es una situación perfectamente posible. Hace unos años, las película alemana La Ola planteó la conclusión de la democracia precisamente entre jóvenes estudiantes. No es poco interesante: el profesor que realiza el experimento lo hace en Alemania y con jóvenes adolescentes. Un país con un siglo XX de los más tremendo y una generación humana que pasa por ser la más liberada de viejos principios dogmáticos.
Tampoco debe perderse de vista que el hacedor del movimiento intolerante y pseudo-nazi de la película es un profesor. Lo que viene a hablarnos de cierta influencia del sector docente sobre nuestros pupilos, a pesar de los pesares.
¿Es tan frágil la democracia como parece? Este es un interrogante capital. Debe estar en la mente de los ciudadanos más presente que nunca. Si las olas de intolerancia contra los inmigrantes, los ataques a la libertad de expresión, la corrupción que anida en muchos partidos, la manipulación de la verdad que realizan ciertos políticos y la sumisión vergonzante de algunos medios a quienes les dan de comer sigue imparable, ¿puede pensarse que el sistema democrático se desprenderá de una vez de su pestilente acompañamiento? ¿Qué sentido tiene el control empresarial sobre dos cadenas de televisión cuya línea editorial se encuentra una a un extremo y otra al otro del espectro político? Una sociedad democrática moderna, ¿puede permitirse que sus dirigentes no den explicaciones y se cobijen bajo el manto de santidad que se han construido durante décadas de oscurantismo? A la vista está con lo que sucede en Cataluña que la manipulación es bien sencilla y empieza por el diseño mismo de una historia inventada, nueva y ajena al pasado, lo cual es impresionante como creación imaginativa; pero insostenible delante de la verdad misma.
Para mucha gente formaciones como Podemos resultan un peligro. No soy vidente y no puedo saber lo que nos aguarda. El pasado lo conocemos. Sabemos qué nos ha deparado hasta ahora el bipartidismo. La gente tiene derecho a elegir entre otras alternativas. Si el pobre de Bolívar levantara la cabeza y viera lo que en su nombre se hace… España nada tiene que ver con Venezuela; es más, ya se conoce el resultado sobre Venezuela. Pero los experimentos existen. ¿Acaso no es un experimento lo que Europa está haciendo sobre los propios europeos, por supuesto incluidos españoles y griegos? ¿Es que en nuestra tierra no conocemos ya la capacidad para la experimentación de la Unión Europea, vapuleando a cada instante a nuestros agricultores y potenciando con subvenciones a los grandes latifundistas? Algunos sueñan con la vuelta de la socialdemocracia sin saber que hoy las recetas de la misma serían imposibles: las grandes concentraciones empresariales lo harían imposible; de hecho, ya se adueñaron hace décadas de la misma Unión y en especial de su Política Agraria Común.
No sólo estamos ante oleadas del llamado populismo. Se trata de oleadas de reflexión profunda: la que los ciudadanos estamos llamados a realizar.
En Los Ruices, a 4 de marzo de 2015