Todos los años, justo cuando acaban las vendimias, bandos y bandos de pinzones cruzan la comarca en dirección norte-sur. A pocos metros del suelo; por bosques y campos de cultivo, por aquí y por allá, no dejan de pasar los pinzones.
Hay muchos fenómenos naturales que no pasan desapercibidos por las gentes del campo y, desde luego, uno de ellos es este. La espectacular y continua arribada en las fechas en que nos encontramos de miles de pinzones vulgares venidos de más allá de nuestras fronteras es un hecho que desde luego merece la pena destacar en estos artículos de divulgación de la naturaleza.
Segunda quincena de octubre. Como presagio de los fríos que aún están por venir, los campos de la meseta agrícola central de Requena-Utiel y, en menor medida, los montes de su periferia, se van llenando ahora de unos pájaros de bonito plumaje y muy fáciles de distinguir por todos aquellos que les presten unos pocos minutos de su tiempo. Se trata de los pinzones vulgares.
El pinzón vulgar (Fringilla coelebs) es un ave paseriforme incluido en la familia de los fringílidos, al igual que otras especies tan conocidas y comunes aquí como
el pardillo (Carduelis cannabina), el jilguero (Carduelis carduelis), el verderón común (Chloris chloris), el verdecillo (Serinus serinus) o el piquituerto (Loxia curvirostra). Pero esta familia taxonómica también acoge a otros pájaros menos habituales en la contornada y que elevan el interés del ornitólogo que los busca por todos sus rincones; son los casos del picogordo (Coccothraustes coccothraustes), del lúgano (Carduelis spinus), del verderón serrano (Carduelis citrinella) o, incluso, del otro tipo de pinzón europeo como es el real (Fringilla montifringilla), mucho más raro que el protagonista del Cuaderno de Campo de hoy.
La identificación en el campo es bastante sencilla. Tanto el macho como la hembra tienen un tamaño similar al de un gorrión, pero el plumaje es más vistoso; especialmente en el caso de los primeros. Estos muestran las partes superiores de la cabeza y del cuello de un llamativo color gris azulado, que contrastan con el dorso castaño y las partes inferiores sonrosadas. Las hembras, por su parte, no presentan tantos contrastes de color y tienen un plumaje más apagado, con el dorso y la cabeza en tonos pardos. En ambos sexos son características las conspícuas manchas blancas en las alas que se dejan ver bien cuando el animal vuela, así como el borde exterior de las plumas de la cola en el mismo color.
Un aspecto morfológico que denota su acusada alimentación granívora, como ocurre en el resto de componentes de su familia, es la característica forma cónica de su pico; robusto y dotado de una base ancha y especializado para quebrar o descascarillar las duras semillas de las que se nutre.
Ahora, con las lluvias típicas de los meses otoñales, aunque no muy pródigas precisamente en el año actual, aparecen multitud de gramíneas y otras hierbas en los campos de cultivo, que aportan grandes cantidades de simientes que los pinzones y otras avecillas de similar régimen alimenticio son capaces de consumir. Es por ello por lo que muchos de los pinzones que vuelan estos días por la comarca se quedarán en ella durante unos meses para aprovechar ese preciado recurso; muchos otros, sin embargo, seguirán su periplo migratorio hacia latitudes más meridionales.
El pinzón vulgar, a nivel de especie, se comporta en Europa como un migrador parcial. De hecho, constituye un magnífico ejemplo de lo que significa este concepto. Así, las poblaciones situadas en el norte de Europa son mayoritariamente migratorias, mientras que las situadas en el centro del continente o en los países más meridionales, como España, son principalmente sedentarias, realizando a lo sumo movimientos altitudinales o desplazamientos de menor envergadura hacia lugares con mayor disponibilidad trófica durante los meses climatológicamente más duros del año.
Además y en este sentido, el pinzón tiene una peculiaridad muy llamativa y que le ha valido su denominación científica específica. Carl Von Linneo, gran naturalista sueco que propuso el nombre en latín a gran cantidad de animales y plantas allá por el siglo XVIII, le otorgó el nombre de coelebs por un hecho que no le pasó desapercibido. Se dio cuenta que la mayoría de pinzones de su país migraban hacia el sur cuando venía el otoño, dejando prácticamente solos a muchos machos que permanecían allí durante el invierno; y de ahí el atributo de célibe (soltero).
La mayoría de pinzones vulgares nativos del gran norte inverna en los países de la Europa occidental y meridional. Así, según se desprende de algunos estudios migratológicos consultados y basados en la recaptura de aves anilladas, el flujo de pinzones vulgares que llegan a nuestro país lo hace en un frente amplio entrando en dirección suroeste a partir de mediados de octubre. Los pinzones que llegan a España parecen tener dos procedencias principales. Por un lado los que invernan en la mitad occidental peninsular vienen mayoritariamente de la península escandinava y del noroeste de Rusia, y que han sobrevolado las costas atlánticas europeas, donde albergan poblaciones principalmente sedentarias. Por otro lado, los pinzones que llegan a la zona oriental ibérica y a las islas Baleares, parecen venir mayoritariamente del centro europeo, especialmente del sur de Alemania, de la República Checa y de Eslovaquia, tras sobrevolar Suiza y el sureste de Francia. Quizás este sea el origen de tantos y tantos pinzones que en estos días vuelan los cielos de Requena-Utiel.
También se sabe, no obstante que pueden haber entradas masivas de pinzones europeos bien entrado el invierno, cuando las condiciones climatológicas de algunos de sus países se recrudecen notablemente. En esas fechas son muy evidentes los bandos de pinzones sobre nuestros campos formados por, incluso, cientos de individuos.
En la comarca, a pesar del fuerte aporte numérico posnupcial que recibe, la especie también acoge a una población reproductora, si bien de tamaño mucho más moderado. Pero además hay otros aspectos que diferencia ambas poblaciones. Por un lado, la distribución espacial, y por otro, el comportamiento gregario que adopta según la época del año. En otoño e invierno, cuando la especie es mucho más abundante, suele distribuirse por las fincas agrícolas que durante esas fechas permanecen en una especie de diapausa esperando que la lejana primavera mueva sus ramas y brotes. Así, es muy fácil detectar grupos gregarios de pinzones en viñedos, olivares, almendros y baldíos, ricos entonces en plantas herbáceas que les suministran gran cantidad de semillas. Es un verdadero espectáculo entonces ver bandos de decenas y decenas de individuos, muchas veces mezclados con otros fringílidos deambular por las extensas planicies de la llanura central sin más rumbo que el que les proporciona su continua búsqueda de parcelas ricas en alimento. La estepa cerealista de Sinarcas y Camporrobles, con abundantes barbechos; los extensos viñedos de Los Marcos y Las Monjas, repletos de rabanizas (Diplotaxis erucoides)y otras plantas nutricias; el llano de El Rebollar; o la vega del Magro, entre Caudete de las Fuentes, Utiel y Requena, son quizás, los mejores enclaves para la especie fuera de la época de cría.
En primavera, en cambio, una vez se han marchado las aves invernantes hacia sus países de origen, los pinzones se hacen más escasos y esquivos. Se refugian entonces en las masas forestales más densas de la comarca y allí, al amparo de una importante cobertura arbórea, se hacen más solitarios y territoriales. Las umbrías de las sierras del Negrete y la Juan Navarro, y los extensos pinares del valle del Cabriel o de la Herrada del Gallego acogen a las principales efectivos reproductores locales, pero en número evidentemente más bajo que los que se dan meses atrás.
Así, en un estudio sobre las aves que pueblan las riberas del río Magro entre Caudete de las Fuentes y el embalse de Forata (Yátova) se ha podido comprobar cómo el pinzón vulgar llega a ser la especie de ave más común durante la invernada, con unos índices de abundancia entorno a quince individuos por kilómetro lineal de ribera; mientras que en época reproductora se sitúa en una media de 4 ejemplares. Notable diferencia.
No obstante, hay que tener en cuenta que no todos los años deben bajar la misma cantidad de aves. Es posible que las condiciones climatológicas de sus lugares de origen y/o la disponibilidad de recursos alimentarios allí condicionen la partida de más o menos ejemplares hacia los cuarteles de invernada, por lo que habrá años con mayor presencia de pinzones en invierno en nuestras latitudes que en otros.
Octubre, tiempo de pinzones. Acaban de aparecer desde lejanas tierras. Ahora son muy visibles los grupos de ejemplares migrantes sobre la comarca. Además, hay días en que por circunstancias meteorológicas (como por ejemplo, cuando sopla viento del sur o del suoreste) las aves vuelan especialmente más bajas y el fenómeno de la migración se hace más patente. También hay localidades mucho más favorables que otras para descubrir a las aves viajeras. Así, por ejemplo, se recomienda subir a collados entre montañas por donde se canaliza el flujo migratorio; o a las propias cimas, que permite tener una mayor visibilidad sobre el entorno.
Hoy, por la intensificación de los cultivos, los campos cada vez son más pobres y los paisajes más simples. Las tierras ya no son como eran en el pasado; su biodiversidad se ha reducido notablemente. El uso de productos químicos y la roturación de setos y ribazos han conducido a una excesiva homogenización del paisaje agrario.
La llegada de los pinzones por estas fechas da alegría a parajes y vericuetos. Un soplo de vida inunda los campos. Ojalá su presencia nos haga reflexionar sobre el mundo que queremos.
Un bando; otro más; y por allá, otro más. Salgamos al campo a ver los pinzones. Ahí están; ya van llegando.
Los pinzones, emisarios del frío; embajadores de la esperanza.
JAVIER ARMERO IRANZO