En el anterior artículo de esta sección sobre la naturaleza comarcal se hacía referencia a un grupo de animales, el de los insectos, que era el más numeroso de todos los que habitan la demarcación, pero también uno de los más desconocidos por sus propios habitantes. En el presente Cuaderno de Campo se darán una serie de pautas que tratarán de facilitar que cualquier persona pueda introducirse en el apasionante mundo de la entomología; esto es, en la observación y estudio de los insectos en su medio natural.
La gran ventaja que tiene este tipo de animales con respecto a otros es que aparecen gran número de representantes en la práctica totalidad de lugares de nuestra comarca. Todos los ambientes están ocupados por ellos, sean naturales (bosques, ríos, sierras,..) o modificados por el ser humano tras siglos y siglos de presencia continuada (pueblos, caseríos, campos de cultivo,…). Incluso muchos de ellos habitan la columna de aire formando parte de lo que se denomina en el argot científico como plancton aéreo, y que, como bien sabemos por lecturas anteriores, constituyen el alimento fundamental de predadores alados como vencejos, aviones y golondrinas, especialmente.
Además, podemos estudiar a los insectos durante gran parte del año, aunque es verdad que, en su gran mayoría, durante los meses más fríos apenas tienen actividad. Lógicamente su estudio suele darse en la época en que completan su ciclo biológico, que suele ser entre los meses de marzo y octubre, principalmente. Al ser animales poiquilotermos, es decir, que no pueden regular su temperatura corporal, necesitan que la temperatura ambiental sea la adecuada para llevar a cabo sus funciones vitales. El verano, por tanto, es un momento ideal para tratar de observarlos y estudiar sus comportamientos. Incluso también por la noche, en que muchísimas especies realizan sus rutinas al amparo de unas condiciones térmicas y de humedad realmente agradables en nuestro entorno.
El naturalista que trata de estudiarlos ha de adquirir una cierta destreza para llevar a cabo su desempeño. Y además ha de contar con un mínimo material que le facilite su objetivo.
Quizás el primer requisito que ha de tener el aficionado es la paciencia. Ha de tomarse su tiempo en entender sus modos de vida, sus movimientos, sus relaciones con el medio físico que les rodea y con el substrato vegetal. De esa manera, el ir aprendiendo también facilitará la consecución de sus objetivos: la de la observación y, aún más allá, la del estudio. Muchas veces se aprende más de la propia experiencia que se va adquiriendo que con la lectura de libros y manuales al efecto.
Ha de saber, además, elegir los ambientes en donde quiere detectar unas especies u otras en concreto. Así, por ejemplo, si quiere centrarse en los odonatos (libélulas y caballitos del diablo), lógicamente deberá encaminarse hacia puntos de agua donde este tipo de insectos habita ya que sus larvas son plenamente acuáticas y donde los adultos tienen querencia para reproducirse y para alimentarse.
En los últimos años, la mejora sustancial de las cámaras fotográficas está permitiendo avanzar muchísimo en la identificación de especies sin necesidad de capturarlos tal y como se venía haciendo tradicionalmente. Este método es totalmente inocuo para los insectos y evitaremos llevar al campo instrumentos de captura como redes, colectores o trampas y así evitar molestias innecesarias a los animales que queremos observar o estudiar. Desde luego es una alternativa interesante, y a la vez creativa, con la que también podemos aficionarnos a la entomología.
Para fotografiar insectos se recomienda el uso de cámaras réflex de 35 mm con objetivos intercambiables. Los teleobjetivos de hasta 200 mm son los más aconsejables para uso entomológico. Ellos van a permitir ampliar el animal que tratamos de enfocar a cierta distancia sin que nuestra presencia le pueda afectar. Además es conveniente llevar accesorios de macrofotografía. Los objetivos macro permiten enfocar a distancias realmente pequeñas, de escasos centímetros, con los que podremos obtener una instantánea magnífica del animal que queremos identificar o estudiar sin recurrir a su captura o incluso a su disección como se hacía habitualmente.
Muy útil también para la fotografía de insectos es el uso de un trípode para evitar que las imágenes salgan borrosas debido al excesivo movimiento de la cámara en el momento de disparar. Así por ejemplo una opción fotográfica para llevar al campo sería un equipo dotado con una cámara réflex con dos objetivos (uno para macrofotografía de 28-70 mm y otro con un zoom de aumento de 70-210 mm). La otra opción podría ser un buen objetivo macro de 55 mm y un teleobjetivo de 70-210 mm. Y en cualquier caso complementado con un buen trípode. El uso de cámaras mixtas, de tipo bridge, dotadas de un objetivo con un amplio zoom de aumento y unos macros realmente buenos están también muy aconsejados por los buenos resultados que están dando por su polivalencia y versatilidad de uso.
En relación al material óptico también es muy interesante la utilización de unos buenos prismáticos que dispongan de una distancia de enfoque corta, incluso por debajo de los 2 ó 3 metros, así como el uso de lupas de mano dotadas de unos 5-15 aumentos.
Es fundamental contar con una bibliografía en la que no deben faltar unas buenas guías o claves de identificación. Estas pueden ser de tipo general, donde en el mismo manual aparezcan todos los tipos taxonómicos posibles que habiten la región, o bien pueden ser guías de campo específicas para cada grupo de insectos. Así por ejemplo hay libros sólo dedicados a mariposas, o sólo para libélulas, etc.
En cualquier caso, es imprescindible que los libros que se vayan a usar tengan los siguientes requisitos para facilitarnos la identificación de cualquier especie que hayamos observado. En primer lugar ha de contar con todos las especies que habitan nuestra contornada, de lo contrario sería imposible llegar a identificar correctamente cualquier animal que viéramos. Además debe contener buenas ilustraciones de cada una de las especies, incluyendo a ser posible a ambos sexos e incluso todas las formas que presenten por edad. En este sentido se recomienda más la presencia de dibujos que de fotografías porque en este tipo de ilustración se tiende a recalcar más aquellas características que las distinguen de otras especies similares. Es muy conveniente que aparezcan mapas de distribución de cada una de las especies pues ello también podría ayudar a discernir especies dudosas. Y por último, es de agradecer que los textos den suficiente información relacionada con la descripción morfológica de los individuos, de sus comportamientos y de los hábitats que ocupan.
Como en otras disciplinas zoológicas es necesario llevar al campo un cuaderno donde anotar aquellas observaciones más relevantes o cualquier aspecto del insecto que nos pueda facilitar posteriormente su identificación con la ayuda de la guía o. Cada salida al campo debería registrarse en el cuaderno. En él se debería apuntar parámetros tan interesantes como el tiempo atmosférico que hace ese día,
la temperatura, las horas de campeo, las localidades visitadas y el tipo de hábitat, así como cualquier otro registro o dato que pueda ser de interés para futuras consultas entomológicas.
Es recomendable hacer las anotaciones en el acto y no confiar a la memoria para hacerlo después ya que es posible que se pierda información de interés. Así mismo conviene incluir algún boceto sobre los insectos que vayamos detectando cuya identificación aún no se ha podido hacer, aunque desde luego la ayuda de la cámara fotográfica en este sentido es mucho más efectiva. No obstante el hacer dibujos siempre estimula nuestra creatividad y facilita la observación de ciertos detalles que luego nos van a permitir a ayudar a clasificar correctamente la especie o reconocer algún comportamiento o rutina con mayor facilidad.
Como complemento al cuaderno de campo merece la pena también disponer en casa de otro, ya más aseado y organizado donde se transcriban los apuntes tomados o las conclusiones hechas al venir de la excursión. Incluso, sería muy recomendable ir rellenando un archivo de citas, mejor en formato informático, donde se vaya componiendo una base de datos con nuestras propias observaciones que asegure el conocimiento que vamos obteniendo de las diferentes especies que hayamos registrado en nuestro campo de actuación, en este caso la comarca de Requena-Utiel.
Así, con el tiempo, podremos llegar a tener una visión más ajustada de la presencia de este tipo de animales en nuestro entorno y llegar a entender mejor el papel que juegan en los complicados procesos naturales de su medio natural.
Sólo con el conocimiento podremos valorar objetivamente la importancia de los insectos en el ecosistema. Sólo con el conocimiento podremos poner en valor este importante grupo animal y luchar contra esa oscura imagen que les envuelve. Y por último, también desde el conocimiento, podremos averiguar su problemática de conservación y alertar a la sociedad de sus afecciones.
La conservación de la naturaleza pasa por la conservación de sus hábitats y de sus especies. Y no olvidemos que los insectos son, y con diferencia, el grupo taxonómico con mayor número de miembros. Es necesario que tomemos en cuenta a estos animales de cara a la correcta gestión de los espacios naturales y del medio ambiente en general, y sólo desde el conocimiento podremos articular las medidas necesarias para que ello se produzca.
Empecemos primero por observarlos y por conocerlos; la admiración y el respeto, vendrá a continuación de una manera automática. Estoy seguro de ello.
JAVIER ARMERO IRANZO