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Requena (14/09/18). -La Bitácora –JCPG
Hay imágenes cuyo impacto nos produce convulsiones interiores. Hay imágenes que nos reconfortan. Se ha escrito mucho sobre el poder inconmensurable de las imágenes en nuestro mundo. Todos tenemos alguna o algunas que nos pone la piel de gallina o nos resulta como un bálsamo sobre un arañazo.

Ésta es una de esas imágenes que te proporciona oxígeno, que te llena los pulmones de energía. La visión de un paisaje apacible, lleno de elementos positivos como las cepas en plenitud, el verde espectacular, me proporciona valores muy positivos. Supongo que es algo que llevamos dentro, marcado por la infancia y el período de nuestra adolescencia. ¿Nostalgia? En parte, sí; pero también está relacionado con el proceso de formación de nuestras emociones y, en consecuencia, con lo que esperamos de la vida. En el fondo, la procedencia de estas imágenes está relacionada con experiencias personales que nos han proporcionado momentos y tiempos positivos.

Hace unos días visité en Madrid la exposición sobre Auschwitz en el Centro de El Canal. Durante casi cuatro horas, vi desfilar lo peor de los seres humanos. Lo peor y también lo mejor, con personajes como nuestro Sanz Briz o Jan Karski. Me interesó esa visión del centro del mal humano, esto es, Auschwitz, desde que era una simple villa medieval, junto al río Sola, un afluente del gran Vístula. Ay que ver qué poco tenía este lugar de memoria negativa antes de 1900. Después adquirió la simbología terrible del mal absoluto. Esas arambradas originales, la impresionante maqueta de lo que llegó a ser un complejo de campos, incluido el industrial de IG Farben. Una exposición no sólo impresionante.

Aquellas imágenes terriblemente desasosegantes, destructivas, desesperanzadas sobre la muerte, han sido orilladas. Es una exigencia de la nueva pedagogía del holocausto: el proceso destructivo de millones de personas queda ensombrecido en los detalles más escabrosos para alejar las tentaciones morbosas. En una entrevista concedida por Hannah Arendt a la ZDF germana, la propia Arendt subraya que no sólo le sorprendió el hecho mismo de la aniquilación de la judería europea, sino especialmente el proceso a través del cual se produjo. Es este proceso el que resulta más impactante.

Una exposición por la que tendría que pasar nuestra juventud, y todo hijo de vecino. La humanidad misma está aquí retratada, en sus víctimas y en sus perpetradores; también en los cómplices y en los observadores. Todo el catálogo de las actitudes humanas ante la injusticia suprema queda aquí retratado. Aquí existe una vacuna contra el extremismo antidemocrático, contra la difusión de doctrinas y pensamientos que dictan la supremacía de una raza sobre otras; un antídoto excepcional contra la apología de los crímenes cometidos en el pasado y también contra la apología de los crímenes por llegar.

Este verano Requena demostró que no olvida estos crímenes e inauguró un monumento contra ellos. Honor a los requenenses que estuvieron en los campos nazis. También a los miles de españoles que estuvieron en Mauthausen, Sachsenhausen y Buchenwald. Durante la dictadura de Franco en los colegios e institutos nada se difundió sobre estos crímenes, ya que el mismo régimen franquista estaba estrechamente vinculado al nazismo.

Estas acciones y actitudes en las instituciones políticas y en los centros educativos son muy significativas, porque no sólo subrayan el recuerdo de un hecho importantísimo de la historia, sino especialmente porque permiten oponerse al revisionismo político post-Auschwitz. Recordemos que este revisionismo ha buscado disculpr o negar culpas con fines políticos. Piénsese que la Alemania de hoy, que ha vivido agudos debates sobre esta cuestión, como el famoso debate Goldghagen, ha vivido la difusión de alambicadas teorías como las del reputado historiador Ernst Nolte, quien defiende la tesis de que el exterminio de los judíos fue una especie de acto reactivo de Hitler ante el temor a que el pueblo alemán se convirtiera en víctima de un genocidio dirigido por los soviéticos.

El asunto es tan importante que ha suscitado investigaciones que han ahondado nuestros conocimientos acerca de la hondura de estos crímenes nazis. Uno de estos abanderados historiadores es Götz Aly, cuyas obras han ido en la línea de desentrañar los móviles y los medios. Siempre me han impactado de él sus investigaciones sobre el exterminio de aquellas personas discapacitadas, quizás por razones personales, y también la manera en que logra explicar el rotundo y extendidísimo apoyo de los alemanes al archicriminal régimen hitleriano.

Aunque nuestra mente tenga grabadas estas imágenes, lo cierto es que se va enriqueciendo con otras. Antes de pasar por la Sala del Canal, estuve en El Prado. Como siempre, hay que visitar a los maestros, pero me atrajo la exposición de Lorenzo Lotto, un pintor volcado en el retrato. Alejado todavía de los grandes manuales de historia del arte, esto es, sin embargo, una injusticia mayúscula. Su dedicación a captar el alma del retratado, junto al estatus social, lo convierten en uno de los grandes de la pintura de todos los tiempos. Comparado con lo que está en el Canal, lo de Lotto despide serenidad y paz, por mucho que el desagrado, el agotamiento espiritual o la energía juvenil se palpe en muchos de los retratos.

La vida necesita del conocimiento. Hay una exigencia cívica en conocer los grandes crímenes del siglo pasado. Nuestro paisaje, infantil, juvenil, nos reconcilia con la vida, nos facilita el día a día. El arte de Lotto nos reconcilia con la razón y el sentimiento. Ni la razón ni el alma andan lejos.

En Los Ruices, a 12 de septiembre de 2018.

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