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LA BITÁCORA DE BRAUDEL / JCPG

No aparecen en las tertulias radiofónicas. No están en los programas electorales. Realmente, parece que no existen. Pero no se han esfumado. Están ahí. Quizás para recordarnos nuestra propia fragilidad. Están encerrados, pasean por nuestras calles, van de la mano de sus familiares, … No se han esfumado. No interesan simplemente porque la mayoría no vota; y aunque lo hiciera difícilmente su voto sería un voto a conciencia. Pintan poco en esta sociedad actual, y, sin embargo, son numerosos y cualquiera de nosotros puede verse en el futuro ante una enfermedad parecida.

Apenas se les recuerda en la prensa. Imagino que se acuerdan poco también en la televisión. Pero sus familias los tienen bien presentes. Son gente que no puede elevar su voz, pues bastante tienen con poder mantener un cierto nivel de salud. No los mencionarán los políticos porque de aquí pocos votos sacarán; no son rentables electoralmente. Los que sí votan son sus familiares, los que los cuidan, aquellos que velan por su salud, que hacen lo que está en su mano para sacarlos adelante.

Los enfermos mentales no están en la agenda electoral. Porque no interesan más que a sus familiares. Por eso no encontraremos a ninguno de los candidatos que, en lugar de seguir acrecentando nuestra dependencia de Valencia (esa ciudad tan cercana por carretera pero tan lejana para tantas otras cosas), se esfuercen por obtener del gobierno valenciano un centro de atención a los verdaderos damnificados del sistema social del siglo XXI: los enfermos mentales.

No lo harán. No adquirirán ni el más mínimo compromiso, simplemente porque este es un tema del que no se obtiene rentabilidad electoral. Proporciona más votos arreglar una calle destartalada, hacer un parque que luego se va a desatender en su mantenimiento. Los que no interesan sólo tienen a sus familias.

Pero sus familias requieren algo más. Los enfermos son muchos y el personal de Servicios Sociales es limitado. Ciertamente son gente especial, dotadas de una sensibilidad extraordinaria, pero no pueden hacerlo todo, aunque se esfuercen en su trabajo. Para los enfermos mentales ya están los psiquiatras y los servicios sociales, oiremos. Aquí hay gente que tiene derechos, que son excluidos de la sociedad por muchas razones, pero son personas, y en número significativo en toda la comarca. Hace falta un centro específico de atención, de estancia diaria que facilite la vida de las personas que cuidan hasta la extenuación a sus familiares. Pero como no hacen ruido, están acostumbrados a trabajar en silencio en su casa, nuevamente serán despreciados.

Pero no aparecen en los programas electorales. No les interesan a los políticos. No son rentables. Perdonen que esta columna semanal de la tabarra con este tema, pero hay muchas cosas demasiado llamativas como para dejar la cuestión aparcada, y además como los políticos parecen acordarse de sus votantes cuando llegan los períodos electorales, pues creo que es el momento adecuado.

Tenemos un hospital. Hay una buena red de servicios. Cierto que no aparecemos en la prensa valenciana más que cuando hay algún crimen. Pero necesitamos algo más. Hay personas que merecen algo más. Ya que está de moda lo de la deuda histórica, habría que empezar a cuantificar cuánto nos debe Valencia, porque le hemos dado mucho en 165 años. Si hay alguno dispuesto a hacerlo que vaya haciendo las sumas.

Ahora que todo parece estar a punto de cambiar, ¿va a cambiar también esto? ¿Construirán un centro para enfermos mentales? La respuesta casi la sé, pero… De ilusión también se vive.

En Los Ruices, a 7 de abril de 2015.
En honor a Pilar.

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