MIEDOS Y FOBIAS INFANTILES
Los problemas infantiles para los que los padres y maestros solicitan tratamiento Psicológico con mayor frecuencia son , en primer lugar, los trastornos del aprendizaje y la problemática relacionada con el fracaso escolar , en segundo lugar , los trastornos exteriorizados como el negativista desafiante , y en último lugar , los trastornos interiorizados como las fobias específicas.
Los miedos infantiles son transitorios y pasajeros, es decir, remiten espontáneamente a medida que el niño madura y se desarrolla. Son leves, no son comparables con los de los adultos y son evolutivos, quiere decir que aparecen de forma natural, alcanzan su máxima intensidad y desaparecen en edades características. Por ejemplo el miedo a la oscuridad surge tempranamente a los 2-3 años, es muy prevalente entre los 4-6 años y empieza a declinar a partir de los 9.
Es importante diferenciar entre los miedos de carácter evolutivo que remiten con la edad, y los miedos de naturaleza clínica o fobias específicas que perduran y requieren tratamiento Psicológico.
Las fobias especificas se definen como un patrón complejo de respuestas emocionales negativas, de los sistemas psicofisiológico, motor y cognitivo que resultan desproporcionadas y desadaptadas, provocadas por la presencia o anticipación de estímulos concretos : perros , gatos , ratas , serpientes , arañas , tormentas , alturas , agua , fuego , sangre , heridas , inyecciones , practicantes , dentistas, médicos , ladrones , autobuses , túneles , puentes , ascensores , aviones , coches , habitaciones pequeñas y cerradas, ruidos fuertes, oscuridad…etc.
Las fobias específicas presentan dos características que las diferencian de los miedos:
CLASIFICACIÓN:
Tipos de fobias
Tipos de Miedos Infantiles
El miedo a la oscuridad es una de los más extendidos en la infancia, hay 4 tipos
Seguridad: Muerte, alguien que va a herir o estrangular al niño, secuestradores, un desconocido en la habitación, ladrones
Seres fantásticos: Fantasmas, espectros, monstruos, extraterrestres, etc.
Características Propias: Sombras en la habitación, ulular del viento, ruidos de golpes, etc.
Separación o perdida de seres queridos: Pensamientos de no poder despertar, preocupación por si los padres están en casa, preocupación por si la familia se encuentra bien.
FOBIA A LA OSCURIDAD
La fobia a la oscuridad es uno de los problemas más frecuentes por los que los padres solicitan tratamiento psicológico para sus hijos. La mayoría de los niños tienen miedo a dormir solos en algún momento de su vida, especialmente entre los 3 y los 6 años, cuando no son capaces de diferenciarla realidad de la fantasía. El niño no teme a la ausencia de luz, sino a los peligros reales o imaginarios que pueden existir en la oscuridad. Este miedo evolutivo, de baja intensidad y poco frecuente, no desaparece con la edad en algunos niños, al contrario, persiste, aumentando su intensidad y frecuencia y repercute negativamente en su desarrollo. Los niños con fobia a la oscuridad tiene síntomas somáticos cada vez que se aproxima la hora de dormir, notan un nudo en el estómago, les cuesta respirar y tienen ganas de llorar. Tratan de retrasar el momento de ir a la cama y piden a los padres que les acompañen hasta que se duerman. Si se despiertan en mitad de la noche , no se atreven a moverse de la cama, creen escuchar ruidos e imaginan seres escondidos en la oscuridad dispuestos a hacerles daño. Aproximadamente un 2% de los niños españoles entre 5 y 8 años tienen fobia a la oscuridad.
La fobia a la oscuridad es uno de los trastornos con importantes repercusiones en el ámbito familiar. Las reacciones fóbicas del niño tienen lugar en el hogar y afectan por ello a todos los miembros de la familia. Los niños con fobia a la oscuridad duermen con sus padres y , en el caso de dormir solos , les despiertan con frecuencia durante la noche para que permanezcan con ellos hasta que logran concilia de nuevo el sueño. El miedo patológico del niño irrumpe negativamente en funcionamiento familiar generando además otros problemas. Algunos padres manifiestan su estrés al sentirse incapaces de manejar el problema de su hijo. Otros discuten con frecuencia al estar en desacuerdo con las pautas que deben aplicar, mostrando un estilo educativo inconsistente. El problema repercute en los hermanos, quienes mediante aprendizaje por observación pueden manifestar también señales de miedo.
El tratamiento de la fobia a la oscuridad es sencillo y eficaz. La técnica de elección es la exposición en vivo, que se complementa con el aprendizaje de estrategias para ayuda al niño a exponerse a la oscuridad. A pasear de tratarse de un problema muy específico, no todos los niños con fobia a la oscuridad temen a los mismos estímulos. Las variables que mantienen las fobias son también diferentes en cada caso, por lo que es importante evaluar adecuadamente el problema y planificar el tratamiento.
DIFERENCIA ENTRE LOS MIEDOS EVOLUTIVOS Y LAS FOBIAS
El miedo es una emoción básica que se caracteriza por un aumento de la activación del organismo ante una amenaza real o percibida. Se trata de una relación normal que tiene una función adaptativa, ya que nos prepara para evitar corregir riesgos innecesarios. La mayoría de los miedos remiten de forma espontánea y no precisan de intervención terapéutica. Conocer las características y el curso de estos miedos evolutivos es necesario para diferenciarlos de ortos miedos patológicos o fobias que si requieren tratamiento psicológico.
Los miedos evolutivos se asocian a determinadas edades o fases del desarrollo, son de poca intensidad o transitorios. Existen estímulos que atemorizan al niño en una etapa concreta de su desarrollo, pero que dejan suscitar en él esa emoción conforme su edad aumenta. Surgen a partir de los seis meses de vida y su naturaleza varía, siendo comunes los miedos físicos en los primeros años de vida y los miedos sociales en la adolescencia. Durante el primer año de vida son frecuentes las reacciones de miedo al estar el niño separado de los padres y frente a la presencia de personas o de objetos extraños, así como el miedo a determinadas situaciones o elementos físicos, como las alturas, la pérdida de apoyo o los ruidos fuertes. El miedo a la separación de los padres, uno de los más frecuentes, se intensifica entre los 9 y los 13 años de vida y se debilita a partir de los 2 años y medio, cumpliendo una función claramente protectora. Durante la infancia aparece el miedo a los insectos y a los animales pequeños, así como a fenómenos y elementos de la naturaleza como el mar o las tormentas. El miedo a la oscuridad y a los seres imaginarios, como fantasmas o brujas, surge en la niñez temprana. Son también comunes en ésta etapa evolutiva los miedosa todo tipo de animales. En la niñez media aparece el miedo a situaciones que tiene lugar en el ambiente escolar y a estímulos relacionados con el daño físico y la muerte. A partir de la preadolescencia son más frecuentes los miedos sociales que los físicos, por ejemplo cobran relevancia los vinculados a situaciones sociales.
Frente a los miedos evolutivos que surgen en una etapa concreta y desaparecen con la edad, las fobias carecen de una función adaptativa y repercuten negativamente en el desarrollo del niño y del adolescente. Una fobia es por tanto un miedo muy intenso y desadaptativo.
Se trata de una respuesta de miedo acusado o de ansiedad ante la presencia de un objeto específico o situación. El organismo reacciona con una activación fisiológica intensa que le dirige a evitar la situación que percibe como amenazante. Cuando no es posible la evitación, su malestar es considerable. El niño con fobia específica teme a un estímulo concreto, fácilmente identificable, que al evitarlo provoca la desaparición de su malestar. La reacción es desproporcionada a la amenaza o peligro actual que supone la situación temida. En los niños la exposición al estímulo fóbico puede provocar manifestaciones como llantos, rabietas, inhibición o un apego físico excesivo. Su diagnóstico requiere de la menos seis meses diferenciando de eso modo un miedo transitorio de una fobia.
CARACTERÍSTICAS DE LA FOBIA A LA OSCURIDAD
El miedo a la oscuridad es uno de los más comunes en la infancia, sobre todo entre los 3 y los 6 años. Suele aparecer en torno a los tres años, momento en el que el niño es capaz de imaginar, pero no de distinguir entre la fantasía y la realidad. A partir de los nueve años empieza a desaparecer en la mayoría de los niños, pero persiste en algunos casos. En niños españoles la prevalencia del miedo patológico o fobia a la oscuridad se ha estimado en torno al 2% tratándose de una de las fobias específicas más frecuentes en la infancia.
La oscuridad produce desorientación. Ante la ausencia de visión nocturna, la mente del niño inventa imágenes, como monstruos o seres malvados. No poder desplazarse con seguridad en la oscuridad incrementa el miedo. Perciben su habitación como un lugar peligroso en el que se sienten vulnerables. Con la presencia de sus padres el niño se siente seguro. Hasta los 6 años los niños no son capaces de diferenciar entre las pesadillas y los hechos reales, de modo que creen que los personajes de sus sueños pueden estar presentes en su habitación. La reacción fóbica ante la oscuridad varía de un niño a otro. Mientras que algunos niños manifiestan que su miedo se debe a que imaginan un ser atemorizante o a que un intruso aparezca en la oscuridad, otros temen sentirse solos. Escuchar ruidos en casa puede ser por ello un motivo de tranquilidad si el niño percibe que esos ruidos proceden de sus padres, pero también generar miedo si los interpreta como una señal de presencia de un extraño en casa. Las respuestas de afrontamiento al miedo también varían de un niño a otro. Algunos utilizan estrategias de control emocional, desviando su pensamiento hacia imágenes que le tranquilizan. Otros reaccionan evitando permanecer a oscuras y buscando protección en sus padres en mitad de la noche o retrasan el momento de ir a dormir. Tener consigo un objeto de seguridad, como un muñeco, una manta o la almohada, tranquiliza a los niños.
ADQUISICIÓN Y MANTENIMIENTO DE LA FOBIA A LA OSCURIDAD
En la génesis de las fobias específicas en la infancia contribuye la preparatoriedad de la especia humana y la predisposición del niño. Los humanos especialmente predispuestos para aprender respuestas fóbicas a estímulos que filogenéticamente han sido amenazantes para nuestra supervivencia. La oscuridad, uno de los estímulos más temidos por los niños, constituía una amenaza para nuestros antepasados debido a que los depredadores tenían visión nocturna, lo que suponía una ventaja frente al ser humano.
Por otro lado, la sobreprotección paterna aumenta la vulnerabilidad psicológica del niño a desarrollar conductas fóbicas. Cuanto más dependiente de sus padres es el niño. Menos recursos posee para afrontar situaciones atemorizantes y más probabilidad tiene de reaccionar con miedo.
En la aparición y mantenimiento de las fobias específicas intervienen además procesos de condicionamiento. Un estímulo en principio no atemorizante, adquiere carácter fóbico cuando se asocia con una experiencia negativa, por ejemplo, la oscuridad cuando el niño se sobresalta ante un apagón de luz en casa. Durante la noche, al escuchar los gritos y sollozos de su hijo por una pesadilla, la madre acude y enciende la luz de la habitación de inmediato produciéndose un doble proceso de asociación. La luz se asocia con la llegada de la madre y la protección que ofrece al niño, mientras que la oscuridad se vincula con el miedo que producen las pesadillas.
Mediante condicionamiento operante se mantienen las conductas fóbicas por reforzamiento positivo del miedo, por ejemplo, con la atención que los padres prestan al hijo al despertarse asustado por la noche, y por reforzamiento negativo de las conductas de evitación, que le alivian su malestar. La observación y transmisión de experiencias negativas también contribuyen a la aparición del miedo. En las películas que ven en las historias que escuchan y leen los niños los personajes atemorizantes como brujas o monstruos aparecen por la noche. También los sucesos dañinos, como raptos o robos ocurren en la oscuridad.
REPERCUSIONES DE LA FOBIA A LA OSCURIDAD
L a fobia a la oscuridad es una de las fobias específicas con mayor demanda asistencial. Interfiere en la vida del niño y le impide disfrutar de actividades habituales a su edad como dormir en casa de una miago o pasar la noche fuera de casa durante una excursión del colegio. Al anochecer y aproximarse el momento de r a la cama, manifiestan su malestar si tiene que dormir solos, tratan de retrasar el momento de acostarse o buscan la compañía de los padres hasta que se duermen. Además de las repercusiones que tiene en el niño, es un problema que irrumpe fuertemente en el funcionamiento familiar, ya que muchos niños con fobia a la oscuridad requieren de la presencia de su madre o padre durante la noche. A determinadas edades la fobia a la oscuridad puede ser altamente disruptiva, con discusiones, rabietas del niño e insistencia en dormir con los padres. Un niño con fobia a la oscuridad tarda en irse a la cama casi una hora más que un niño sin miedo, lo que interfiere en las rutinas de los padres. En comparación con las madres de niños sin problemas a la hora de dormir, las que tiene hijos con fobia a la oscuridad informan de más estrés, además es común la falta de acuerdo entre la pareja sobre cómo afrontar el problema del niño, así como una mayora irritabilidad y sentimientos negativos hacia su hijo.