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Concepción García Moya. Directora del Centro de Mediación MG. Requena.

A lo largo de su vida, las familias deben hacer frente a diversas situaciones de dificultad, que si no se resuelven adecuadamente producen mucho malestar entre sus integrantes.

El conflicto forma parte inevitable de la convivencia, e imaginar una familia en la que no existan conflictos no es posible ni deseable, puesto que bien gestionado, el conflicto nos permite crecer y desarrollar nuevas y mejores maneras de relacionarnos.

De todos los conflictos sociales, los conflictos familiares son los más habituales y los que suelen provocar mayor dolor ya que sus integrantes sufren no sólo por ellos mismos, sino por las personas a las que quieren.

Muchas veces, las familias no saben cómo resolver esos conflictos porque no cuentan con las habilidades para buscar y encontrar soluciones. La mediación no es sólo un conjunto de técnicas que facilitan la comunicación entre las personas, sino que también, y principalmente, es una forma de “vivir” y entender el modo en que nos relacionamos con los otros.

La Mediación Familiar es un espacio de comunicación, por ello, la posibilidad de que se cree ese espacio entre las partes es el deseo más común de quienes acuden a mediación. Es un espacio donde será más fácil centrarnos en el futuro, en lo que queremos que suceda. Un espacio donde la responsabilidad de las decisiones recae sobre los miembros de la familia y no sobre un tercero.

Un espacio, también, donde puede ser más fácil hacer y escuchar propuestas y plantear y escuchar necesidades. Un espacio donde, por último, es más fácil alcanzar un acuerdo una decisión compartida, que luego podamos cumplir.

Es común el error de pensar que si la familia no alcanza acuerdos en un proceso de Mediación, la mediación ha fracasado. Nada más lejos de la realidad.

El proceso puede cumplir su finalidad si se facilita que se planteen necesidades (personales y familiares) de las partes y se generan propuestas para cubrir dichas necesidades.

Cuando se habla con familias que han acudido a los servicios de Mediación Familiar suelen hablar de paciencia, escucha, comprensión y optimismo. Todo lo anterior desde la cercanía, el apoyo y la imparcialidad. Esto hace que se sientan más fuertes y estén más predispuestos a cooperar en la solución de sus conflictos.

De modo que podemos esperar que en la mediación familiar se genere un espacio donde sea más fácil el diálogo y ello permita alas partes expresar sus necesidades y, al mismo tiempo, escucharlas del otro. De este modo, podrán surgir propuestas que satisfagan a ambas.

Los conflictos familiares pueden recaer sobre elementos tangibles e intangibles, afectando tanto a las identidades personales como a las sociales y a las necesidades psicológicas, no sólo de las personas que tienen la disputa, sino también de las otras afectadas por ella: niños, abuelos, hermanos… Se trata por tanto de conflictos interpersonales que afectan, al mismo tiempo que a la identidad de los individuos que están inmersos en dichos conflictos, a la de la propia familia, en cuanto sistema interpersonal, económico y social.

Los conflictos familiares exceden, sin duda, del ámbito de las crisis matrimoniales y de pareja y, aunque es un hecho que la mediación familiar ha tenido y tiene su máximo desarrollo en esos contextos, cada vez se vislumbra en mayor medida la necesidad y la conveniencia de extender los beneficios que tiene este sistema a todos los miembros de la unidad familiar y a la diversa tipología de conflictos que en ellas se presentan.

Ciertamente, los ámbitos de la mediación familiar se extienden a aquéllas materias de derecho disponible, en contextos de relaciones familiares, respecto de las cuáles las partes tengan interés en negociar, dentro del respeto a la ley, a la moral y al orden público.

Conflictos relativos a temas de reclamación de alimentos, emancipación, capitulaciones matrimoniales, algunos efectos personales del matrimonio, la elección del domicilio, el cuidado de personas a cargo, el convenio regulador en crisis matrimoniales o de pareja, con o sin descendencia, el derecho de visita con abuelos y otros parientes de hijos menores y ciertas cuestiones relativas a instituciones tutelares, sucesiones, acogimiento y a adopción, entre otros conflictos, pueden beneficiarse del proceso de mediación.

La voluntariedad viene determinada, en relación con las partes, respecto a su derecho a acceder a la mediación para resolver los conflictos.

A la mediación se suele acudir, generalmente, antes de iniciar un procedimiento judicial. Sin embargo, también puede tener lugar durante la tramitación del mismo, por derivación del juez o por petición de las partes, produciéndose su suspensión. La Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio, introduce una nueva regla 7ª al artículo 770 de la LEC con la siguiente redacción:

“7ª Las partes de común acuerdo podrán solicitar la suspensión del proceso de conformidad con lo previsto en el artículo 19.4 de esta Ley, para someterse a mediación”. Cabe igualmente la mediación una vez finalizado el proceso, en ejecución de sentencia.

Principio esencial de la mediación para garantizar la franqueza de las partes en las negociaciones y para que estas puedan llegar a buen fines la confidencialidad. Este principio supone la obligación de mantener la reserva sobre el desarrollo y contenido del proceso de mediación.

La mediación se considera un “actuar comunicacional”. Como hemos comentado anteriormente, cuando tenemos un conflicto, la comunicación suele interrumpirse y esto, precisamente, es lo que nos dificulta el poder solucionarlo.

La institución mediadora nos brinda la oportunidad de que podamos interactuar con la otra parteen un clima de respeto y que, por tanto, pueda fluir la comunicación a través de las técnicas que utiliza la persona mediadora.

Sin duda, al mejorar el modo en que nos comunicamos, podremos convertir nuestras posiciones (el punto del que partimos en nuestras reclamaciones), en intereses (el por qué y para qué necesitamos lo que pedimos).

Para ello, es crucial que la comunicación fluya y que seamos capaces de averiguar con honestidad y buena fe qué es lo que pretendemos conseguir en el proceso de mediación.

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