Mediación Intercultural por Concepción García Moya, Directora del Centro de Mediación y Resolución de Conflictos MG.
La percepción del otro, la imagen que se ha formado la sociedad de acogida respecto a los nuevos vecinos procedentes de la inmigración, da lugar con frecuencia a un sentimiento de rechazo, más o menos contenido, o simplemente a una ausencia de relación con grupos y personas pertenecientes a distintos grupos étnicos o raciales.
El otro es de este modo percibido como una amenaza a la propia identidad, pues su presencia debilita el sentimiento de pertenencia local de los autóctonos en ciertos contextos sociales.
Se verbaliza por las personas autóctonas como temor a la pérdida de identidad del pueblo, del barrio, como miedo a sentirse desplazado. Los mediadores interculturales indican que las personas tienden a asociar la escasez de recursos y el aumento de la delincuencia, así como su temor a la pérdida del puesto de trabajo, con la inmigración, o con la presencia de determinados grupos caracterizados por su diferencia étnica o racial.
La falta de comunicación entre grupos, y en definitiva la aversión contenida hacia el otro, son indicadores evidentes de la latencia de un conflicto.
Los mediadores interculturales van a abordar estas situaciones con el fin de evitar la emergencia de brotes de violencia xenófoba, o de neutralizarlas cuando los conflictos se manifiestan abiertamente.
En este sentido, los conflictos más habituales que se plantean se refieren a temas relacionados con los espacios públicos y privados en los que suele haber dos grupos, étnicamente diferenciados, en disputa por el uso de esos espacios (generalmente, aunque no siempre, uno de los grupos pertenece a la sociedad mayoritaria).
Por ejemplo, la utilización supuestamente excesiva que hacen ciertas minorías de parques y plazas públicos como lugares de reunión y de esparcimiento, y en algunos casos su uso indebido (cobrando una especie de “canon” por el uso de canchas de deporte gratuitas), motiva las quejas de los vecinos, que acuden a los servicios de Mediación para que les atiendan en sus demandas.
En el ámbito del espacio privado, los conflictos se refieren a problemas de convivencia en las propiedades horizontales (por ruidos, por el horario de sacar la basura, por la existencia de los denominados pisos patera…).
En estos casos, los mediadores interculturales reconocen que las partes en conflicto suelen atribuir determinadas conductas a motivos étnicos o culturales. Consideran que lo esencial en estos conflictos son aspectos básicos de comunicación, convivencia y, en ocasiones, de escasez de recursos.
En este sentido, la apreciación del peso del factor etnoracial en los conflictos gestionados es muy ponderada por parte de los mediadores interculturales.
Si hay diferencias o disputas entre grupos con distinto origen o bagaje cultural, se relacionan antes con la posición económica y la competencia por recursos -públicos o sociales- escasos que con el componente etnoracial.
Creo que tendríamos que reflexionar qué valor tiene el componente racial en los conflictos, si es el origen del conflicto, si el tema de la diferencia racial es el origen del conflicto, si es la consecuencia de un conflicto que es por otro tema, si es un conflicto más estructural, si es por una falta de recursos y lo visualizamos como un conflicto racial o si es la punta del iceberg de otra serie de cosas…
Será labor del mediador ir ajustando y enfocando los motivos reales y concretos que subyacen en el conflicto para ayudar a las partes a gestionar y resolver su disputa. Ciertamente, esta actividad incluye también el tratamiento de las actitudes racistas y xenófobas como un componente más del conflicto que se está abordando; un componente que puede amplificar e intensificar la disputa, condicionando su desarrollo y gestión.
Los mediadores interculturales desarrollan una conceptualización básica de su función que distingue la existencia de conflictos en estado manifiesto y de conflictos en estado latente -previos a su exteriorización.
Y en atención a ello, podemos decir que la mediación intervendría de tres modos:
1. Antes de la manifestación del conflicto, cuando éste se encuentra en un estado latente, desarrollando una función preventiva del mismo;
2. Cuando el conflicto ya es manifiesto, interviniendo para gestionar las diferencias, resolver las disputas y mejorar las relaciones;
3. Después del conflicto, contribuyendo a la restauración de las relaciones sociales dañadas.
La aplicación de la mediación en casos de conflictos raciales y étnicos supone la oportunidad de utilizar una herramienta que dispone de un acervo metodológico amplio y diverso para gestionar el mestizaje cultural que se está produciendo en la sociedad española.
La mediación aparece, en este escenario, como una práctica potencialmente eficaz para gestionar las relaciones sociales, las diferencias y conflictos inherentes a éstas, y en definitiva, para contribuir a superar posiciones racistas y xenófobas.
A través de la mediación se devuelve a las personas y a las comunidades la capacidad de gestionar y resolver conflictos, y a la vez, se contribuye a prevenir futuros enfrentamientos.
Se ofrece a las personas un espacio en el que puedan expresar abiertamente sus posiciones, aunque éstas no resulten, en primer término, socialmente correctas.
El mediador intercultural no va a juzgar de entrada esas posiciones, sino que trabajará a partir de ellas, contribuyendo a que las personas superen sus prejuicios, proporcionando herramientas para enfrentar nuevas situaciones de diferencia y conflicto.
Esta posibilidad de encontrar un lugar donde la persona no se vea descalificada de entrada, sino escuchada, un espacio donde se reduce la presión y se ofrece la oportunidad de aprender a aceptar la diferencia y a comprender las claves culturales del otro, constituye una ocasión singular para promover la convivencia y la gestión de la diversidad.