LA BITÁCORA DE BRAUDEL /JCPG
No soy un buen votante. No soy de esos que se levantan por la mañana y se proponen leer el programa electoral de tal o cual partido. Pero la experiencia dice que ellos, los hacedores de programas, tampoco es que tengan un respeto reverencial por sus ofertas electorales. En esto pensaba yo cuando me enteré del desaguisado educativo a propósito de la llamada nueva selectividad. Al parecer, la política se ha cruzado por medio y los cambios van a ser poco más que cosméticos y existirán nuevamente 17 modelos de acceso a la universidad. No sé quién dijo que los viejos compensan el lamentable hecho de no poder dar malos ejemplos con una sobredosis indiscriminada de buenos consejos. Un amigo profesor, a punto de jubilarse, me indicó hace poco que los cambios no serán dignos de este nombre y que, a la vista de como pintan las cosas, lo mejor es seguir como si nada y trabajar día a día sin reparar en la evolución de la cosa política.
Pero lo sucedido con la educación es un caso más de desidia, desprecio y mercantilización. Desidia porque el gobierno actual apenas ha impulsado medidas dignas de ser tenidas como mejoras o tendentes a conseguir mejoras. Desidia porque ni siquiera nuestros grandes gobernantes valencianos han hecho nada hasta hoy. La concertada tiene razones para quejarse de las actuaciones de Marzá; la pública debe quejarse del hecho que nada se haya realizado en pro de la dignificación del sistema educativo y ni siquiera se haya puesto coto a la podredumbre que lo acecha.
Desprecio. De los dirigentes hacia los profesores, cuando les niegan medidas de promoción laboral auténtica, cuando los definen en negativo como profesores no universitarios, por no mencionar los recortes salariales. Una salvedad. Esto de los recortes salariales no es políticamente correcto en cierto ambientes de esta (supuesta) izquierda monjil que vive en los nidos sindicales. Ellos prefieren agitar el espantajo de la calidad educativa. Por lo visto, cualquier trabajador puede reclamar legítimamente una subida salarial; menos los profesores.
Y mercantilización. Las tasas crecientes; la reducción de la filosofía; los nulos conocimientos de literatura e historia, etc. El consumismo es la única filosofía que se admite en el moldeado de nuestra juventud. Aunque esto viene de lejos. Recuerdo haber oído a todo un consejero de la educación castellana y manchega, socialista para más señas, en Albacete, despreciar los conocimientos humanísticos. De aquellos polvos….
.La política, los políticos se han cruzado desde hace décadas en el camino de la educación. Primero con la LOGSE, madre del cordero, del deterioro actual, luego los sucesivos parcheos puramente políticos que le han seguido. Resultado: las tan cacareadas reválidas han quedado en la nada (va y resulta que tenemos miedo a estos exámenes, cuando existen en todos los países, pero no, aquí es imposible); la nueva selectividad reducida a la mínima expresión y nuevamente despedazada por los dóbermans de los consejeros deseducativos de las CC.AA.; la supuesta igualdad que se pretende defender en la educación produce produce realidades tan mostruosas como las de unos chicos con capacidades reducidas que son mal atendidos por la falta de medios y de profesores especializados, así como la ocultación sistemática de las altas capacidades en un universo en el que las nuevas pedagogías reducen los altos coeficientes mentales a la mediocridad de los niveles medios. Dada la diferencia entre el lenguaje pedagógicamente correcto y las prácticas pedagógicas posibles (cualquier profesor sabe que no es lo mismo defender la educación individualizada que ponerla en práctica), no es extraño que los pedagogos que generan más entusiasmo sean aquellos que nos prometen que nos podemos reconciliar con nuestro lenguaje, porque han encontrado la manera de poner en práctica los principios progresistas. Y si criticamos nos acusan de querer volver a aquella cantinela del listado de los reyes godos.
Y para qué seguir. Sí, este es el escrito de un cabreado; pero como hay tantos en este país últimamente, espero que me lo disculpen.
En Los Ruices, a 26 de mayo de 2016.