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Requena (28/02/17) Javier Armero Iranzo
Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel

Malos tiempos para el águila perdicera. La más característica de nuestros montes, y la más emblemática. La más ágil de las águilas, y la más bella; el águila perdicera. Ese tesoro alado que representa como ningún otro animal la fuerza, la espectacularidad y la vivacidad de las sierras ibéricas. El águila perdicera que, con su silueta inconfundible sobre los cielos azules, con su porte esbelto y soberbio y con la fuerza penetrante de su mirada, nos avisa de que las cosas van mal en su mundo.

Malos tiempos para el águila perdicera. Siento escribirlo; lo siento de verdad.

Han pasado ya muchos años desde que me impactó su magnífica estampa en los montes de Requena por primera vez. Volando por las angosturas calizas del río Magro. Majestuosa, espectacular; reina de la sierra. Hermosa como ninguna. Sí, han pasado muchos años desde ese primer contacto. Sabía yo que aquella imagen tendría consecuencias.

Desde entonces, he recorrido todos y cada uno de los barrancos de la comarca buscando distintas parejas territoriales, recreándome en lo interesante de su biología y analizando su ecología de la conservación. Por aquí y por allá. Y la verdad es que en todos los sitios he visto problemas para su continuidad futura.

Pero lo peor es que han pasado muchas temporadas, y las afecciones negativas hacia estos animales no sólo no disminuyen, sino que parece que vayan a más. Lo que contrasta con el paso de décadas de progreso en muchos ámbitos, y también de distintos gobiernos que, sobre el papel, han asumido que la perdicera, sin duda, era un elemento patrimonial único y que desde luego había que preservar. Triste paradoja.

El mes de febrero, que hoy acaba, nos ha traído demasiadas noticies aciagas relacionadas con este animal. Así, he podido leer recientemente que en la provincia de Castellón ha aparecido muerto otro ejemplar adulto de la especie, tiroteado en un coto de caza. Que se sepa, y en apenas un año y medio, es el octavo caso de perdicera adulta muerta que se ha podido encontrar en el monte. Y no sabemos cuántas más habrán muerto y que no han podido ser localizadas. Ocho muertes en apenas año y medio.

Ocho ejemplares muertos; y todos adultos. Los investigadores que estudian esa población provincial  están convencidos de que se trata de un índice de mortalidad excesivamente alto  y que, sin duda, traerá consecuencias regresivas sobre la viabilidad de la población; y máxime cuando esa mortalidad afecta a la fracción reproductora, más delicada e importante en la pirámide demográfica de la especie. Los expertos vaticinan que, de seguir así, la población de águila perdicera de la provincia de Castellón está condenada a desparecer a medio plazo si no se toman medidas oportunas.

Por otro lado, y al hilo de esta desagradable noticia, me llega otra información desde la provincia de Alicante, donde las cosas no pintan mucho mejor. Se trata de un caso que desde luego llama mucho la atención, que quizás sea más habitual de lo que pensamos, y que pone al borde del abismo la continuidad de la especie en ciertas localidades. Allí salta la alarma en un territorio de cría donde en los últimas seis temporadas han sido sustituidos al menos cinco veces algún miembro de la pareja (reemplazándose ejemplares adultos o subadultos que han desaparecido). Al menos cinco ejemplares de la misma unidad territorial en apenas seis años. Realmente insostenible.

Y en Valencia, la situación tampoco es nada halagüeña; al menos en lo que respecta a nuestra comarca. Más noticias negativas para el águila perdicera. Ésta también de este mismo mes. No hay que rebuscar mucho en la hemeroteca, no.

El pasado sábado 11 de febrero se llevó a cabo una batida sobre animales ungulados en un monte público, propiedad de la Generalitat Valenciana, y situado en el término municipal de Requena. La Conselleria de Medi Ambient la autorizó justificando una sobrepoblación de ese tipo de animales que estaba causando daños a la agricultura. Inicialmente fue autorizada contando con puestos de caza situados a apenas 150 metros del cantil de cría de una pareja de águilas perdiceras que en un determinado barranco habitan. A escasa distancia pues, y en plena época de reproducción; pues por esas fechas ya están las aves regentando el nido.

Un despropósito que la propia Conselleria trató de arreglar a última hora ordenando  retirar los puestos más cercanos a ese risco marcando otra distancia mayor, pero que a todas luces era susceptible aún de tener un elevado riesgo de malograr la crianza. Y se hizo porque días antes, una vez que estaba ya autorizada la montería, los agentes medioambientales de la comarca de Requena-Utiel y la Societat Valenciana d’Ornitologia, realizaron unos escritos a la propia Administración Valenciana alertando de la situación. Si no, hubieran estando pegando tiros debajo mismo del nido de las águilas, con decenas de hombres y de perros, y con la consiguiente algarabía. Así de sencillo; así de claro.

Una batida en plena época de cría, con las evidentes molestias hacia la reproducción de una especie tremendamente sensible en esos momentos. Una batida con un considerable riesgo hacia la crianza de una de las aves más raras y valiosas de los montes valencianos, con una elevada problemática de conservación, y que se iba a celebrar (y lo hizo) en un espacio en teoría protegido por ser una ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y además un Parque Natural (el de las Hoces del Cabriel), precisamente por contar con unas pocas parejas de águila perdicera, la especie ornítica más relevante. Vaya desatino.

Ejemplos variados que sitúan al águila perdicera como una especie en una posición realmente delicada. Y en este último caso citado, evidencia la falta de visión y pobreza de ideas por parte de la Adminsitración Valenciana,  que se traducen en la inexistencia de un plan o de una estrategia clara que haga revertir la situación de esta especie en la ZEPA/Parque Natural de las Hoces del Cabriel.

La indignación se hace mayor cuando se analizan los datos de cría de esa histórica pareja en los últimos tiempos. Se sabe que lleva sin criar allí desde 2009, año en que pudo volar un pollo. Siete años sin criar. Siete temporadas.

Si realmente las cosas funcionaran como debieran en los espacios protegidos por la ley se analizarían las causas de esa bajísima productividad. Y se buscarían soluciones. Y desde luego, no se hubiera dado esa polémica autorización para que allí se celebrara dicha batida en esas fechas. No hubiera habido ninguna reticencia si se hubiera hecho durante los meses de octubre a diciembre pasados.

Y ya que hablamos de las Hoces del Cabriel, el éxito reproductor de la población de águilas perdiceras que allí habitan y que actualmente se cifra en cinco parejas no fue nada bueno la temporada pasada. Según datos de la Societat Valenciana d’Ornitologia sólo llegaron a criar dos de ellas. ¿Qué les ha pasado a las otras tres? Desde luego esas cifras tan bajas, y que son realmente habituales en los últimos años, son muy preocupantes y hacen temer la desaparición definitiva de algún territorio reproductor.

Eso mismo ya ocurrió en la década pasada cuando dicha entidad científica y conservacionista corroboró la pérdida de un territorio de cría en dicho paraje y que a día de hoy no ha sido repuesto. Y lo mismo en la anterior. De siete parejas ahora nos quedan cinco, en un periodo inferior a los veinte años.

Más noticias amargas; bonito mes de febrero. Hace unas horas que vengo de otro de esos territorios que nos quedan en el Cabriel y, la verdad, vengo decaído; desalentado. Tengo la impresión de que la pareja de perdiceras que buscaba hoy por allí tampoco van a criar en esta temporada. Y, no lo hacen desde 2012. Sería el quinto año seguido que no lo hacen.  En 2013 encontré muerto el ejemplar macho adulto y, aunque en poco tiempo apareció otro individuo suplente, la pareja no ha llegado a cuajar la crianza desde entonces. Intuyo una elevada problemática en ese territorio que dificulta mucho la reproducción, y por lo visto, también la supervivencia de los propios individuos. Por cierto, nunca se supo la causa de la muerte de aquel ejemplar, a pesar de la necropsia que se le mandó practicar.

¿Qué está pasando con las águilas, pues? Parece ser que son muchos los factores los que las afectan. En la Meseta de Requena-Utiel, y según los estudios de la Societat Valenciana d’Ornitologia destacan las molestias en época de cría que hacen fracasar las puestas en los nidos o los propios pollos. Son muchísimos los casos que se han registrados en todos estos años. La presencia de personas o vehículos en las inmediaciones de los nidos en ese momento tan sensible como es el de la incubación echan al traste toda una temporada entera. Hay que recordar que estos animales no tienen puestas de sustitución y cualquier abandono del nido de la hembra mientras tiene huevos, por causas humanas, puede tener consecuencias irreparables.

En este sentido cabría regular temporalmente el acceso a las inmediaciones de los cantiles de cría para garantizar la tranquilidad necesaria para que estos animales puedan llevar a cabo su proceso reproductor.

Esta problemática afecta gravemente a la productividad de la especie, es decir al índice de natalidad natural y que debería contrarrestar las elevadas tasas de mortalidad que las águilas tienen en España, y que como acabamos de ver, también son muy evidentes a nivel de la Comunitat Valenciana. Así, se sabe que las dos principales causas de muerte son debidas a los tendidos eléctricos y a la caza ilegal.

A nivel nacional, los tendidos eléctricos constituyen el principal motivo de mortalidad en gran parte del territorio español, incluido el levante peninsular. Las muertes se producen tanto por colisión con los cables como por electrocución, al emplear los apoyos como posadero. En Requena-Utiel se conocen dos casos en los últimos 6 años de águilas perdiceras electrocutadas, aunque el número debe ser mucho mayor, por la dificultad que entraña encontrar a las aves muertas.

Lamentablemente, y a pesar de que se sabe muy bien que los tendidos eléctricos que existen en los territorios de las perdiceras son un verdadero sumidero para estos animales, y también para otras especies, y a pesar de que se dispone de normativa estatal (Real Decreto 1432 / 2008) y autonómica (Resolución 2010 / 11759) por la que se establecen medidas para la protección de avifauna contra la resolución y electrocución, no se están revisando ni corrigiendo las instalaciones que pasan por el interior de los territorios de nuestras águilas; ni siquiera de aquellos espacios que están “protegidos por la ley” como las ZEPA o los Parques Naturales.

Y cuando se hace ya es tarde. Es lamentable que para que se corrija un tendido tenga que demostrarse con hechos que, efectivamente, es peligroso para las aves. Es decir que primero ha de morir alguna para que sea tenido en cuenta. E incluso algunas medidas tomadas en este sentido son claramente insuficientes y poco servirán para minimizar los impactos.

Esto me hace recordar un ejemplo muy reciente. Hace unas semanas murió electrocutado un ejemplar de una especie también muy amenazada en un monte del valle del Cabriel, pero justo al otro lado de nuestra comarca. Se trataba nada menos que de un águila imperial que llevaba semanas observándose por la zona, motivo de alegría por los naturalistas que anhelábamos una expansión territorial hacia el este peninsular por mucho tiempo esperada. Sin embargo, aquel individuo murió electrocutado, como tantos y tantos ejemplares de su misma especie por todo el país. Aquel incidente se comunicó a los responsables medioambientales de Castilla-La Mancha y apenas se consiguió que aquel poste donde murió el águila, y los dos contiguos fueran corregidos convenientemente por la compañía eléctrica para impedir que hechos como ese volvieran a ocurrir. El resto de la línea se quedó igual. Eso fue todo.  Incomprensiblemente, eso fue todo lo que se hizo.

La muerte por disparo es otra causa fundamental que afecta las perdiceras ibéricas, y también a las de la comarca. También se conocen aquí otros dos casos en los últimos años, pero la incidencia por este motivo se supone muy superior, evidentemente. Es muy, muy complicado poder encontrar en el monte un animal de estas características que ha sido tiroteado.

La educación ambiental y la necesaria sensibilización por parte del colectivo cinegético son fundamentales para armonizar la convivencia entre cazadores y águilas. Y para ello la información objetiva y real sobre la situación actual del águila perdicera es primordial. Ojalá este escrito ayude a cumplir esos propósitos.

Pero no son estos los únicos problemas que padecen las heráldicas aves aquí. Algunos de los más reseñables son la alteración del hábitat, con cada vez más fincas valladas y dedicadas a la cría de animales de caza mayor; los ahogamientos en balsas (con algún dato todavía en la comarca en la última década); y la falta de comida en un monte cada vez más homogéneo por el abandono de la agricultura de montaña.

Malos tiempos para el águila perdicera. La situación de urgencia demanda la necesidad de que esta especie protegida y considerada como vulnerable por el Catálogo Valenciano de Especies de Fauna Amenazadas cuente con un Plan de Conservación tal y como establece el mismo documento (Decreto 32/2004 de 27 de febrero de 2004).

Ha pasado mucho tiempo desde que se viene confirmando, noticia tras noticia, que la existencia de esta bella rapaz, cuyo grueso poblacional a nivel mundial se acantona en las sierras mediterráneas ibéricas, se enfrenta a multitud de dificultades. El mes que ahora acaba no ha sido una excepción.

La Comunitat Valenciana tiene un elevado grado de responsabilidad en la salvaguarda de uno de los últimos tesoros de la vida salvaje europea. Ojalá que las primicias, las novedades y los acontecimientos que estén por venir sean más agradables para la supervivencia del águila perdicera que los aquí expuestos.

Pero quiero acabar, precisamente, con una buena; una noticia que cierra el Cuaderno de Campo de hoy con optimismo, como no podía ser de otra manera. Me comenta mi buen amigo Pablo Ruiz, que la hembra de águila perdicera que más afecto le tengo (por tantos y tantos sentimientos que no vienen al caso aquí contar) y que habita un lugar mágico para mí, está echada ahora en su nido. Cuidando con mimo su más preciado tesoro. Una nueva generación de águilas que, sin lugar a dudas, vivirá en un mundo mejor para ellas.

JAVIER ARMERO IRANZO

Dedicado a todos aquellos que aman la naturaleza y dedican esfuerzos a su estudio y protección.

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