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Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo   /   7 de agosto de 2018

En el Cuaderno de Campo anterior se presentaron las distintas especies de reptiles que habitan la Meseta de Requena-Utiel y se dieron algunas pinceladas sobre su biología y las técnicas para afrontar su estudio en el medio natural. Fue el inicio de un conjunto de artículos que tratan de acercar este tipo de animales al  público en general y de ofrecer una visión mucho más objetiva y enriquecedora de lo que habitualmente se sabe de ellos.

Hoy se dedica la mayor parte del presente ensayo a hablar de aquellos reptiles que en su conjunto se conocen como saurios y que no son más que los conocidos lagartos, pero también de las lagartijas y salamanquesas; incluso también se presentará a uno de ellos muy poco conocido por el paisanaje y que es realmente interesante: el eslizón ibérico. Y si raro es el eslizón, no lo es menos la culebrilla ciega, un animal realmente peculiar que también será tratado. Por último también se aborda un tipo de reptiles muy peculiar, el de las tortugas, y que en la comarca está representada por dos variedades de galápagos.

En total se presentan once especies diferentes que conforman un grupo de animales imprescindibles en el normal funcionamiento de los ambientes mediterráneos donde residen. Unos más comunes y otros más escasos y localizados, pero en cualquier caso animales dotados de un diseño espectacular que recuerda de alguna manera a aquellos seres que dominaron el planeta en otras épocas. Hablemos pues de saurios, de anfisbénidos y de quelonios.

El primero de los grupos contiene más de 6.000 especies diferentes en todo el mundo lo que da fe de su tremendo éxito evolutivo. La mayoría de ellos tiene patas, aunque existen también unas pocas especies que no las poseen o las tienen muy reducidas, como ocurre en el caso de nuestro eslizón. En Europa se cuentan alrededor de 80 especies distintas de las que ocho de ellas aparecen en Requena-Utiel distribuidas en tres familias de las ocho que existen a nivel europeo. Son los gecónidos o salamanquesas, los lacértidos o lagartos y lagartijas, y los escíncidos o eslizones.
Las salamanquesas, o dragoncillos como se conoce por aquí, se caracterizan por presentar un cuerpo ciertamente ancho y la cabeza de gran tamaño, así como por disponer de unos ojos dotados de una característica pupila vertical. Sus patas son cortas y disponen de unas peculiares almohadillas adherentes bajo los dedos que les permite moverse por paredes verticales e incluso por techos y extraplomados.

Son animales de hábitos nocturnos y crepusculares que pasan el día refugiados en grietas y fisuras de los roquedos o de las construcciones humanas donde habitan. El color de la piel, la forma aplanada de su cuerpo y el comportamiento discreto les permite pasar muy desapercibidas y dirigirse a los insectos nocturnos a los que capturan con cierto sigilo.

A nivel comarcal existen dos tipos de salamanquesas pero de estatus poblacional y geográfico muy diferente. La común, Tarentola mauritanica, es un animal muy habitual y bien distribuida por la totalidad de municipios. Habita tanto medios naturales donde predomine el roquedo como en ambientes antropizados como campos de cultivo y núcleos urbanos donde habita casas y otras construcciones humanas.

Las gentes de los pueblos la conoce muy bien y las suelen admirar y respetar por el papel beneficioso que les reporta al consumir ingentes cantidades de insectos que acuden a los rincones y paredes de sus viviendas. Muchas personas que toman el fresco en las calles en la época que estamos ahora disfrutan, a la luz de las farolas, del espectáculo de cada noche en que los dragoncillos de sus fachadas acechan y atrapan a esa cohorte de animalillos que acuden atraídos por los puntos de luz.

La otra salamanquesa, la rosada Hemydactylus turcicus, es mucho más escasa y localizada. De hecho tan sólo se tiene constancia que habite en el sector inferior del valle del Cabriel, en el mismo entorno de la aldea requenense de Casas del Río. A nivel de la Comunitat Valenciana se distribuye claramente por áreas litorales penetrando hacia el interior en los valles de ciertos ríos, como ocurre aquí con el Cabriel.

Se distingue de la anterior por su menor tamaño y por tener un un color de piel sonrosado e incluso casi transparente y por disponer de unos anillos oscuros mucho más marcados en la parte final de la cola.

De lagartos y lagartijas la Meseta de Requena-Utiel cuenta con cinco especies de aspecto y requerimientos ecológicos diferentes. El mayor saurio de todos es el lagarto ocelado, Timon lepidus. Es un verdadero titán en el grupo de nuestros reptiles ya que algunos ejemplares pueden llegar a alcanzar los 70 centímetros de longitud; unos 24-26 sin contar la cola.

Es un animal robusto, de cabeza maciza, hocico redondeado, cuerpo voluminoso, patas poderosas y dotadas de garras afiladas. Su piel escamada es realmente bonita con unos espectaculares ocelos grandes y de color azulado en los flancos que contrastan con el diseño verde manchado de amarillo y negro de sus zonas dorsales. La verdad que el ardacho, como lo conocen por aquí las gentes del campo, es un animal muy hermoso; precioso.

Se tienen dudas acerca de la presencia de otro tipo de lagarto que hasta ahora se consideraba como una subespecie del ocelado y que en la actualidad con los recientes cambios taxonómicos establecidos adquiere la categoría de especie. Se trata del lagarto bético lagarto ocelado de sierra Nevada, Timon nevadensis, que aunque se denomine así parece distribuirse hacia el norte por las provincias de Murcia y Alicante, y quizás hasta la propia comarca de Requena-Utiel donde se tienen citas de ejemplares que podrían atribuirse a él. Son individuos básicamente de coloración menos verdosa y más grisácea o clara y sin las características reticulaciones negras en la espalda de su congénere.  Desde luego, convendría hacer un esfuerzo en determinar su posible presencia en la comarca y, si se confirmara, cuál sería su relación interespecífica con el lagarto ocelado dentro del ecosistema

Pero volvamos a nuestro ardacho. El lagarto ocelado habita, sobre todo, las áreas soleadas cubiertas por matorral mediterráneo, aunque no es raro encontrarlo en pinares abiertos o zonas cultivadas ricas en canchales de piedras o ribazos donde refugiarse. Su alimentación es principalmente insectívora al predar sobre un espectro amplio de invertebrados de mediano y gran tamaño entre los que destacan escarabajos, saltamontes, grillos, arañas, escolopendras y caracoles. Eventualmente complementan esta dieta con otros reptiles, anfibios y micromamíferos  como ratones o musarañas, e incluso con frutillos y materia vegetal, ya más ocasionalmente.
Aunque siempre se le ha tenido como devorador de huevos y pollos de aves, este extremo no es más que una exageración burda con la que se ha tratado intencionalmente de desacreditarlo, ya que esas evidencias son muy ocasionales y para nada representativas de su régimen alimentario. En realidad, y como ocurre con las culebras, poco consideradas por tanta gente, los lagartos son unos útiles controladores de plagas en el campo por lo que lejos de considerarse unos animales perjudiciales son, en realidad, grandes aliados del agricultor.

De evidente menor tamaño que los lagartos, las lagartijas reproducen su soberbia estampa pero a diferente escala. Cuatro especies diferentes habitan la comarca. La más grande y la más común de todas, al menos en ambientes forestales, es la colilarga, Psammodromus algirus. De colores pardos, en su anatomía destaca la larga cola y la presencia de dos líneas dorsolaterales de coloración amarillenta muy evidentes. Durante el celo los machos presentan en ambos lados de la cabeza y en la garganta una bonita coloración  en tonos anaranjados.

Se distribuye por prácticamente todos los montes de Requena-Utiel siendo muy abundante en los pinares bien estructurados y algo menos en áreas de matorral poco arbolados. Se mueve con mucha facilidad sobre sustratos de hojarasca, especialmente en lechos cubiertos de acículas de pino en donde se camufla perfectamente. Allí caza diversos tipos de insectos entre los que prefiere los escarabajos, los saltamontes, las hormigas y los chinches, además de arañitas y otros pequeños artrópodos del bosque.
Y de la más grande a la más pequeña, la lagartija cenicienta, Psammodromus edwarsianus. Pasamos de los 30 centímetros que pueden alcanzar las colilargas a los escasos 15 de las cenicientas; la mitad. Para muchos naturalistas, la más bella de todas. De formas gráciles y elegantes completa su bonita imagen un fino diseño de piel en el que destacan cuatro líneas longitudinales blanquecinas, amarillentas o incluso verdosas que cortan unas manchas oscuras casi negras  y que la hacen ciertamente inconfundible.

Endemismo de la península Ibérica y sur de Francia, su distribución en la Meseta de Requena-Utiel es bastante irregular, aunque se considera abundante en tomillares y áreas de forestales de escasa cobertura vegetal. Así llega a ser la lagartija más común es municipios con presencia de ambientes áridos o subáridos como ocurre en Camporrobles, por ejemplo.

En terrenos arenosos o de sustratos más bien sueltos aparece otra pequeña joya de la herpetofauna comarcal por su atractiva presencia. Se trata de la lagartija colirroja, Acanthodactylus erythrurus. De distribución restringida al norte del Magreb y a las zonas más secas de la península Ibérica, la colirroja habita sobre todo zonas de elevada insolación en áreas abiertas y de escasa vegetación. Así, por ejemplo llega a abundar localmente en ciertos puntos de las riberas del Cabriel, como el valle de la Fonseca (Venta del Moro) o  El Retorno (Requena) especialmente en arenales próximos al cauce.

 De su fisonomía destaca el color rojo de la cola que presentan las hembras especialmente en época de celo. Los machos en cambio carecen de tan vistosa coloración. El tono del cuerpo es generalmente amarillento o pardusco y en el que destacan de cuatro a ocho líneas pálidas que lo recorre por los costados y las zonas dorsales.

Es un verdadero espectáculo poder comprobar los lances de caza de esta especie en plena naturaleza. Su agresividad y la  rapidez con la que se mueve en esos apartados rincones de la geografía comarcal son dignos de reseñar y merecen las pacientes horas de espera que el curioso naturalista le dedica.

La última especie de lagartija es una muy bien conocida por el paisanaje local ya que aparece con frecuencia en ambientes urbanos como pueblos, aldeas, casas de labor, hormas de piedra y muros de viejos corrales y demás construcciones humanas. Conocida tradicionalmente como lagartija ibérica, las recientes investigaciones herpetológicas han escindido en seis especies diferentes las que habitan nuestro país. La variedad que aparece en Requena-Utiel sigue conservando su denominación tradicional de lagartija ibérica, Podarcis hispanica.

A pesar de que la cercanía del ser humano la ha favorecido por la multiplicación de biotopos adecuados para su establecimiento, la lagartija ibérica también se la puede encontrar en ambientes naturales, especialmente en aquellos donde predominan los roquedos y áreas pedregosas de poca cobertura arbórea.

Las lagartijas ibéricas, al igual que ocurre con las salamanquesas comunes, ponen una nota de vivacidad que es bien recibida por los ciudadanos en los cada vez más asépticos ecosistemas urbanos. Su observación, e incluso la admiración que levantan en tantas personas de vida estrictamente metropolitana, producen una suerte de reacciones de respeto hacia la vida silvestre y de empatía hacia lo natural que son realmente bienvenidas en los tiempos que corren.

Y para terminar con el bloque dedicado a los saurios queda citar al más extraño de todos ellos; el eslizón ibérico, Chalcides bedriagai. Desde luego que es un animal peculiar. Su cuerpo, de sección cilíndrica y que apenas llega a los 15 centímetros de longitud, está recubierto de unas escamas muy lisas. La cabeza pequeña, el hocico apuntado y su larga cola son también señas de identidad.

Pero, sin lugar a dudas, la existencia de unas patas vestigiales representa un modelo evolutivo único entre los animales de la demarcación. A través del paso de los tiempos sus ancestros han ido transformando el modo de locomoción al paso, como es el habitual en el resto de saurios, hacia el de la reptación, típico en las culebras y serpientes.

En la comarca parece estar bien distribuido a tenor de los comentarios de agricultores y trabajadores forestales que los detectan tanto en campos como en montes durante sus labores cotidianas. Sin embargo los herpetólogos locales apenas acumulan unas cuantas citas ya que los hábitos de vida subterráneos que tiene esta especie lo hacen pasar muy desapercibido.

Parece preferir sustratos de tierra suelta en donde literalmente bucea en busca de refugio. En su biología destaca la particularidad de ser una especie ovovivípara; es decir, cuyos huevos se desarrollan dentro del cuerpo de las hembras. Es ahora precisamente en pleno verano, cuando las hembras paren entre una y seis crías.
Aunque no es propiamente un saurio sino un anfisbénido (de los que hay unas 130 especies diferentes por todo el mundo) se expone aquí también un reptil un tanto especial. Un reptil cuya evolución hacia la reducción de las extremidades ha sido mayor incluso que para el caso de los eslizones. Se trata de la culebrilla ciega, Blanus vandellii, un reptil totalmente ápodo. De hecho en un primer vistazo se parece más a una lombriz de tierra que a un vertebrado, pero un exhaustivo examen confirmará que efectivamente tiene rasgos que la hacen integrar y enriquecer la ya de por sí variada herpetofauna comarcal.

Presenta un cuerpo cilíndrico de color sonrosado de apenas 28 o 30 centímetros de longitud máxima y cuyas escamas se distribuyen formando unos característicos anillos. La cabeza es muy pequeña y prácticamente no se diferencia del cuerpo. En ellas apenas se distinguen dos ojillos que son tan pequeños como cabezas de alfiler y que no les sirven apenas para ver.

De hecho la culebrilla lleva una vida casi totalmente subterránea ya que suele permanecer enterrada en suelos arenosos y fácilmente excavables o refugiada bajo rocas de buen tamaño. Tiene muy desarrolladas unas costumbres zapadoras que le permite alimentarse de hormigas a las que encuentra en sus propios hormigueros.

La culebrilla ciega es otro valioso endemismo de la península Ibérica. A nivel comarcal su estatus es un tanto incierto ya que por sus hábitos de vida tan especiales apenas se tienen registros que sean significativos. Sin embargo, sí que se sabe de su presencia en distintas localidades donde predomina el ambiente forestal pero con la condición de que el suelo sea fácil de excavar. Por ejemplo las riberas del Cabriel o del Magro son lugares donde se han podido acumular algunas citas que hacen pensar que no debe ser un animal tan raro como se pudiera pensar.

A continuación, y para acabar este segundo artículo dedicados a los reptiles comarcales, se describen las dos especies de tortugas que tienen poblaciones asentadas aquí. Desgraciadamente una de ellas es alóctona, es decir, cuya existencia en ríos y balsones en Requena-Utiel ha sido como consecuencia de escapes, o más bien de sueltas deliberadas de ejemplares mantenidos en cautividad. Se trata del galápago de Florida, Trachemys scripta, un quelonio originario de América y que se ha popularizado en exceso como mascota para la familia. Familia que acaba por soltarlo cuando, después de varios años, se cansa de los cuidados que necesita y de que, la verdad sea dicha, como animal de compañía no puede competir con otros mucho más empáticos con sus dueños como son perros y gatos.

Y ahí viene el problema, ya que al liberar al medio natural animales que no son propios del país se interfiere notablemente en los delicados procesos ecológicos que se vienen dando en ellos tras miles de años de evolución afectando de forma drástica a los elementos naturales del mismo. Se producen fenómenos de competencia con especies autóctonas como los galápagos leprosos al ocupar el mismo nicho ecológico, pero también de depredación sobre otras como pueden ser diferentes tipos de anfibios y sus larvas. Incluso las especies exóticas podrían extender enfermedades en el medio natural al servir de vector de microorganismos patógenos. La gracia de regalarle al niño una tortuguita por su cumpleaños, desde luego puede salir muy cara en nuestra ya maltratada naturaleza.

 

El quelonio que sí que es propio de nuestras zonas húmedas es el conocido como galápago leproso, Mauremys leprosa. Su feo apelativo le viene por el efecto que le produce las algas que le llegan a crecer en su caparazón y que a veces lo acaban perforando haciéndole desprender algunas escamas. La tortuga de agua, como se conoce popularmente en nuestra comarca, habita aún los tramos más salvajes de los principales cursos de agua como el Cabriel, el Magro o el Reatillo.

Se distingue de la especie anterior por el color pardo oliváceo de su caparazón y por la línea longitudinal de color amarillento que lo recorre. Además carece de la gran mancha rojiza en los laterales de la cabeza y de los colores amarillos y negros del plastrón de su pariente americano.

 El galápago leproso es uno de los vertebrados más valiosos de la Meseta de Requena-Utiel por la rarefacción de sus poblaciones en el ámbito de la Comunitat Valenciana. Muchas son las causas que lo han llevado a una situación muy crítica en cada vez más lugares: procesos de contaminación de las aguas continentales, degradación de los sotos fluviales, sobreexplotación de los recursos hídricos, captura ilegal de ejemplares para mantenerlos en cautividad, y proliferación de especies exóticas, como es el caso del galápago de Florida cuya expansión territorial ha sido realmente espectacular en los últimos años.

Nos encontramos en plena canícula; los días largos y tremendamente calurosos parecen no terminar nunca. Los reptiles, animales poiquilotermos, necesitan regular sus cuerpos en función de la temperatura exterior. Conviene madrugar, pues, para detectar estos interesantes animales durante las primeras horas del día captando los rayos solares que les ayuden a activarse. Después el calor será insoportable y buscarán refugio.

Inspeccionar los muros de las viviendas en busca de salamanquesas y recorrer ribazos y pedregales tras la presencia de lagartos y lagartijas son interesantes propuestas para las horas más frescas del día. Pero quizás lo más recomendable ahora sea revisar alguna de las riberas de nuestros principales ríos en busca de algún galápago que esté soleándose y, ya cuando el sol esté bien alto, darse un buen chapuzón como premio a la jornada de campo. Refrescante y provechosa propuesta de verano.

JAVIER ARMERO IRANZO

Agradezco a Luis Albero la cesión de sus fotografías y sus oportunas sugerencias sobre el borrador inicial del presente artículo.

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