LA BITÁCORA/ JCPG
Una semana interesante para los que estamos en los cincuenta. Nos reuniremos, creo que un centenar, como autohomenaje por estar aquí. Una generación numerosa, surgida en el núcleo del “baby boom” hispánico, aquellos que llenamos las aulas de la Escuela Hogar y del Instituto. Esta circunstancia, la misma perspectiva que da el tiempo, nos permite echar la vista atrás, hoy que acaba de salir el nuevo Informe PISA.
El dichoso informe es una espuela en los lomos de las Consejerías ibéricas, que saltan de inmediato justificando los errores de sus estudiantes. Otros los hay que ensordecen por las campanas tocando a gloria, al ver sus resultados mejores que los de la Comunidad vecina. Todos los que han mejorado se preparan para tejer discursos triunfalistas sobre sus logros. Politiqueo, puro. Excusa barata. Todo eso es lo que hay estos días. Todo, menos ponerse manos a la obra y encarar los auténticos problemas del sistema educativo.
Hay que celebrar los logros. Pero hay momentos en que uno siente extenuación cuando se despliega el debate pedagógico. Existen comportamientos, discursos y escritos que son más propios del adepto a una religión. Incluso da la impresión que algunos pretenden vivir del invento de la sopa de ajo, denigrando al adversario, tachándolo de anticuado y carca.
Por no hablar de la neo-lengua que ha instaurado el pedagogismo, según la cual los temas o lecciones se convierten en “secuencias didácticas”. Hasta el BOE está repleto de expresiones sustitutivas de las tradicionales que no tienen absolutamente ningún contenido que aluda a un cambio profundo.
Mientras la estupidez se hace reina de mentes y papeles, la realidad se impone siempre. En forma del chaval que se dedica a dormitar en el rincón, en forma del TDHA, del que tiene síndrome de Asperger,… Aquí es el profesor quien se le juega. Igualito que la escuela de los años 70 y 80,…Igualito.
En Los Ruices, a 7 de diciembre de 2016.