EL OBSERVATORIO DEL TEJO. JULIÁN SÁNCHEZ
Tras la procesión del domingo de Feria en Requena tributada a la Patrona de la ciudad, la Santísima Virgen de los Dolores, los requenenses nos desayunamos con una polémica noticia publicada en el diario Levante EMV. Noticia la cual fué recogida posteriormente por éste mismo medio, la cual se articulaba bajo el siguiente titular: “El cura de Requena impide a los festeros desfilar en la procesión cogidos del brazo”. Una nueva y sorprendente norma supuestamente establecida de forma unilateral por el propio párroco D. Arturo Ros, según comentario atribuido por el medio en cuestión al presidente de la Fiesta Jesús Pérez. Según el espíritu de la noticia, parece ser que el propio párroco, tras haber presidido otras siete procesiones anteriores sin haber apreciado nada al respecto, a la octava se le vino a la mente la ocurrencia.
No voy a defender en este comentario la actividad pastoral y religiosa de D. Arturo, puesto que no necesita defensa alguna, solamente habría que seguirle en su cotidiana dedicación a sus responsabilidades eclesiásticas para darse cuenta de la pulcritud de su dinamismo litúrgico y pastoral. Tampoco salgo aquí con la intención de defender al amigo, condición que me honro en asumir y también, abrigo la esperanza de ser considerado como tal por efecto de la voluntad de nuestro párroco. Mi única pretensión al atreverme a realizar esta comparecencia totalmente personal y espontánea, no viene a ser otra sino mostrar mi más absoluta extrañeza y repulsión hacia la publicación de un comentario cono éste, dando publicidad a un asunto tan inaudito como banal que, previamente a su publicación, el propio “acusado” ya había desmentido en todos sus términos.
Pese al desmentido, la polémica fue insertada negro sobre blanco, sin importar para nada que su puesta en circulación llegase a socavar la fama y el buen nombre de una persona, quien únicamente ampara en la vida la intención de vivir de acuerdo con sus principios y dejar vivir a los demás conforme a los suyos.
Si alguien abriga la intención de presentar a D. Arturo como miembro de una iglesia opresora e impositiva que se lo haga mirar dos veces o que dirija la mirilla de su escopeta hacia otro blanco más propicio, pues nuestro párroco dista mucho de asumir dicha filosofía. D. Arturo, como párroco de Requena y Vicario Episcopal, se inserta en la línea de propuesta que propugna el anterior Administrador Apostólico de Valencia D. Carlos Osoro, hendedura ésta donde el encuentro prevalece ante cualquier modo de confrontación y la concordia sobre la desavenencia. Este y no cualquier otro es el perfil que ha venido siguiendo invariablemente D. Arturo en el desempeño de sus muchas responsabilidades pastorales desde su llegada a nuestra ciudad.
D, Arturo Ros Murgadas arribó a Requena a finales del año 2005 acompañado por un pequeño grupo de sacerdotes recién salidos del seminario, con el sagrado mandato y fundamental deber de efectuar unificación de personas y criterios sobre las latentes discrepancias surgidas en la comunidad religiosa local, las cuales habían proporcionado pugnas y distanciamientos muy poco acordes con el espíritu del evangelio de Jesucristo que es el que debe imperar en toda comunidad cristiana.
Las parroquias requenenses que en su momento llegaron a constituirse como pequeños reinos de taifas, fueron inteligentemente reconvenidas al efecto mediante la hábil acción del nuevo párroco y sus actividades puestas a disposición de la feligresía en general. El espíritu que impartió D. Arturo fue “la iglesia sois vosotros y nosotros estamos humildemente para serviros”.
Bajo esta filosofía ya no se consideraron nuestras iglesias “propiedades particulares” de ningún cura en cuestión. Las celebraciones serían efectuadas por cualquiera de ellos y no por un fijo de parroquia asignado, impidiendo mediante ello cualquier actuación individual que abrigase criterios subjetivos. Lo importante era la unidad de criterios catecúmenos y pastorales, concebidos al amparo del mensaje evangélico, dejando de lado el establecimiento de jerarquías apócrifas y el mantenimiento se supuestas “camarillas”. En muy poco tiempo la unidad y la concordia adquirieron sensaciones de verosimilitud en la comunidad católica requenense.
En los casi nueve años que D. Arturo convive con nosotros, no le he conocido comentario ni actitud personal en lo referente a cuestiones políticas ni asentamientos en núcleos de relevancia social o económica. Más bien al contrario, nuestro párroco ha pasado de lejos por cualquier intento de acercarle a grupo o persona que pudiese abrigar criterios espurios. Ni tampoco haber mostrado una mínima intención de intimar con grupos de poder ni estamento que acertara a aportarle prebenda alguna. Siempre se ha alejado de cualquier cuestión que pudiera alcanzar a separarle, siquiera un instante, de sus exclusivas obligaciones pastorales. La actitud social de este cura “mileurista” ha sido únicamente el pertinaz desempeño de la austeridad personal en su discurrir cotidiano y la dedicación hacia la atención de su feligresía en general así como de los más desfavorecidos en particular, mediante la efectiva potenciación de los servicios sociales de la iglesia que administra Cáritas Parroquial de Requena. Estos son los auténticos “lujos” que se ha permitido D. Arturo en sus nueve largos años en nuestra ciudad.
Como requenense y como persona, me ha dolido muy profundamente este intento de atribución de actitudes propias de fundamentalismo medieval que se ha pretendido verter sobre la persona de nuestro párroco, simple y llanamente porque D. Arturo en modo alguno lo merecía. Puedo comprender la idea de que si un perro muerde a un hombre el asunto carecería de noticia, pero la idea de atribuir un mordisco a quien nunca emplea los dientes más que para masticar el alimento, es una inculpación tan indecente como cobarde y verdaderamente dice muy poco en favor del medio en cuestión ni de la persona que lo atribuye por muy periodista que se considere.
Los medios y sus sustentadores estamos para informar y no para medrar a costa de lo que sea, y todavía menos si el acto se efectúa mediante el intento de socavar la fama y la sensibilidad de personas quienes como D. Arturo no abrigan otra misión en la vida sino la de dar ejemplo para conseguir que los demás seamos mejores personas.
Las cosas se pueden intentar aun forzándolas, pero por mucho que se pretenda, al final cada cual quedará incluido en el lugar donde merezca estar, esto es una máxima que nunca ha fallado ni, por supuesto, va a fallar tampoco en el futuro, por mucho que algunos puedan pensar lo contrario actuando a su libre albedrío.
Julián Sánchez