Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel
Javier Armero Iranzo / 18 de junio de 2019
Laguna de Talayuelas, Cuenca. A apenas dos kilómetros del límite fronterizo con la provincia de Valencia y en concreto con la Meseta de Requena-Utiel. El término de Sinarcas, con el Puntal de la Sabina y el imponente Picarcho, llega hasta sus inmediaciones. El sol ya hace un rato que se ha puesto tras las montañas. Montes de suelos rodenos que se tornan ahora más oscuros de lo que ya son.
Todavía luce un tibio resplandor por el horizonte cuando aparecen en el cielo unas siluetas que el paciente ornitólogo llevaba un buen rato esperando ver. Unas pequeñas rapaces, falcónidas, sobrevuelan a media y gran altura el espacio aéreo de una preciosa cuenca endorreica.
Van de aquí para allá y no paran en realizar quiebros en el aire. Se les ve estirar sus garras acrobáticamente hacia adelante capturando con certera habilidad lo que a gran distancia se diría que son escarabajos voladores. De vez en cuando algunas de estas emplumadas criaturas bajan a ras de superficie y ahí ya no se duda de lo que son y de lo que buscan. Con gran maestría unas veloces aves que recuerdan en gran medida a los alcotanes capturan libélulas y caballitos del diablo que merodean por el aguazal.
Es todo un espectáculo verlos en acción. Giros, descensos vertiginosos y subidas repentinas. Lástima que la falta de luz dificulte la contemplación de unos animales extraños en las tierras del interior peninsular pero ciertamente habituales aquí durante estas fechas: los halcones de Eleonora.
Halcones marinos en la provincia de Cuenca. Habitantes de costas escarpadas en tierras de frondosos pinares. Parecería una broma si no fuera porque hace ya más de veinte temporadas, que se sepa, repiten su visita aquí por ahora. Desde luego un hecho que llama mucho la atención.
Todos los años un número pequeño de halcones de Eleonora pasan en el entorno de la laguna de Talayuelas unas pocas semanas. Normalmente aparecen por estas fechas de junio, y los últimos ejemplares se van hacia primeros o mediados de julio. Pero, ¿qué hacen aquí unos animales propios de ambientes marinos? ¿Por qué no están criando ahora como lo hacen la mayoría de rapaces? Las respuestas parecen responder a la necesidad de adaptar su biología reproductora a las peculiares condiciones tróficas de sus hábitats de nidificación.
El halcón de Eleonor habita los cantiles marinos del mar Mediterráneo, especialmente de islotes e islas mayores. Se distribuye desde las costas de Turquía al este hasta las islas Columbretes al oeste, pasando por archipiélagos de las costas del Egeo donde concentra sus mayores poblaciones, archipiélagos del mar Adriático, islas de Córcega, Cerdeña y Baleares. En este último archipiélago español cría en el norte de Mallorca, en Cabrera y también en Ibiza, incluidos algunos de sus islotes más cercanos. También se sabe de alguna colonia reproductora en pequeñas islas frente las costas de Túnez y Argelia; e incluso llega a criar en la fachada atlántica de Marruecos así como en islotes españoles situados al norte de la isla de Lanzarote, en el archipiélago canario.
Como se ha podido comprobar el halcón de Eleonora es una especie de distribución muy restringida y apenas mantiene una población global que no parece superar las 8.000 parejas. De ese contingente se estimó al inicio del siglo XXI que unas 3.800-4.500 parejas corresponderían a la población europea. Desde luego una especie muy escasa y muy localizada en el ámbito mundial, y que en estas fechas tenemos la suerte de poder contemplar en un ambiente muy diferente como es la laguna de Talayuelas y sus pinares circundantes.
El halcón de Eleonora, cuyo apelativo hace referencia a una antigua reina Cerdeña de finales del siglo XIV y comienzos del XV, es un ave estrictamente estival en el mar Mediterráneo. Llega desde sus localidades de invernada en las islas de Madagascar y Mauricio y otras áreas costeras del océano Índico Oriental hacia mediados del mes de abril y al poco se establece en sus áreas de nidificación. Sin embargo no efectuarán la puesta hasta últimos de julio o incluso primeros de agosto, siendo las aves de la fauna ibérica que más tarde inician su crianza. Con ello tratan de ajustar el periodo de eclosión de los huevos con el de mayor disponibilidad alimentaria en las islas donde se reproducen al coincidir entonces el mayor flujo de paseriformes migrantes que atraviesan por esas fechas el mar Mediterráneo desde sus áreas de cría europeas en dirección a las de invernada en el África subsahariana.
La crianza del halcón se alarga hasta primeros de octubre, y ya hacia mediados y finales emprenderán tanto los adultos como los jóvenes la partida hacia sus lejanos territorios de invernada. Los más rezagados aún esperarán a primeros de noviembre para hacerlo. El flujo de migrantes transaharianos que le sirve de alimento ha ido menguando ostensiblemente y la tímida aparición de otras aves cuya invernada es más bien circunmediterránea no es lo suficientemente importante en esas fechas aún para retenerlos.
El viaje de vuelta es realmente espectacular y recientemente el investigador valenciano Pascual López ha ido poniendo luz a un hecho que era poco conocido. Gracias al marcaje de individuos con telemetría GPS se ha podido saber que los halcones más cercanos, como los de Columbretes o de Baleares emprenden un largo y peligroso viaje desde sus islotes de cría hasta la isla de Madagascar atravesando el continente africano en un trazo en forma de letra ese invertida. En concreto las aves cruzan el desierto del Sáhara, las estepas del Sahel, las selvas centroafricanas y el valle del Rift antes de atravesar el canal de Mozambique desde las costas tanzanas. Un periplo monumental de casi 10.000 kilómetros por los mejores paisajes del continente negro.
Pero, ¿qué hacen los halcones en Talayuelas ahora? Se sabe que las aves que llegan en primavera a sus áreas de nidificación no permanecen en ellas continuamente hasta que se deciden a poner los huevos. Ocurre que, una vez ha pasado el contingente migrante de las aves a las que predan, se dispersan hacia otras localidades durante unas semanas para poder alimentarse. Hay que recordar que en la mayoría de islotes donde crían, como por ejemplo las islas Columbretes, no hay una población de paseriformes residentes que puedan abastecer por ahora a la rapaz. Entonces acuden a tierras de interior en busca de jóvenes volanderos de pájaros de la nueva temporada o bien, y principalmente, de insectos aéreos que en estos momentos proliferan por doquier.
De esta manera las citas de halcón de Eleonora se suceden en distintas localidades de la península Ibérica, siendo ya tradicionales algunas como la propia laguna de Talayuelas y su entorno forestal pero también otras de tipología similar como los espesos pinares del sistema Ibérico (inmediaciones de Cuenca capital, la sierra de la Demanda o El Maestrazgo castellonense entre otras), o del Sistema Central (Segovia o Ávila).
Desde la primera vez que se citó a la especie aquí (17 ejemplares en el año 2000) no ha dejado de aparecer en cada una de las temporadas, aunque en las últimas campañas apenas han sido alrededor de media docena de individuos como mucho. El mayor contingente detectado fue en 2001 en que se citaron nada menos que 19 halcones diferentes.
Vamos a ver este año cuántos halcones se establecen en la zona, pero quizás ahora conviene presentar este magnífico y singular espacio natural para aquellos que quieran visitarlo y tomar contacto con él.
La laguna de Talayuelas está situada al pie de la Solana de la Chupedilla, un monte de suelo rodeno de época triásica que llega a alcanzar los 1.201 metros de altura en su punto más alto. El entorno está bien vegetado por un bosque bien conservado de pino resinero Pinus pinaster que mantiene una interesante cobertura arbustiva y herbácea de gran interés.
La particular disposición de la cubeta en el fondo del valle junto con los sedimentos cuaternarios que presenta hace que la recarga hídrica tras los periodos de lluvias sea muy rápida y aflore una extensa lámina de agua que, salvo en años muy secos, se mantiene incluso durante el verano.
Allí se establece una rica comunidad botánica que se dispone en función de la propia profundidad del agua. Así, sumergida bajo la superficie aparece una interesante pradera constituida por algas tales como Chara fragilis, Chara vulgaris y Nitella flexilis. Por encima de ella se visualizan perfectamente plantas cuyo sistema foliar flotan en parte sobre el agua; sería el caso de ranúnculos de llamativas flores que forman un verdadero tapiz sobre el agua como Ranunculus peltatus, Ranunculus trichophyllus, pero también de plantas aquí muy abundantes como Potamogeton gramineus o Polygonum amphibium. Y por último, la vegetación más visible y que cubre perfectamente las orillas y zonas encharcadizas la constituyen los juncos Scirpus lacustris, pero también algo de eneas Typha angustifolia, carrizos Phragmites australis y de junquillos Eleocharis palustris.
Una excelente cobertura vegetal que da pie a una biocenosis de animales vertebrados igualmente singular que contrastan enormemente en unos ambientes predominados por pinares y cultivos de secano. Destaca por su importancia provincial la comunidad de anfibios que allí se asienta. Nada menos que ocho especies se han podido citar allí. Algunas de ellas, aunque bien distribuidas en otros lugares alcanzan aquí densidades muy importantes. Sería el caso de la propia rana común Pelophylax perezi, extraordinariamente abundante en el paraje, pero también del sapo común Bufo spinosus, sapo corredor Epidalea calamita, sapillo moteado Pelodytes punctatus o sapo partero Alytes obstetricans.
Pero sin lugar a dudas son otras tres especies más las que mayor importancia herpetológica otorgan al humedal: el gallipato, el sapo de espuelas y la ranita de san Antonio. Para el primero de ellos, el gallipato Pleurodeles waltl, cabe decir que la laguna de Talayuelas se considera la localidad más importante para la especie de todo el este provincial ya que aquí alcanza cifras ciertamente elevadas de presencia. Su papel en la red trófica del humedal es fundamental como depredador de gran cantidad de invertebrados acuáticos , pero también como presa de muchas aves acuáticas como la garza real Ardea cinerea, de reptiles como la culebra viperina Natrix maura o de mamíferos carnívoros como el tejón Meles meles, por citar algunos de sus habituales consumidores aquí.
El segundo anfibio que cabe citar es el sapo de espuelas Pelobates cultripes, escaso o ausente en la mayoría de municipios del entorno pero que aquí es relativamente común. Dos son las razones principales, por un lado la propia laguna que le facilita el ciclo reproductor; y por otro, la litología arenosa circundante, muy apropiada para sus costumbres cavadoras.
Y por último, hay que destacar la observación de un ejemplar de ranita de san Antonio Hyla molleri que hace años obtuvo el naturalista requenense Toni López. Aquel dato, que se tenga constancia, no sólo es la cita más cercana a la Meseta de Requena-Utiel sino también de toda la Comunitat Valenciana. Desgraciadamente desde entonces se han hecho distintas prospecciones en busca de este pequeño anfibio pero con resultados negativos hasta la fecha. Su presencia, si continuara en la actualidad, desde luego se presupone muy escasa.
Las aves, por su parte, aportan incrementan la notoriedad de este espacio natural, y no solo por la presencia del halcón de Eleonora sino por conformar una completa y relevante comunidad biológica de gran relevancia para este sector provincial y sus inmediaciones.
En lo que se refiere a aves propiamente acuáticas cabe mencionar la presencia de especies que ahora mismo están en plena crianza como el zampullín común Tachybaptus ruficollis, el ánade azulón Anas plathyrynchos, la gallineta Gallinula chloropus o el rascón Rallus aquaticus. Pero sin duda, la existencia de otras como el porrón europeo Aythya ferina, ausente en muchísimos kilómetros a la redonda, o la focha común Fulica atra que mantiene aquí una de las mejores poblaciones reproductoras provinciales, otorgan un valor añadido al humedal.
En la orla de vegetación perimetral de la laguna, allá donde carrizos o juncos conforman tupidas empalizadas se establecen otras especies de aves igualmente características de las zonas húmedas. No paran de cantar ahí y ahora los machos de carriceros tordales Acrocephalus arundinaceus, quizás el ave más habitual ahora en esos biotopos tan singulares. Hay otras más, desde luego, pero sin lugar a dudas merece la pena destacar la observación por parte del naturalista requenense Javier Martínez, hace apenas un mes y medio, de dos individuos de una de las aves palustres más valiosas de la península Ibérica desde el punto de vista de la conservación: el bigotudo Panurus biarmicus.
Esta especie ya había sido registrada en el paraje en la primavera del año 2000, en que dos parejas llegaron a reproducirse con éxito. Sin embargo, desde entonces no había sido citada otra vez. Ahora, en las últimas semanas se han repetido varias visitas a la laguna para ver si esos bigotudos avistados a primeros de mayo volvían a detectarse pero no han podido ser relocalizados, por lo que se cree que aquellos ejemplares pudieran haber recalado temporalmente aquí.
Las poblaciones ibéricas de bigotudo se estimaron en apenas a 650-1.100 parejas reproductoras según el Atlas de las Aves Nidificantes de España de 2003. Su área de distribución se dividía esencialmente en tres áreas: complejos endorreicos de La Mancha, lagunas del valle del Ebro y marjales del litoral mediterráneo (esencialmente delta del Ebro, Albufera de Valencia y humedales sudalicantinos). Precisamente en estos últimos, la especie ha entrado en un franco retroceso que la está llevando a las puertas de la extinción.
Así, con datos de 2013 apenas se localizó una pareja en la Albufera de Valencia cuando en la década de1980 se estimaron entre 51 y 63. Por su parte, en el parque natural del Hondo de Elche se registraron 12 parejas cuando en 1985 se calcularon 70; y en el tercer humedal de la Comunitat Valenciana donde todavía hay bigotudos, las Salinas de Santa Pola, apenas quedaban 2 parejas, en contraste con las 23 censadas también en 1985.
No sabemos si el bigotudo llegará a criar este año en Talayuelas. Todo apunta a que no, pero su sola presencia aunque sea de manera temporal y esporádica reafirma el valor de este precioso paraje.
Los alrededores de la laguna son ricos también en avifauna. En los setos junto a barbechos y baldíos aparecen escribanos soteños Emberiza cirlus y bisbitas campestres Anthus campestris; más complicadas de ver, sin embargo, son las currucas mirlonas Sylvia hortensis que se mueven tímidamente entre los espinos y enebros. Pitos reales Picus sharpei y picos picapinos Dendrocopos major nos advierten de su presencia con sus característicos reclamos desde la cercana foresta. Y en el cielo son rapaces como las culebreras europeas Circaetus gallicus, las águilas calzadas Aquila pennata, los ratoneros Buteo buteo o los buitres Gyps fulvus las que adornan con sus conocidas siluetas el espacio aéreo. La verdad es que es un gozo poder pasear con los prismáticos al cuello.
La laguna de Talayuelas y su entorno inmediato, con apenas 29,66 hectáreas, conforma un magnífico lugar que ha merecido la protección administrativa por parte de la Junta de Castilla-La Mancha en forma de Microrreserva. Declarada como tal forma parte de los espacios naturales protegidos por el gobierno regional desde 2003. Un ecosistema en miniatura pero cargado de un enorme potencial biológico y geológico. Hermoso lugar pero ciertamente frágil. Y desde luego que merece la pena conocerlo y disfrutarlo. Ahora, con la llegada de los halcones de Eleonora, es un buen momento. Pero volvamos al inicio.
Prácticamente no se ve ya casi nada y los halcones todavía permanecen en el cielo. Aún se distinguen cuatro o cinco ejemplares surcando raudos las alturas entreteniendo al ornitólogo un año más. Los minutos pasan y la oscuridad ya lo cubre todo. Son ahora otros seres los que parecen coger el relevo a las aves. Los reclamos característicos de las fochas van silenciándose a la vez que una serenata de cientos de ranas al unísono se impone en el agua.
No tarda en cantar el chotacabras cuellirrojo Caprimulgus ruficollis y poco después el cárabo Strix aluco. Esto es una delicia. Delicia de día, al atardecer y también de noche. La jornada no parece acabar nunca. Es lo que tiene el mes de junio.
JAVIER ARMERO IRANZO
Agradezco a Víctor París la utilización de sus magníficas fotografías de halcón de Eleonor para ilustrar este artículo.