Los Combativos Requenenses.//Víctor Manuel Galán Tendero.
Requena (15/05/19)
La sociedad de la España de los Austrias no fue un bloque homogéneo, por mucho que se empeñara la autoridad real en domarla. Su herencia medieval todavía era visible a la muerte de Felipe II en 1598, pues a la heterogeneidad institucional de sus reinos se añadía la religiosa. En los reinos de Aragón y Valencia, las comunidades moriscas tenían un importante peso. Asimismo, la dispersión de los moriscos granadinos había alzado vivas protestas en la Corona de Castilla.
Oficialmente cristianos, los moriscos eran los continuadores de los mudéjares o musulmanes sometidos a la autoridad cristiana. La historiografía actual ha descubierto que no pocos moriscos fueron asimilando algunas de las costumbres y la cultura de sus vecinos cristianos, especialmente los varones, pero a comienzos del siglo XVII no se tuvo la misma opinión por parte de burócratas y eclesiásticos, en un tiempo en el que triunfaba en el mundo católico las ideas de la Contrarreforma. Además, se consideró la presencia morisca peligrosa para la seguridad de los reinos de España, ya que se les suponía en connivencia con los enemigos de la Monarquía. Así pues, el 22 de septiembre de 1609 se publicó el decreto de expulsión de los moriscos valencianos, a los que seguirían los de otros reinos. En Valencia, epicentro de la cuestión, la decisión había causado no poca controversia, pero la posibilidad de actualizar sus rentas inclinaría finalmente a muchos señores a acatar la medida.
Cercana entonces a la raya de Valencia, Requena no disponía de ninguna comunidad morisca, pero sí en su vecindad. Desde los tiempos de Carlos V, había sido puesta en alerta en varias ocasiones ante un posible levantamiento morisco. En el territorio de Ayora y Cofrentes, de fuerte presencia morisca, la cuestión fue muy espinosa. Se había sospechado que tras la cruenta guerra de las Alpujarras (1568-70) los moriscos habían planeado la toma de la villa de Ayora para iniciar una insurrección. En este clima de hostilidad, tuvo lugar la expulsión: cuando los moriscos de Cofrentes, Jalance y Jarafuel iban a embarcarse para el Norte de África, los de Teresa y Zarra los disuadieron. Las noticias de allí no eran buenas y hacia el 20 de octubre muchos se acogieron a la espesura de la Muela de Cortes. El alfaquí Amira les habló de los achaques militares de la Monarquía y de la cobardía de los caballeros, se reconfortaron escuchando esperanzadoras profecías y se dieron un rey propio, Turigi, un rico morisco de Catadau. Supieron organizarse al modo de la milicia española, compraron arcabuces a comerciantes castellanos que se aventuraban por aquellos parajes y cortaron las comunicaciones para hacer más inexpugnable su posición.
La amenaza era seria. Firmada la tregua con las Provincias Unidas, la Monarquía movilizó sus fuerzas. Játiva se convirtió en su plaza de armas y el tercio de la Lombardía entró en acción, mientras que también se llamó a campaña a las fuerzas milicianas de Valencia y de los lugares cercanos de Castilla. Los requenenses protegieron su término de incursiones y atacaron algunos de los refugios montañosos de los moriscos. Unos veinte requenenses, como Juan Zapata de Espejo, cayeron en la acción de la cueva de la sierra de Martés. Los asaltos y las emboscadas formaban parte de un tipo de guerra muy propio de la vieja frontera medieval, reverdecido en las Alpujarras, que encadenaba de manera fatal una serie de desmanes que no parecían tener fin, pues la esperanza de botín la espoleaba. Deseosa de concluir la lucha lo antes posible, la Monarquía confió en sus fuerzas profesionales y no dudó en emprender negociaciones. Las entabladas entorno a Bicorp fracasaron ante los excesos de la soldadesca en la alquería de Roaya el 25 de noviembre.
Sin embargo, las fuerzas de los moriscos no bastaron para contener a sus enemigos. Un 14 de diciembre de aquel 1609 subió al cadalso en Valencia su último rey. Hombres de ascendencia requenense como Simón Zapata fueron recompensados por sus desvelos, mientras algunas partidas de moriscos se negaban a capitular. Oficialmente, tal estado duró hasta el 25 de septiembre de 1614 en Requena, cuando el corregidor con sede en Chinchilla anunció el fin de las medidas de expulsión de unas gentes que demostraron ser más hispánicas de lo que algunos supusieron.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Actas municipales de 1608-15, 3267.
DOÍNGUEZ DE LA COBA, Pedro (atribuida), Antigüedad i cosas memorables de la villa de Requena; escritas y recogidas por un vecino apassionado y amante de ella. Edición de César Jordá y Juan Carlos Pérez García, Requena, 2008.
ESCOLANO, Gaspar, Décadas de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reino de Valencia. Proseguida por Juan Bautista Perales, 3 vols., edición facsímil de París-Valencia, 2006.