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Requena (23/10/18) Cuaderno de Campo. La Naturaleza en la Meseta de Requena-Utiel // Javier Armero Iranzo

Recién terminado un episodio de lluvias generalizadas el monte se encuentra ahora en uno de sus mejores momentos. La gota fría característica de muchos otoños alivia los niveles freáticos, ciertamente bajos tras el largo verano. Los manantiales se recargan de agua y por los arroyuelos de montaña vuelve a bajar un hilo de vida que dinamiza el ambiente forestal.

Finales de octubre; el otoño se encuentra ahora en todo su apogeo: las tierras ocres contrastan maravillosamente con unos viñedos que muestran bonitos colores amarillos y rojizos. Pasear también por las orillas de nuestros ríos es también un lujo. Bosques ribereños que se van cubriendo de hojarasca en estos días invitan al excursionista a la contemplación  y al estudio de sus elementos naturales. El Cabriel, con sus interesantes ramblas tributarias; los salvajes Regajo y Reatillo; e incluso fuentes y barrancos ofrecen ahora sus caducifolias arboledas tornadas de llamativos cromatismos. Pero es en el Magro más montano y salvaje donde estos días una fuerte carga de color llama la atención del visitante. Allí ahora las arboledas de fresno de flor contrastan enormemente sobre los sobrios verdes de los pinares que dominan las laderas.      

Especialmente recomendado para estas fechas es un paseo por el paraje de Tabarla, aguas debajo de la requenense fuente de la Canaleja, y ya en el término de Yátova. Por la espectacularidad de su paisaje, condicionado por el propio río Magro y la sierra Martés, y por sus valores biológicos, Tabarla fue declarado Paraje Natural Municipal el 26 de enero de 2007 por acuerdo del Consell.

 Tabarla es un espacio natural protegido que cuenta con 68 hectáreas de extensión y cubre unos dos kilómetros y medio de río incluyendo las laderas montañosas contiguas del monte público El Monte. No obstante, el entorno fuera del espacio protegido es igualmente interesante desde todos los puntos de vista. De hecho el desfiladero del Magro por las laderas de Martés se inicia en las inmediaciones de Hortunas de Abajo (Requena) y se va estrechando espectacularmente a partir de la confluencia con la rambla de la Fuen Vich. Allí mismo, y a la vez que aparecen las primeras adelfas en el propio cauce, es cuando podemos ver los primeros ejemplares de fresnos de flor, especialmente en las laderas de umbría. Poco a poco se van haciendo más numerosos y ya en el bello meandro del Hinojar (en el límite de los términos de Requena y Yátova) es un árbol ciertamente común.

Pero sobre todo es en las inmediaciones del antiguo campamento de Tabarla y en las abruptas laderas de Martés hasta el embalse de Forata cuando los bosquetes de fresnos de flor son más perceptibles, y sobre todo en las fechas en que nos encontramos ahora. Recorrer un sendero que parte del área recreativa, donde antiguamente se hacían los famosos campamentos de verano en que participaban cientos de niños, es el mejor modo de conocer el paraje y de acceder a las mejores manchas caducifolias ocupadas por estos arbolillos y en las que aparecen también otros árboles y arbustos de interés como el quejigo Quercus faginea, el arce Acer granatense, el guillomo Amelanchier ovalis, el durillo Viburnum tinus o el madroño Arbutus unedo.

Estos ambientes frescos y subhúmedos dan pie a una comunidad ornítica muy interesante en la que no faltan especies reproductoras más propias de otras latitudes más septentrionales como el petirrojo Erithacus rubecula, la curruca capirotada Sylvia atricapilla, el herrerillo común Cyanister cyaneus o el escribano soteño Emberiza cirlus, por ejemplo.

El fresno de flor, un árbol típicamente valenciano. Veamos a continuación algunas consideraciones necesarias para conocer mejor una de las especies vegetales más interesantes de nuestros montes.

El fresno de flor Fraxinus ornus es un árbol de hoja caduca que puede llegar a alcanzar los 20 metros de altura, aunque lo normal es que no sobrepase no suele sobrepase la decena. Por su parte, el tronco rara vez llega a tener un metro de diámetro. De hecho el fresno se suele ramificar mucho, incluso ya desde la base, dando lugar a una copa globosa o elíptica bien cubierta de hojas. Cuenta con una corteza lisa y de color gris.

Las hojas, de unos 20-30 cm de largo son opuestas y aparecen dispuestas en pares.  Cuentan con unos 5 a 9 foliolos u hojuelas más pequeñas de contorno ovoide o ligeramente lanceolado y finamente aserradas por el borde. Su color verde claro intenso en primavera y verano se vuelve ahora en otoño de un color amarillento muy llamativo. A diferencia de su congénere el fresno de hoja estrecha Fraxinus angustifolia, las flores del Fraxinus ornus nacen en los meses de abril o mayo a la vez que las hojas o poco después que estas; pero no antes. Estas flores son realmente vistosas, provistas de cuatro pétalos de color blanco cremoso, y se disponen en grandes panículas terminales o axilares constituyendo inflorescencias muy visibles, incluso desde lejos.

 El fruto también es inconfundible, constituido por una sámara alargada (con un ala para facilitar la diseminación de la semilla) de unos 1,5-2,5 cm de longitud, y que madura durante el verano o incluso el otoño.

El fresno de flor aparece en laderas umbrosas de montaña de clima suave y no especialmente seco durante el verano. Su rango altitudinal en las regiones por las que se distribuye oscila entre los 200 metros y los 1.500 metros sobre el nivel del mar. En esos ambientes ocupa los terrenos calizos preferentemente y los suelos con cierto grado de humedad, por lo que no es rara su distribución en barrancos, torrenteras, roquedos montanos umbrosos y vertientes especialmente sombreadas.

Esa selección del hábitat donde crece también es diferente a la del fresno de hoja estrecha, ya que éste, al menos en la Meseta de Requena-Utiel, busca ambientes puramente ribereños. De hecho ese fresno forma parte de los bosques riparios de los principales ríos, especialmente el Cabriel y el Magro, en las mismas inmediaciones del cauce fluvial.

El fresno de flor tiene una distribución continental muy irregular y discontinua. Es relativamente común en localidades del centro y sur de Europa y en los países ribereños del Mediterráneo oriental. Sin embargo en la Europa occidental queda recluido exclusivamente a la península Ibérica donde aparece únicamente de manera natural en las montañas del centro de la provincia de Valencia y del norte de Alicante. Se han encontrado poblaciones silvestres en otras provincias españolas como Cuenca (en torno al valle medio del Cabriel y a la propia ciudad de Cuenca), Castellón, Tarragona, Lérida, Gerona, Burgos y Santander pero probablemente procedan de antiguas introducciones.

En este sentido hay que tener en cuenta que el fresno de flor se ha cultivado tradicionalmente bien como árbol ornamental por la belleza de su fisionomía y por lo espectacular de su floración o bien para aprovechar alguna de sus cualidades. Así, por ejemplo, se conoce desde hace mucho tiempo que de su corteza puede extraerse una secreción dulce conocida como maná. El maná (rico en manitol, en la actualidad producido sintéticamente) sirve de suave laxante. Además las hojas se utilizaban en infusión también por ser laxantes y ligeramente diuréticas además de servir para el tratamiento del reuma y de la gota. En fin, no se sabe muy bien como una especie típicamente valenciana ha llegado a esas provincias, pero quizás estos usos ancestrales hayan podido ser la explicación para su cultivo por allí.

En cualquier caso la restringida distribución natural en la península Ibérica hace que la presencia de esta bonita especie vegetal en la Meseta de Requena-Utiel y su entorno inmediato cobre una especial relevancia. Así pues, aparte del sector del Magro antes descrito, desde la fuente de la Canaleja hasta el embalse de Forata, pasando por Tabarla, el fresno de flor se encuentra en otras localidades comarcales. Concretamente desde el Magro asciende altitudinalmente por su vertiente norte ocupando las laderas y barrancos de la sierra de Martés, donde forma pequeños bosquetes que llegan prácticamente hasta las mismas cumbres. Un paraje especialmente recomendable para visitar ahora es el de Hortolilla (Requena) donde en las mismas inmediaciones de las ruinas del caserío hay un fresnal muy bien conservado. Los términos de Cortes de Pallás y de Cofrentes, limítrofes con el de Requena en su sector sur también acogen a buenas poblaciones de este arbolillo genuinamente valenciano.

   Por el norte comarcal aparece tímidamente en los montes de Chera, formando el extremo nordoccidental de la población que se extiende por la sierra de Chiva. Pero donde es mucho más abundante es en las sierras de Malacara y Las Cabrillas, especialmente en el complejo hidrográfico del barranco del Quisal-río Mijares. Allí  precisamente aparecen los topónimos de  Fresnal en sendos barrancos de Buñol y de Requena dando idea de la vegetación potencial que presenta. Por cierto uno de los mejores fresnales en extensión y en grado de conservación que hay en toda la provincia de Valencia.

Los bosquetes caducifolios que aún ocupan nuestras montañas son realmente muy originales. Formaciones en las que los fresnos de flor Fraxinus ornus se combinan con los quejigos Quercus faginea, los arces Acer granatenses, e incluso con los serbales Sorbus aria, de los que todavía queda algún ejemplar por Martés o por la fosa tectónica de Chera arrinconados en las pedrizas de las cumbres.  Arbustos como el boj Buxus sempervirens, el escobón Cytisus heterochrous, el aladierno Rhamnus alaternus, el rusco Ruscus aculeatus, o endemismos interesantes como la guisantera de pastor Lathrus tremolsianus o la margarita de prado Leucanthenum gracilicaule, forman la riquísima orla de especies de los estratos arbustivo y herbáceos.

Estas fresnedas suponen una muestra relíctica de los antiguos bosques caducifolios que cubrían estos parajes y que eran más frecuentes en épocas pasadas. La acción secular del hombre los hizo menguar sensiblemente en extensión y en diversidad florística. Pastoreo, carboneo, talas e incendios forestales debieron incidir negativamente en este tipo de arboledas disminuyendo su diversidad  y también colaborando en el paulatino empobrecimiento del suelo. Todo ello, sin lugar a dudas, hizo favorecer la entrada de taxones vegetales más xerofíticos y mejor adaptados a las nuevas condiciones edáficas.  La pérdida de calidad del biotopo unido a la más que probable acción de un continuo cambio climático en las últimas centurias han condicionado definitivamente la situación actual de estas valiosas formaciones vegetales.

El fresno de flor, como representante más sobresaliente de los bosques caducifolios valencianos, todavía persiste en los rincones más apartados de nuestra geografía comarcal. Su magnífico porte y la coloreada imagen que muestra durante estas semanas sirven de excusa para conocer aquellos recónditos y bellos parajes donde habitan. Parajes hermosos y valiosos que nos reportarán a épocas pasadas donde los montes y el ser humano vivían en estrecha relación.

Una buena propuesta, pues, para salir al campo. Bonita excursión de otoño.

JAVIER ARMERO IRANZO

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