LA BITÁCORA DE BRAUDEL Por Juan Carlos Pérez García.
Esta semana continuamos con temas concernientes, al menos transversalmente, al judaísmo entendido como civilización. Si hace una semana entrábamos en las cuestiones del holocausto, hoy trataré de ampliar el espectro de mi comentario, con el fin de conducirlo hacia una global reflexión sobre la historia. No quisiera que lo que aquí se escribe traspase lo que significa ni más ni menos que una expresión de mi particular opinión.
En nuestro país andamos demasiado acostumbrados a las tergiversaciones de la historia y las tradiciones culturales. La tergiversación, que implica una manipulación, es siempre interesada, pues se pone en marcha para satisfacer un conglomerado de intereses, privados o colectivos. Además la manipulación siempre implica una cierta planificación. Es decir, cambiar un determinado mensaje histórico o acontecimiento, de una determinada manera, dirigiéndose a un público concreto; po si fuera poco, revistiéndolo de los mantos de la autenticidad histórica, por más que la evidencia lo desmienta.
Quizás alguno piense que me refiero a las pasiones que impregnan nuestra sociedad. Puede que sí, y entonces mi discurso también pueda aplicarse a nuestras vivencias actuales. Pero tampoco quisiera ir por el camino autoflagelante que parece tomar hoy cierto sector de la opinión pública hispánica. No es muy positivo regodearse en el desastre de nuestras circunstancias del hoy, como si la corrupción, el separatismo, la insolidaridad, el deshaucio, la crisis social, etc. fueran rasgós específicos del ser y el estar hispánico. Hay que ir con cuidado con resucitar el chip que todo españolito que viene al mundo en el siglo XX lleva alojado en una parte de su cerebro; es el que conecta tres procesos: crisis moral.económica-social, con cainismo-separatismo. Esto es un esquema funcional para los partidarios de la autodestrucción, para los que se afanan en subrayar la virilidad perdida y que solo anida ya en el artículo 155 de nuestra carta constitucional.
Mi intención es destruir la tendencia a entender la sociedad como un ente asediado y amenazado permanentemente. En otro tiempo fueron los musulmanes, los cristianos; hoy, ¿quiénes son? Los mercados, el poder financiero tal vez. No estoy tan seguro. Siempre estamos reproduciendo viejos esquemas, en particular en la historia. Nos resulta agradable ir resaltando dinámicas de conquista y reconquista; de asedio y genocidio. No regodeamos en esto. El colmo del asunto es ya hablar de genocidios culturales; lo cual nos conduce a entender la historia misma del género humano como una interminable sucesión de genocidios. Los homo sapiens acabaron con los neanderthales; Jaime I y su gente acabaron con los musulmanes del área valenciana; los turkos hicieron lo propio con armenios y kurdos; los españoles lo perpetraron contra mayas, incas y aztecas, por no hablar de los araucanos.
El problema es que entendemos a los seres humanos como generadores constantes de destrucción y muerte, sea física o metafísica y cultural. Así que por este camino acabamos no entendiendo nada, no explicando nada y manipulando la historia misma. Simplemente porque desconocemos que en los momentos de estabilidad social y cultural pudieron germinar los elementos más esclarecedores de la evolución histórica.
Hay demasiado de donde echar mano. Sirva de ejemplo esta foto de Franco con Hitler, en la que el dictador ibérico salía poco favorecido y cómo le abriueron los ojos. Quizás entonces la imagen de los dos dirigentes-asesinos pudo influir sobre la sociedad directamente influida por la prensa y la imagen en los dos países. La manipulación tenía evidentes objetivos. ¿Cómo iban a presentar al flamante general, victorioso en la guerra civil, con ojos cerrados? Habría sido un factor de debilitamiento de la figura del dictador.
Como dice James Cagney en Uno, dos, tres, la peli de Wilder, una civilización que creó el Taj Majal, la letra de cambio y la pasta de dientes, algo bueno tendrá. Parece que el entendimiento social ha emigrado de España, tal vez a Alemania. Pero es importante preguntarse si colocando por encima de todo aquello que nos podemos arrojar a la cara, construimos un futuro mejor. Es necesario plantearse la funcionalidad de las manipulaciones de la cultura y la historia. Muchos manipulan para llevar el agua a su molino, generalmente el molino político. Igual que es falso que la guerra de sucesión de 1700 siga viva; es falso que el genocidio nazi sea comparable a la acción de la inquisición española.
Estas reflexiones resultan muy genéricas así expresadas. Se refieren básicamente a la historia y a la cultura. Podría haber sido más concreto, pero creo que esto puedo hacerlo la semana que viene. Mientras tanto lo mejor es leer buena literatura y buenos libros de historia, y fiarse poco de los políticos que pretenden darnos lecciones de historia. Quizás sus finas y estudiadas manipulaciones esconden gruesas mentiras. Pero efectivas, después de todo. ¿O no?
En Los Ruices, 29 de enero de 2014.