EL OBSERVATORIO DEL TEJO/JULIÁN SÁNCHEZ
Parece ser que la moda en nuestros partidos políticos con pretensiones de mando en plaza, pasa actualmente por los más o menos sonoros ”fichajes” de conocidos militares, a la hora de presentar cierta credibilidad ante la ciudadanía, en unos momentos cruciales para obtener la atracción a su esportón particular del numeroso voto indeciso.
A este respecto, Ciudadanos ya contaba con Matías Alonso, teniente coronel en la reserva, quien forma parte de su Comité Ejecutivo desde 2008, convirtiéndose en Secretario General en 2009, cargo que revalidó en 2011 en el tercer congreso del partido. Siguiendo la línea castrense, Pedro Sánchez, anunció el pasado mes de septiembre el también fichaje de la excomandante Zaida Cantera, en el puesto número seis para la lista al Congreso de los Diputados del PSOE por Madrid. Y, por no ser menos, el inefable Pablo Iglesias, con enorme regocijo y orgullo, anunció la pasada semana el fichaje estrella del general José Julio Rodríguez, situándole como número dos en su lista al Congreso por Zaragoza, propiciando con ello un corte de manga al propio PSOE, que fue la formación que en su día vino a promocionar la figura del militar, por mediación del gobierno Zapatero hacia la Jefatura del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), sustituyendo en el cargo al también general Félix Sanz Roldán.
En principio, no habría nada que objetar ante la pretensión de que un ciudadano (militar o civil) pretenda ejercer la legítima representación ciudadana ante el poder legislativo de su propio estado, faltaría más, pero el denominado fichaje del general Rodríguez, precisamente por un partido político como Podemos, cavilamos que viene definido por la carencia de un principio fundamental que debe de tener muy asumido el mundo castrense, tal y como podemos considerar algo tan primordial en este medio como viene a ser la coherencia.
Que el partido de Pablo Iglesias se caracteriza por su permanente incoherencia, no es cose que me invente yo. El propio Antonio Miguel Carmona ya declaró en su día en referencia a Iglesias que a él «alguien que se levanta comunista, come socialdemócrata y se acuesta dando su apoyo a Álvarez Cascos, tiene un listón moral que le incapacita para darme lecciones de nada». Lo verdaderamente alucinante viene a ser que, sobre esta premisa, el propio Carmona haya promovido, y todavía mantenga en el gobierno del Ayuntamiento de Madrid, a los correligionarios de alguien a quien tiene en tan “alto” concepto y estima.
Todos hemos presenciado los brindis y saludos, así como las muestras de adhesión y apoyo del general Rodríguez a S.M. el Rey. El mismo dijo que el Rey es el “primer soldado de España”. No sabemos si seguirá pensando lo mismo ante las pretensiones republicanas de su nuevo partido. Ni tampoco si compartirá la opinión de su nuevo jefe de filas publicada en la web Rebelión.org, mediante la cual expresaba afirmaciones como la siguiente: “El himno español es una cutre pachanga fachosa», quejándose además de tener que soportar, «día tras día, el nacionalismo español y su bandera monárquica y postfranquista».
Tampoco aparenta muy coherente, habiendo sido un militar en ejercicio durante todo el periodo democrático, el prestarse a compartir partido y voluntades en una formación que comparece a las próximas elecciones al Senado de España en coalición por Navarra con Euskal Herria Bildu. Desconozco si el militar gallego se habrá detenido a reflexionar en referencia a la opinión de sus excompañeros sobre esta circunstancia, toda vez que vino a ser el máximo responsable de un ejército cuyos miembros fueron masacrados sistemáticamente por la organización terrorista ETA. No aparenta fácil llegar a asumir sin apuro una metamorfosis semejante.
Y, simplemente por no hacerlo más largo, me gustaría conocer la actitud de la excomandante Zaida Cantera, si tuviesen que coincidir ambos en sus tareas parlamentarias del Congreso, caso de resultar elegidos, puesto que fue bajo el mandato de José Julio Rodríguez al frente de la cúpula militar española, cuando se produjo el caso de agresión y acoso sexual a la excomandante, cuyo periplo la señora Cantera rememora en calidad de coautora (junto a la diputada de UPyD Irene Lozano, hoy número cuatro en la lista socialista al Congreso por Madrid), del libro “No, mi general”, en el que relata los desagradables episodios de acoso laboral sufrido durante años después de que denunciara a su superior.
Definitivamente fichajes y coherencia no son, ni mucho menos, conceptos análogos. No se puede arremeter contra lo existente tachándolo de “casta”, para asumir comportamientos semejantes, ni tampoco resulta vinculante el pretender seguir consolidando la significación “carrera política”, por cuanto la perpetuación indefinida en la representación pública es sinónimo de perversión y acomodamiento. No deviene lícito, en modo alguno, el renunciar a los principios que uno lleva supuestamente asumidos en su propia noción de naturaleza, simplemente mutándolos por un puesto aventajado o notorio, eso es una simple transacción y no un servicio fiel a la ciudadanía que se pretende representar.
Que cada cual piense lo que desee y actúe como su conciencia le dicta, pero que la ciudadanía piense, a la hora de depositar su voto, a quien va a encomendar su futuro, simplemente porque quien ayer defendía al Barça y hoy se hace del Madrid, mañana puede amanecer mostrándose del Bayern de Múnich, simplemente porque pueda subjetivamente obtener más beneficios personales por mor del cambio y, eso no suele ser bueno, ni provechoso para la generalidad de la ciudadanía. Tengámoslo claro.
Julián Sánchez