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CUADERNO DE CAMPO /LA NATURALEZA EN LA MESETA DE REQUENA-UTIEL 
Javier Armero Iranzo
Hace unos días, con motivo de la celebración de la XII Semana del Medio Ambiente que organizó el Ayuntamiento de Requena, tuve la oportunidad de impartir una charla divulgativa sobre los mamíferos silvestres que habitan la Meseta de Requena-Utiel. En ella daba un repaso a la situación de este tipo de animales en la comarca e incidía, entre otras cosas,  en las técnicas concretas que los naturalistas aplican para corroborar su presencia en el campo y desarrollar los distintos estudios científicos que se plantean. El motivo del artículo de hoy, precisamente, es la de exponer la metodología de trabajo del estudioso de los mamíferos en el medio natural para todas aquellas personas que no pudieron asistir a esa ponencia y que sienten curiosidad por esta temática.

La mayoría de los mamíferos que habitan en la Península Ibérica, y por tanto los que tenemos aquí, son animales muy esquivos y difíciles de detectar, a diferencia de los que viven en ciertas regiones del planeta. Así por ejemplo, es muy fácil poder observar una larga lista de mamíferos, de todo tipo de tamaños, en las sabanas africanas. En un viaje realizado con dos compañeros de la delegación comarcal de la Societat Valenciana d’Ornitologia hace unos años a determinados parques nacionales del África austral pude comprobar directamente la extraordinaria facilidad que disfrutaba para observar, e incluso para fotografiar animales salvajes a muy poca distancia. Me llamó la atención que muchos de estos animales habían perdido el miedo al ser humano y desfilaban tranquilamente ante mi presencia del todo confiados.

La verdad, aquellas escenas me impactaron, y sueño cada día con repetir aquellas maravillosas experiencias zoológicas. Incluso, mamíferos carnívoros tan grandes y majestuosos como el león o el leopardo literalmente posaban ante mis ojos, entretenidos con las presas que se estaban merendando. Algo, desde luego, casi imposible para contar en la sobria fauna ibérica, mucho más oculta y tímida. Hay que tener en cuenta que la mayoría de especies silvestres que tenemos en nuestro entorno tienen costumbres crepusculares o, más bien, nocturnas, por lo que su observación directa no es fácil.

Pues bien, pretendo dar algunas pinceladas de la metodología a seguir para averiguar que especies de mamíferos tenemos en la comarca en base a la búsqueda de indicios que nos releven su presencia.

En primer lugar habría que reconocer el tipo de huellas que marcan en el suelo tras su paso. Lógicamente, estas trazas de su actividad solamente quedarán registradas si el sustrato tiene una textura que lo permita. Por ello hay que centrar esfuerzos en el borde de caminos con polvo, orillas de charcos o cauces que presentan barro, o incluso aprovechar los pocos días invernales en que nieva en nuestras montañas para salir a buscar este tipo de señales. Es conveniente, por no decir imprescindible, llevar al campo un manual de identificación donde aparezcan los distintos tipos de huellas que hacen cada una de las especies posibles que podamos detectar en el campo. Los dibujos o fotografías nos facilitarán su correcta identificación. Pero además se aconseja disponer también en nuestra mochila de una regla para poder hacer las mediciones pertinentes a fin de conseguir nuestro objetivo. Incluso, no está demás calcar la huella en un acetato con un rotulador, cosa que nos permitirá llevarnos literalmente la imagen tomada en la naturaleza y reconocerla con más tranquilidad en casa, con los manuales de consulta delante. Hay quien incluso, ante la imposibilidad de localizar este tipo de muestras en el campo si el sustrato es demasiado duro, prepara una trampa de huellas, depositando y extendiendo una cierta cantidad de arena en un punto que se haya elegido por suponer que por allí podría pasar algún mamífero que nos pueda interesar.

Otros indicios de la presencia de este tipo de animales muy buscados por los estudiosos de la fauna son los excrementos. Aunque pueda parecer desagradable, o al menos poco ortodoxo, el estudio de los excrementos que dejan los mamíferos en su territorio nos permite averiguar aparte de que ese lugar está ocupado por tal especie o tal otra, aspectos tan importantes como el marcaje de unos límites territoriales o el tipo de alimentación que presenta en esas fechas. Por ejemplo, la localización de una deyección de nutria en una

orilla del río o en una roca sobresaliente del cauce permite averiguar, no solamente que ese tramo de río está ocupado por al menos un ejemplar, sino que tras un minucioso análisis podemos detectar la existencia de restos de escamas de un determinado pez o los artejos o trozos caparazones  de un cangrejo de río.

Hay otras pistas en el medio natural que nos ayudan a detectar la existencia de algún mamífero salvaje por la zona que, por sus costumbres retraídas no es fácil poder verlo. Restos de comida, marcas en el suelo o en los árboles, pelo enganchado en espinos o alambradas, etc. Quizás una de las más interesantes sea el descubrimiento de alguna madriguera. Hay algunas muy llamativas, como pueden ser la de los conejos, por ejemplo, que disponen de varias entradas a sus cámaras subterráneas donde dan a luz y cuidan de sus crías. Pero también son muy vistosas las de algún carnívoro como el zorro, o sobre todo el tejón (conocido en Requena por las gentes del campo como tasones), que tiene unos cubiles espectaculares excavados en los taludes de los barrancos o en ribazos de alguna ladera forestal, escondidos del paso del hombre. Acumulaciones de excrementos formando verdaderas letrinas, montones de tierra sacada del interior de las galerías que ellos mismos han excavado y multitud de huellas semiplantígradas no escapan al naturalista curioso que las descubre e identifica hábilmente.

Hay una técnica muy útil que sirve para detectar la invisible presencia en un paraje en concreto de aquellos animalillos más invisibles: los micromamíferos. Me refiero a los pequeños roedores como ratones y topillos, y a los diminutos insectívoros como son las musarañas. Entiendo que esta técnica pueda resultar un tanto repulsiva para algunos de los lectores, y sin duda, sorprendente para todos ellos. Consiste en la búsqueda, acopio y posterior disección de las egagrópilas que regurgitan las rapaces nocturnas tras una

jornada de caza. Suelen depositarlas en unos posaderos habituales que tienen ellas en sus territorios o bien en los propios nidos. Las egagrópilas son bolas de pelo, plumas, huesos y otros materiales sin digerir que el ave vomita. Estas bolas, características de cada especie, son abiertas posteriormente por el investigador y, con la ayuda de diversos manuales específicos, trata de identificar las especies que han servido de dieta para el ave en cuestión. Con paciencia va separando y reconociendo aquellos huesos,  como las mandíbulas, u otras piezas como los dientes, que servirán para clasificar los animales que ha ingerido, y así poder establecer la comunidad de mamíferos de pequeño tamaño que ocupa esa localidad.

Muchas veces los mastozoólogos, nombre que reciben los investigadores de los mamíferos, descubren en el campo cadáveres o restos orgánicos de los propios animales. Para grupos taxonómicos que revistan cierta dificultad en la identificación, como bien pueden ser los quirópteros, los roedores o los insectívoros, conviene llevar consigo reglas o cintas métricas para poder realizar las distintas medidas biométricas que les permitan atribuir el individuo a una especie determinada y estudiar sus características anatómicas principales. Para ello es imprescindible también contar con una buena guía de campo o mejor aún, con una clave dicotómica adecuada y completa.

Una de las técnicas más utilizadas en los últimos años para detectar mamíferos de costumbres crepusculares o nocturnas es la utilización de cámaras fotográficas que se disparan automáticamente al paso del animal por delante del objetivo. Se conocen como cámaras-trampa. Consisten en la colocación de una cámara digital aparentemente normal en un lugar donde se cree que puede ser utilizado por un animal en sus recorridos habituales y que cuentan con un dispositivo que permite el disparo fotográfico a su paso, principalmente un rayo infrarrojo o una plancha enterrada que actúa a modo de interruptor. Para atraer al animal a la cámara hay que colocar un atrayente oloroso por el que sienta especial atracción y que podría ser caldo de carne o aceite de sardinas, por ejemplo. Es una técnica totalmente inocua ya que se han conseguido realizar series de hasta más de una decena de fotografías seguidas del animal en cuestión sin que este haya mostrado ni el mínimo reparo o molestia.

Pero, afortunadamente, no todo son procedimientos indirectos de estudio para el aficionado que empieza en el estudio de estos animales. También se pueden realizar seguimientos de especies a partir de las propias observaciones a la luz del día. Hay animales con patrones de conducta diurnos, al menos en gran parte de sus movimientos diarios,  que permiten hacerlo. Es el caso de muchos grandes herbívoros, como por ejemplo las cabras monteses, los corzos o los ciervos; o de roedores,  especialmente la ardilla, muy activa a pleno sol; o incluso de algún carnívoro, como el zorro o la comadreja, cuya detección por el día no es tan rara como en otras especies afines. Para realizar las observaciones cómodamente y no tener que interferir en sus procesos vitales se hace necesario el uso de prismáticos; y si el coste económico nos lo permite, el telescopio, con el que podemos ver mamíferos a gran distancia.

Hay que recordar que cualquier actividad  llevada a cabo en el medio natural puede afectar negativamente a los animales si no tenemos cuidado en respetar tanto a ellos mismos como a los refugios y paisajes que ocupan. Se ha de salvaguardar siempre, y por encima de cualquier otra consideración, el bienestar de los propios seres vivos, máxime en una dedicación que se supone que en última instancia va en beneficio de ellos como es la de la observación e investigación encaminadas a la preservación como último fin. Por ello mismo se ha de tener en cuenta un código ético de obligado cumplimiento.

Desde estas líneas quiero animar a los lectores de nuestro Cuaderno de Campo a que se lancen a la aventura de observar y estudiar a los mamíferos salvajes de nuestro entorno, verdadero tesoro natural que llena de vida la comarca. Son muchas las vivencias que tengo registradas en mi memoria con  este tipo de animales en Requena y en su comarca como protagonistas. Me gustaría hacer partícipe a la sociedad de lo bonitos, variados y, en suma, interesantes que son estas magníficas criaturas con los que compartimos linaje. Este artículo divulgativo acaba de recoger muy brevemente algunas sugerencias metodológicas para intentar hacerlos visibles a nuestros sentidos. Ahora sólo faltas tú…

Ponte las botas y llena la mochila de aquello que necesites. El campo te espera, y en él, sus habitantes. Y luego me cuentas…

JAVIER ARMERO IRANZO

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